LA ULTRADERECHA Y EL SINCRETISMO
EL LIBRO DE LOS CAMBIOS (Capítulo 2)(total capítulos editados, aquí)
PRIMERA PARTE
(1) El resurgimiento de los partidos ultraderecha, en general, y
de forma particular en España a través de VOX, es la prueba clara de que algo
se está haciendo mal, que hay problemas de fondo que están tomando otra
dimensión. Como toman otra dimensión apareció el 15M en su momento por un lado
(y en un sentido), y como toman otra dimensión aparecen estos partidos por el
otro.
Aparece la ultraderecha porque los
poderes políticos establecidos no tienen una respuesta a los problemas, o unos
posicionamientos convincentes o suficientemente clarificadores. Problemas tales
como la migración, o la desestructuración social, o el desequilibrio intra-nacional. Tampoco se tiene respuesta respecto a la aparición
de estos partidos, tomada como otro problema más (algo sintomático, casi
patológico), porque no se tiene la capacidad, ni mucho menos, de contener el
sentimiento desbordado o generalizado que los promueve, principalmente porque
sólo se puede hacer esta contención desde la honestidad o la comprensión; y no
se tienen. No se tiene esa capacidad a pesar de venir acompañado de un reclamo
tan rancio y poco atrayente como el himno de la legión. Quiero decir que si en vez de ese reclamo se
diera una escenografía más actual la cuestión podría ser peor, más irrefrenable,
más extensible y extrapolable a la que acontece en Francia y otros países, o a la
del nacional socialismo previo a la Segunda Guerra.
La explicación de lo que ocurre ya
está dicha en La crítica de la razón social, ahora sólo tenemos que particularizar
para el caso, ahondar en lo que se dijo para comprender lo que está ocurriendo
a este respecto, ahondar concretamente en los principios de verdad (tal
como haremos en el siguiente punto) porque es sobre lo que pivota toda esta
realidad, permitiéndonos, además, realizar un tratamiento intelectual de las
cuestiones, y no político.
La explicación-solución pasa
también (o en consecuencia) por comprender lo que he dicho respecto de los
sentimientos desbordados, y cómo unos sentimientos hacen que se desborden otros
por contacto, y, consecuentemente, pasa por comprender la importancia de que
nuestras verdades sociales sean lo suficientemente ciertas y asépticas, tan
ciertas que no permitan estos nidos de mentira de los que se valen los
sentimientos para florecer, y que neutralicen la asimetría social que les sirve
de alimento o de pretexto.
Podría hablar también de la
cuestión catalana en este contexto, pero será en otro trabajo y con otra perspectiva:
hablaré del asunto y de él derivaré a los principios
de verdad según proceda por su relevancia y concordancia, y no al revés
(como aquí).
(2) No es extraño que los principios
de verdad sean tan importantes o estén en el eje de toda la discusión. Todo
lo que ha transformado las sociedades son o han sido principios de verdad. Lo que trató de establecer el cristianismo
fueron unos principios de verdad. Lo
que trató de establecer la Ilustración y luego el marxismo fueron unos principios de verdad. En cada caso
pretendiendo superar el mundo anterior conocido.
-¿Qué es lo que supera el cristianismo? Bueno, el cristianismo dio
un mensaje nuevo sobradamente conocido, pero, para lo que nos importa, pensemos
sólo en que, frente a las religiones anteriores, como las orientales, que
aceptan el status individual o social como inamovible, el cristianismo supuso
un revulsivo teórico y práctico. Respecto al práctico, acordémonos de la lucha
contra el esclavismo, de la que fue precursor. Respecto al teórico, acordémonos
de en cómo la tradición oriental asocia el desajuste social de las castas al
karma y su superación a la migración de las almas o la encarnación, es decir,
que lo asume porque lo entiende como una herramienta pertinente para la
evolución espiritual: el pobre es pobre, el rico es rico, y ya está.
-¿Qué es lo que pretende superar el marxismo? Para el
marxismo, el mundo conocido que pretende superar es el del capitalismo feroz, y
con ello la anulación, no esencial del individuo (como en el esclavismo), sino
existencial: ahondando en las proclamas de la Ilustración, esto es, en el
igualitarismo social.
