COVID-19 - Seamos hermanos pero no primos
Tal vez sea el momento de leer la
actualidad pandémica del COVID-19 desde otro punto de vista. Para ahorrarme
palabras os remito al artículo, https://www.naturalnews.com/2020-04-03-eugenicist-bill-gates-demands-digital-certificates-coronavirus-vaccination.html,
que yo he renombrado como NO VACUNA-NO TRABAJO, que expresa mucho de ese otro punto de vista.
Parece
indudable que mediante la pandemia se está creando el clima para que todo esto,
que es el anhelo de grupo globalista, se haga realidad. Por arte de magia hemos
pasado de una situación de confort y despreocupación a otra de miedo en la que
“los miedosos” entenderán que hay que hacer lo que haya que hacer para evitar
el desasosiego, la incertidumbre, de quién te puede o no te puede contagiar, o la económica derivada de este particular.
Todos, unos desde el
confinamiento y otros desde la lucha directa contra el virus en las calles o en
los hospitales, hemos hecho piña común entre aplausos. Naturalmente que el
agradecimiento está bien y el agradecimiento público mejor. Ahora y antes de
ahora. No lo es tanto cuando se utiliza desde determinadas esferas para
alcanzar el pensamiento único. El mismo pensamiento que hará no sólo ser
permeables a cualquier sugerencia de control sino a demandarla, verla bien,
necesaria. La estrategia ha funcionado, sólo hacía falta una pandemia. En China
ni siquiera ha hecho falta y ya en junio pasado (2019) fue modificada su
legislación para regular la vacunación
obligatoria de la población.
Una de las claves de la pandemia
es ésta, el miedo y el control del miedo, la sumisión y asunción que de facto
ha mostrado la población, que muy bien puede ser utilizada para implementar a
la carta cualquier cosa. Esto es, no sólo la implementación de cualquier vacuna
“salvadora” sino la de un certificado universal biométrico, como el impulsado
por Bill Gates, mediante un microchip de tatuaje
de punto cuántico, como medida garantista y condición sine qua non para la
interrelación social, para el acceso a servicios y medios de vida, como un
imperativo legal, con esa repercusión vital, por más que la alianza promotora, el
grupo ID2020 , quiera darle un
enfoque humanista: no certificado, no
trabajo, no viajes, no compras, no vida. Esto sin hablar del objetivo globalista
(des)poblacional recogido en la Agenda-21
de la ONU, y que tienen un largo historial de intentos
fallidos, hasta éste como primera aproximación o forma exitosa. Más exitosa
cuando alcance las zonas sin atención y sin recursos.
Otra clave la encontramos si
tomamos en consideración que la nanotecnología que se implementa mediante las
vacunas interactúa con la tecnología 5G, es decir, con el internet de las cosas,
de lo que se deriva que pasamos a ser una de esas cosas de ese internet de las
cosas, es decir, un elemento rastreable en todo momento. Esto sin entrar en la
cuestión al respecto de la acción inmunodepresiva del 5G
que facilitaría la progresión de los agentes patógenos, ni la supuesta
replicación de esos agentes patógenos mediante tecnología 5G, es decir,
restringiendo dicha relación al mero almacenamiento y lectura de información
mediante la tecnología.
Otra clave se apoya en el hecho
de que el nombre científico del COVID-19 es SARS-COV-2, tal como, queriendo o
sin querer, aparece en el propio ministerio de sanidad, es decir, es una modificación genética del SARS realizada
necesariamente en laboratorio, lo que demuestra que no es un virus natural, tal
como sostiene el experto en bioterrorismo, el profesor Frances Boyle, quien
interviniendo en el show de Alex Jones (InfoWars.com),
elevó sus
conclusiones, sobre la base de los
estudios científicos presentados en una de las dos revistas más
prestigiosas en la materia, que no son otras que la aparecida en su página 11
en la que se afirma que dicha modificación “puede proporcionar una ganancia de función al coronavirus para una
propagación eficiente en la población humana”, además de revelar que no
existe una ascendencia viral conocida del coronavirus CoVid-19 y sí en cambio
del virus MERS, lo que indica que fue diseñado y que se utilizaron las
propiedades de uno para el otro. Virus de partida, por cierto, que tampoco
tiene un origen natural, como lo demuestra el hecho de que el mismo responde a
una patente, propiedad
del laboratorio “The pirbright institute”, que curiosamente está financiado por
la fundación Bill and Melinda Gates, según la traza
societaria que va desde el primer Rothschild hasta Soros, pasando por la
casa Real Británica.