Podríamos llegar hasta los Mandamientos. ¿Qué son
los Mandamientos sino principios de
verdad? Esto nos ayuda a entender mejor qué es (lo que es) un principio de verdad. De hecho, el
desarrollo de esta identidad (principio de verdad-mandamiento) nos da para
decir multitud de cosas, y, como primera de ellas, que más buenos o más malos,
de forma más exacta o menos, llevamos 4000 años con los mismos principios de
verdad.
¿Qué son los Mandamientos? Sujeciones o compromisos sociales
destinados a orientar a la sociedad en una determinada dirección y preservarla
de sus excesos… Mandatos. Algunos de
ellos los hemos desechado por innecesarios, o superado, y a otros no llegamos
todavía en la actualidad, aun siendo una exigencia mínima.
¿Qué tenemos ahora? Ahora tenemos La Constitución o, por decirlo mejor,
los pretendidos principios de verdad
derivados de la Ilustración. ¿Es lo
mismo? No, no es lo mismo:
Cuando nosotros decimos “No matarás”, eso está en el imaginario
colectivo y hacemos lo posible porque sea así. Cuando hablamos de “El derecho constitucional a la vivienda”,
hablamos de algo que se pretende o entendemos bueno, pero ya está. Más aún, cuando
decimos “Igualdad” estamos diciendo
algo que no está en ese imaginario y que tenemos que regular jurídicamente para
darle forma porque no tiene esa forma (de principio
de verdad) de manera natural. Ésa es la diferencia entre un Mandato y una
regulación jurídica, su
determinación, su aceptación inequívoca, su concordancia con una determinada
forma de ser o expresarse el sentido común.
Ocurre que al darle forma se
convierte en algo reconceptualizado, que se tropieza con otras cosas, de tal manera
que hay una mitad de la población que directamente no lo acepta y por lo menos
la mitad de la otra media que lo hace con reservas. No son principios, son pseudoprincipios. No son lo mismo, y por no
serlo no nos lo terminamos de creer. Y no lo terminamos de creer porque es
imposible desde todo punto de vista. Desde un punto de vista teórico va en
contra de la realidad de las cosas, de su fundamento lógico: simplemente, ni
somos ni podemos ni debemos ser iguales. Desde un punto de vista práctico no
existen los mecanismos que lo hagan posible (sino todo lo contrario).
Que sea imposible no quiere decir
que no podamos tenerlo como referencia, y que represente una de tantas
superaciones de lo humano (de lo demasiado humano). Es decir, podemos tratar de
alcanzar una idea de igualdad que podamos llevar al imaginario, pero eso significa
dos cosas, una aceptar que no es principio (de lo que se parte) sino final (por
esto es pseudoprincipio), y otra, que tenemos que hacerlo mediante un proceso
de construcción. Aquí es donde viene la necesidad de los vasos comunicantes (VVCC introducidos en “La crítica de la razón
social”), la de hacer que esa desigualdad responda exclusivamente a nuestra
propia naturaleza (a lo que somos), y no a otras razones, y no tenga, en primer
orden, consecuencias psicológicas o morales, y luego económicas (más allá de lo
razonable). Y es aquí donde viene también la necesidad de la inversión social, proporcionando la
ocupación pertinente a cada una de los individuos en función de su singularidad.
Ese proceso de construcción tiene
dos etapas una la de desmontar o derribar, de la que se ha ido encargando todo
el proceso de estandarización, y otra, la de construir, propiamente, o formar,
y no sólo desde el punto de vista arquitectónico que acabamos de expresar a
través de los VVCC y la inversión social, sino desde el lógico, y ahí está el
problema, ésa es la verdadera
encrucijada en la que estamos ahora.
(3) ¿Qué ha ocurrido en sociedad, y que es en realidad la madre
de todos los problemas? Pues que hemos sustituido los Mandatos por una
regulación jurídica que da lugar a tres cuestiones: a la inefectividad, a
la ambigüedad, y a la asimetría. Esto es parte del proceso
de estandarización que ya indiqué, que incluso entra en confrontación con los
Mandatos (léase con el principio común, con el imaginario colectivo).
Cuando yo digo “No robarás”, estoy diciendo eso, y
estoy diciendo que existe una jerarquía
entre eso y todas las otras acciones o efectos que se deriven de ese acto, de
tal modo que el ejecuta la acción nunca puede ser la víctima de ella o lo que
se desprenda de ella de forma natural. ¿Esto qué quiere decir? Quiere decir que
si alguien roba en mi casa, todo lo que ocurra y le ocurra al ladrón es de su
responsabilidad. Salvo la muerte o el ensañamiento, que tiene mayor jerarquía o
no sucede de forma natural, y habría que someterlo al criterio de “defensa
propia”, y similares. Sabemos que la regulación jurídica nos lleva a otra cosa.
También nos lleva a otra cosa si
alguien en vez de robarla la ocupa. Aquí sucede que alguien ocupa tu casa y no
lo puedes echar. Es el mundo al revés. Al revés para el ciudadano, porque el
Estado sí que se previene de esto. Los dos deberían tener la misma legitimidad,
es decir, la misma capacidad de respuesta frente a la misma acción, o, en su
defecto, ser el Estado responsable subsidiario de eso que impone, de esa
conducta.
De forma análoga, lo mismo que el
Estado tiene leyes, jueces y medidas represoras para obligar a una forma de
comportamiento, y su aplicación no resta legitimidad al Estado (salvo en
cuestiones de mayor jerarquía), los padres tienen y deben tener normas,
criterios paternos y posibilidades coercitivas sin que esto derive en una
pérdida de sus derechos paternos o en la merma del respeto filial, o (el) de
las normas de convivencia (cuando menos). En este sentido, cuando se decía “Honrarás a tu padre y a tu madre”, se
quería decir que por defecto los hijos están obligados al principio de
autoridad paterna, muy al margen de las
capacidades y de las actuaciones de esos padres. De esto hemos pasado (quitando
la última parte de la frase) a que sí se pueda cuestionar esas capacidades, y
de ahí a que no se acepte esa autoridad paterna como principio, en tanto que
los padres sí están obligados al socorro, no de los hijos (puesto que no se
comportan como tales en ese caso), sino de esas personas jurídicas, que viven
de forma disoluta y sin compromisos.
Mediante la regulación jurídica (ésta
regulación jurídica) hemos pasado de unos padres que circunstancialmente imponen
a sus hijos, sin que éstos tengan otra posibilidad, a que sean los hijos los
que impongan a los padres sin remedio ni amparo. Es decir, de una asimetría a
otra.
Esta regulación jurídica, como proceso de liberación, ha podido ser
necesaria para desasirse del corsé del Mandato decimonónico (de la asimetría
ancestral), pero no podemos darle la vuelta al Mandato (su jerarquía) o
sustituirlo por nada (es decir, rompemos pero no construimos o no lo hacemos
bien). Y no se puede dar la vuelta al Mandato por muchas razones, entre ellas,
porque dejar todo el peso de la educación al Estado y sus organismos tiene
consecuencias: el Estado no puede con todo, y como no puede con todo se da lugar
a una sociedad problemática, y maleducada cuando menos. El Estado quita la potestad,
pero luego no tutela, se lava las manos. Podemos ser progresistas, pero no
gilipollas, esto es, no podemos tirar piedras sobre nuestro propio tejado.
Esto es una pincelada sobre la
educación, la desvertebración social y el papel de la familia, no como cuestión
solapada a una determinada concepción o estructura judeo-cristiana sino como
una cuestión de higiene social y de efectividad. Igualmente podríamos hablar
del papel de cada cónyuge en ella, o de la escuela al respecto de esta desvertebración
(será no obstante en otro trabajo, para no desviarnos de la cuestión). Desvertebración
social, por cierto, que, aunque promovida por la izquierda, le viene de
perillas al Capital por cuanto es la expresión de la estandarización que éste
persigue, que nos lleva a lo apuntado en el capítulo anterior respecto al
empeño de ese Capital, o del Estado
profundo que está detrás de él, en poner en marcha un esquema social sin
capacidad de respuesta por cuanto supone una neutralización de esa respuesta en
los grupos de decisión básicos de la sociedad, esto es, la familia, al poner a
todos sus miembros en una situación de equiparación y eterno conflicto.