Al respecto hay que destacar que
los laboratorios habilitados para trabajar con dicha patente, y el de Wuhan,
que al parecer, tal como desarrolla el propio Frances Boyle en su entrevista, accedió
a los estudios del virus de forma fraudulenta, están financiados por los mismos
que promueven la vacunación y por los mismos que realizaron el EVENTO-201 , en
octubre del 2019, en el que se emula la situación de pandemia, con todas los elementos
idénticos (hasta con telediarios ficticios) a los desarrollados de forma real
tres meses más tarde (según se ilustra en el vídeo).
Hemos pasado de una situación en
la que determinadas pretensiones no se manifestaban a otra en la que sí,
manifestando abiertamente qué cosas se harían en un contexto como el de una
pandemia y reconociendo incluso que tal contexto propiciaría el logro de esas
pretensiones. Tanto, en tantas vertientes, que resulta difícil creer que haya
sido producto del azar, de la casualidad o del error. Estamos hablando de
grupos de poder que tradicionalmente han montado guerras en sitios
estratégicos, bien para controlar las materias primas, bien para mantener la
relevancia del dólar, como han montado la del golfo o la de Irak, o las dos
guerras mundiales por las mismas causas. Ésa es la clave final. Estamos
hablando de grupos que ajustan en cada elemento de su estrategia como una
maquinaria perfecta: ¿por qué Italia se ha constituido en foco, por qué lo ha
hecho luego EE.UU? ¿Por qué las actuaciones de los diferentes mandatarios
parecen obedecer más a los tiempos que a los hechos? Es decir, Macron mira para
otro lado y realiza unas elecciones mientras la epidemia va a más, y Sánchez hace
otro tanto escudándose en criterios técnicos para no actuar en una cuestión tan
de bulto como la de La Lombardía, es decir, sobre una cuestión para la que no
se precisa un informe técnico y de cuya realidad nos enteramos todos por los
medios (no tenemos que acudir a un bombero para saber que un fuego está
descontrolado).
Sobre esa clave final se me
ocurren al menos dos motivaciones:
Y podemos pensar que no sea ni
siquiera el objetivo final, y que ese objetivo final sea el ya citado al
respecto del control poblacional o un colapso de la política antiglobalista de
Trump en EE.UU, cuestión que no parece tan extraña si consideramos cómo han
proliferado los contagios allí (en parte por su sistema de sanidad y su
idiosincrasia poblacional), y si consideramos que puede ser que el virus ya
estuviera allí en EE.UU, tal como se desprende de lo ya referido o de las
manifestaciones de un
diplomático chino (desmentidas, por cierto, por otro, y ya es raro eso). Es
decir, esto puede ser simple y llanamente un envido a la grande por este
particular, un intento de romper la fortaleza de esas políticas (su carácter autárquico),
como ya de hecho ha sucedido en México, Reino Unido y Brasil, mediante la contagiosa
realidad y la demanda social, de romper las últimas resistencias al NOM (nuevo orden mundial).
No obstante, de momento el
enemigo (según para quien) no está en esas manos invisibles sino en aquellas
que de forma manifiesta han dejado libre el virus. En los EE.UU se ha
presentado una demanda por 20 billones (europeos) de dólares contra las autoridades chinas,
esto es, por una cantidad mayor que el PIB chino. De forma particular, el
abogado estadounidense Larry Klayman y su grupo de defensa Freedom
Watch (sociedad civil americana) junto con la compañía de Texas Buzz Photos
presentaron una demanda contra el gobierno chino, el ejército chino y el Instituto
de Virología de Wuhan, el Director del Instituto de Virología de Wuhan Shi
Zhengli y el Mayor General del ejército chino Chen Wei, alegando que el coronavirus es el resultado
de un arma biológica preparada por las autoridades chinas. La pregunta
inmediata es, de acuerdo con lo expresado al respecto de las actuaciones de los
distintos mandatarios, qué harán los diferente Estados, es decir, si buscarán
su propia cuantificación de daños, cuestión que no parece puesto que ni
siquiera se ha verbalizado el menoscabo, o seguirán con la agenda.