Todo esto está desarrollado en la
WEB, concretamente en el apartado 3ª de los Principios, donde se explica la desintegración social, derivada del
igualitarismo, de otro modo:
Una sociedad regulada por
principios viejos, llenos de prejuicios es una sociedad altamente polarizada,
que contiene todas las patologías sociales ya vista, que le son propias y
sabemos (la del patriarcado). Una sociedad sustentada en el igualitarismo
alberga otra serie de patologías, patologías que derivan de la despolarización
social. Una sociedad no puede estar altamente polarizada (es además una
sociedad primitiva). Una sociedad no puede estar (hoy por hoy) despolarizada,
porque en la despolarización está el caos, la indeterminación (derivada de la
indeterminación en el sentido de circulación del flujo entre polos), la
imposibilidad de transmitir generacionalmente una idea de sociedad: si se anula
cualquier idea de sociedad futura en función de la idea de sociedad pasada,
porque ha sido aniquilada esta última, se puede presentar cualquier otra idea interesada
de sociedad futura e instalarse sin resistencia alguna, que es justamente lo
que está ocurriendo en la actualidad.
Y de esa imposibilidad de
transmitir generacionalmente una idea de sociedad, la imposibilidad de
constituirnos, alguna vez en el tiempo, en sociedad única, salvo ésa
estandarizada que es única sobre un único principio, el que promueve el Capital,
el del dinero y la optimización de los procesos. Esto es importante: las
sociedades o se unifican o se disgregan irremisiblemente, y es común que hagan
lo segundo, aumentando su desorden, como lo hacen todas las cosas en la
naturaleza a no ser que empleemos algún tipo de energía para contener o
invertir el proceso. Y es importante porque cualquier idea que queramos pensar
de sociedad avanzada, tiene que sustentarse en la idea de sociedad unificada. Unificación
que, como ya he explicado, sólo puede venir a través de principios de verdad, de
un nuevo imaginario. No cabe otra cosa.
(4) Hay algo
más importante aún que deriva del Mandato. El Mandato no sólo establece una
jerarquía entre el mismo y el resto de la acciones que se derivan, sino que
establece una jerarquía entre ellos, lo que nos lleva a tener ordenadas las
cosas de la vida en virtud de esa jerarquía, de su importancia.
Esa jerarquía ha cambiado o puede
cambiar con el paso del tiempo. Ésa es la adecuación del Principio a lo que
entendemos por tal: su depuración. El debate político (y el personal) debe
estar en esa depuración, en su definición, para luego poner sobre ella las
cosas, y no como se hace ahora, donde son debatidas las cosas sin haber
establecido esas categorías y, por tanto, sin resultado posible (que es lo que
ocurre en cualquier debate político, donde cada uno habla de una cosa distinta)
Decía Kant, hablando del
conocimiento y de la forma de alcanzarlo que sin las categorías no podríamos
tener ese conocimiento, que “las
intuiciones sin conceptos son ciegas”, pues bien, lo mismo para nuestro
acercamiento a la verdad de las cosas, para el juicio moral o para ése que
trata de establecer la legitimidad de las cosas en sociedad.
En este caso, las categorías son
principios y están jerarquizadas (dicho de otra forma, los principios son
categorías jerarquizadas), y representan la única forma de que los argumentos no
sean sólo la expresión de nuestros deseos sino que respondan a un esquema
aceptado.
Si alguien se preguntaba para qué
sirve la filosofía, sirve para esto, para ir más allá de nuestras preferencias,
para que éstas se acomoden a la verdad de las cosas, para crear esa verdad, o
una verdad suficiente.
Pensemos además una cosa, cuando yo
digo que es necesario ordenar nuestro mundo, quiero decir el nuestro (el del
99%), para que esté ordenado al igual que está ordenado el de ciertas élites
(las del 1%), es decir, para evitar que exista un mundo ordenado y otro (el
nuestro) en el caos. A río revuelto (ya se sabe), ganancia de pescadores.
Esto último no es filosofía, es
subversión. Una subversión necesaria por cuanto el establecimiento de esa
sociedad maleducada y problemática del 99% es algo que además busca ese 1%,
esto es, el Capital, el Estado profundo, que hace de esa desestructuración la
antesala de su pretendida estandarización, que a su vez es antesala del estado
de esclavización social puesto en marcha.
SEGUNDA PARTE
(1) Sabemos que esta sociedad esta dividida en dos polos
respecto a lo económico. La cuestión es que también está polarizada respecto a
esto que he desarrollado. Entre quienes abogan por una regulación garantista
(aunque endeble) y otra fundamentalista. Entre quienes abogan por el
igualitarismo a ultranza y los que piensan que es contrario al desarrollo de
los pueblos y de los hombres. Eso son la izquierda y la derecha sociales, la
expresión de esa dicotomía, o, por decirlo mejor, eso es, o lo es de forma más
categórica, el espectro político estandarizado (adscrito a las fórmulas
democráticas vigentes) y ese otro que escapa a izquierda y derecha y que
abomina de él.
Creo que quien no sepa ver el
desarrollo de la ultraderecha desde esta perspectiva, desde la consagración de
esta dicotomía no está viéndolo bien, lo suficientemente bien (sólo hay que
fijarse en la intervención y la cita evangélica del portavoz de VOX en la
Investidura andaluza). Creo además que
no sirve demonizar (son formas de leer la realidad en virtud, la más de las
veces, de la experiencia), y que sólo entendiendo unas y otras posturas como
expresión de esa experiencia (empatizando con ella, averiguando qué de verdad
puede haber en lo que a priori nos parece tan desalmado), seremos capaces de
dar una solución válida a la cuestión del mundo. Partiendo además de la premisa
de que nadie (o casi) hace las cosas desde la perversión sino desde la
incapacidad personal (por lo que es y por su experiencia) de encontrar algo
mejor, y desde el anhelo de encontrarlo: incluso el que se suicida lo hace
porque no encuentra algo mejor.
Sucede además que cuanto más inefectivo, asimétrico y ambiguo es
el primero más fácil es que florezca el segundo, que se genere ese anhelo. Lo
vimos en la Alemania nazi, lo hemos visto en Trump, en el surgimiento de la
extrema derecha europea, en la brasileña ahora de una forma más definitiva, y ya
en la española con VOX, consecuencia en alguna medida de la inefectividad,
asimetría y ambigüedad de la política nacional respecto del independentismo
catalán, que a su vez puede ser una consecuencia de estos mismos elementos en
otro sentido (en el otro sentido). De lo que se concluye que esa forma de hacer
política (de entender las cosas) no sirve, y que al final te salen goteras por un
sitio o por el otro, si no por los dos.
Esto no quiere decir que VOX tenga
o vaya a tener la respuesta a la cuestión catalana, por ejemplo, lo que quiere
decir es que representa o introduce un determinado tipo de respuesta que no
está en el panorama.
Estos partidos no sólo florecen por
la incapacidad de dar solución a los problemas de los grupos políticos
estandarizados sino por su incapacidad de expresarlos convenientemente y sin
ambages, tal como hacen esos partidos llamados populistas o radicales. Son
llamados populistas porque expresan aquello que quiere escuchar la gente y
proponen la solución (más buena o más mala), tal como hacemos cada uno de nosotros
(los que lo hacemos) en el día a día, con determinación (sólo hay que ver como
despacha Trump), frente a la eterna indeterminación de los otros, frente a su
equidistante soflama.
Esa radicalidad pone la urgencia sobre
los temas fundamentales que están ahí y que todos podemos sentir, en tanto que
la clase política estandarizada está en que lo más importante que tiene que
hacer (que se tiene que hacer) es aprobar los Presupuestos Generales, que es
tanto como decir que lo más importante que tiene que hacer es un ajuste
contable, en tanto que el resto de las cuestiones siguen un curso u otro en
función de un sentido particular de “la importancia”, cuestionable y con fecha
de caducidad la más de las veces.
Lo vemos en todos los órdenes, por
ejemplo en la Educación, queriendo sustituir lo fundamental por lo accesorio, y
no llegando a acuerdos en lo que todos entenderíamos prioritario, que es
establecer un sistema educativo saneado y eficiente, ambicioso. Y lo vemos
hasta el punto de preguntarnos si hemos ganado algo al respecto de esto en
estos cuarenta años, revigorizando el pasado, no por añoranza o por su
excelencia sino por la total ausencia de eficacia, de elementos ilusionantes y
con perspectivas de futuro del presente, de las actuaciones en el presente; y
de preguntarnos si no se está haciendo de este modo de forma intencionada.
Aquí es donde viene, una vez más, el
valor de los principios de verdad, como
la única forma de establecer una “importancia” indubitable, como la única forma
de que el debate entre las distintas fuerzas políticas se establezcan por
cuestiones de segundo orden, es decir, sobre la base del principio alcanzado,
que representa el primer orden, de cuya desconsideración viene, además, que algunos miles de años de Historia no hayan servido para resolver como sociedad lo esencial, que es esto
que acabo de decir, y que en vez de una perspectiva fundamental se haya
impuesto una lucha de opuestos que es la lucha de intereses opuestos, que
prefieren no permitir, o entorpecer, que hacer: la lucha de opuestos se
constituye, de hecho, como en la más perfecta herramienta de colapso social o
suma destructiva de fuerzas.
Dicho de forma gráfica, tirando uno
para arriba y otro para abajo no se avanza, en cambio, si se determina que el
sentido es para arriba mediante el principio
de verdad, ya podremos discutir si a la derecha o izquierda con la
seguridad de no estar afectando a los fundamentos, al movimiento principal y
consecuentemente a su eficacia.
El populismo actual no compra buena
parte de los supuestos logros de la modernidad (ni el de derechas ni el de
izquierdas), como el ya visto de la Educación, ni la lucha de opuestos que los
sustentan (aunque no lo tenga teorizado). El populismo expresa lo que quizá no se
pueda hacer o incluso represente una barbaridad hacer, pero tiene la vocación
de hacer, o la suficiente cantidad de hartazgo o de impaciencia.
La demagogia de la política
estandarizada expresa en cambio lo que en realidad no se quiere hacer o se sabe
que no se puede, y sólo trata de conectar con los anhelos y camuflar la
realidad, esto es, su escaso nivel de impacto social, incluso (como dije ya) la
deficiente capacidad de contener o absorber esas corrientes populistas, esto
es, de proponer iniciativas que las desactiven, más allá del discurso o la
reprobación fácil e interesada.
Puesto que el poder estandarizado
está dividido en dos, el de derecha y el de izquierda (PP-PSOE en España, podríamos
decir), el de derechas reprueba el populismo de izquierdas, y el estandarizado
de izquierdas, el populismo de derechas, dado que, radicalidad al margen, son
diametralmente opuestos. Son opuestos porque tienen objetivos diferentes y
surgen por diferentes causas. El de izquierdas tiene una carga ideológica
contra el sistema (puesto que el sistema vigente, el del Capital, es de
derechas) y el otro sólo una crítica respecto a su aplicación, su aplicación no
extrema. Por ejemplo, frente al paro, el de izquierdas, propiciaría políticas
contrarias al capitalismo estandarizado y el de derechas la elevación de las
mismas, es decir, la supresión de los competidores, llámese migración o
comercio exterior. Vemos que para uno existe una ideología social equivocada y
para el otro una, adulterada o almibarada.
El primero se basa en el
reforzamiento de los pseudoprincipios y el otro en el de los principios de
antaño. Ambas nos llevan al localismo y al reforzamiento identitario, así como
a estructuras sociales perniciosas, bien porque no son completas o implementables
en el mundo actual, bien porque puede dar lugar a desastres de orden
geopolítico, en ambos casos a fórmulas fascistoides derivadas, en consecuencia,
de hacer lo que se pretende doctrinalmente hasta las últimas consecuencias, es
decir, de la intolerancia, de la dogmática mal concebida.
(2) Lo que estamos planteando es que la política estandarizada
no sirve porque está estandarizada y no tiene principios o más principios que
una regulación jurídica difusa (un perpetuo conflicto), la populista
ultraconservadora no la queremos porque parte de unos principios arcaicos,
llámese dogma de Fe o no, y que el populismo de izquierdas está vacío de referencias
reales, obsoleto; y que, por tanto, necesitamos una nueva referencia política,
una apoyada en otra dogmática, en una
dogmática social, no en un marco jurídico sino en principios de verdad.
Lo que estamos planteando además es
que se puede promover esa dogmática
desde posiciones progresistas, que, aunque es dogmática, sólo comparte con
la dogmática ultraconservadora, su carácter dogmático, no su contenido. Esa
similitud es la que hace (junto al vacío preexistente) que determinados grupos
sociales o perspectivas personales, que no encuentran una versión progresista
de lo que se quieren expresar, se desvíen a esas fórmulas, tal como se ha puesto
de manifiesto en las elecciones de Andalucía.
Si reparamos en estas elecciones,
en la que ha resurgido la ultraderecha de VOX y ha crecido el centro-derecha de
Ciudadanos, VOX se ha presentado de esta forma que digo (regeneración y
determinación) frente a la derecha tradicional del PP (para su electorado). Y,
curiosamente, Ciudadanos, siendo centro-derecha, se ha presentado de esta forma
para el electorado de izquierdas (o de la derecha amable) a falta de una izquierda
que cumpla esta función (PODEMOS en este sentido fue el sueño de una noche de verano), lo que evidencia esta necesidad
de referencias (determinación) que acabo de presentar, que podría haber sido
más polarizada sin esa segunda fuerza política referida.
A decir verdad, si VOX en vez de
representar esa parte extrema de la derecha, que es así porque se desgaja por
ese lado del PP, recogiendo todo lo rancio de la vieja derecha, se hubiera desligado
un poco (hubiera tenido esa capacidad), otro gallo hubiera cantado, esto es,
que muy probablemente hubiera recogido a otros muchos perdidos en el camino,
dado que es toda esa parafernalia rimbombante la que desluce un discurso que podría
conectar incluso con el de la izquierda por lo ya dicho (ejemplos tenemos en los
parlamentos europeos), esto es, por cuanto son o quieren ser un contrapoder.
Invalidando el sincretismo político
planteado, se podrá decir aquello de “claro, y si la abuela tuviera bigote ya
no sería la abuela, sería el abuelo”, y es verdad, es verdad la imposibilidad
de esta mutación o esta transversalidad, como lamentablemente lo fue con PODEMOS
por su no menos rancia vieja guardia. Errejón ya expresó vía twitter ese “miedo”
a Podemos: "A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo
es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en
nosotros".
Pero, siendo verdad, no es menos
verdad que esto es en buena medida lo que pretende Ciudadanos (como lo ha
pretendido cualquier grupo de centro que se precie) para alcanzar ese
posicionamiento regenerador desideologizado, que otros, precisamente por lo que
estoy tratando y les supone, tratan de arruinar o de escorar. Y no es menos
verdad que conectar con la esencia que queremos todos (cosas que sirvan, y que
sirvan ya) es también lo que pretenden los dos grupos citados (Podemos; Vox) por
ser como son esencialistas, o creerse ellos mismos que lo son.
(3) Lo anterior me lleva a otro análisis más arriesgado. Ambos partidos
extremos quieren conectar con la esencia de la ciudadanía y no lo consiguen como
consecuencia de sus remanentes históricos, sus particulares obcecaciones, sus
resistencias doctrinarias, y, particularizando a lo español, por una guerra civil.
No lo consiguen como consecuencia de no comprender qué es lo que tienen que
quitar para llegar a la ciudadanía sin perder la esencia, que es la única forma
de romper el techo electoral que tienen por defecto, como muestra o efecto visible
de esa conexión. La contestación de Iglesias al comentario de Érrejón en la
cita anterior demuestra que él no lo comprende, además de demostrar que sólo
sabe de funciones de una variable y que tiene muy poca intuición (ya, por tres
veces): la realidad ha demostrado ser más compleja. La simple mención por parte
de Vox de querer separar en las escuelas a los niños y a las niñas pone de
relieve también, en primer orden (que más tarde ajustaré), que sus dirigentes no han entendido nada.
La cuestión es que no hay dos
esencias de una misma cosa, sólo una, por pura definición, de lo que se
desprende que queriendo llegar los dos a esa esencia no puede ser sino a través
de la convergencia.
Lo que estoy diciendo es que,
salvadas esas objeciones, es más fácil que esa derecha conecte con esa
izquierda, y viceversa, a que lo hagan con las respectivas formas
estandarizadas (más allá de la exigencia de las mayorías parlamentarias) y que
muy bien se puede llegar a esa conexión a través de la verdadera esencialidad
de sus posturas, esto es, mediante los principios
de verdad, para lo que sólo tendríamos que quitarle algo de caspa a los Principios
de la derecha y ponerle algo de verdad a los pseudoprincipios de la izquierda,
es decir, ser otra derecha y ser otra izquierda,
o unas versiones nuevas o actualizadas, que muy bien se podrían corresponder con el Ciudadanos de Rivera (que podemos asemejar a Vox sin esa caspa) y el Podemos de Errejón (que se
quiere desmarcar de Podemos) si no fueran porque respecto a la esencialidad exigida, como veremos más adelante, ya
van muy por detrás de los tiempos, que son tiempos de sublevación global.
Lo que estoy diciendo, además, es
que, salvada nuestra memoria histórica (tal vez por ella), ambos grupos extremos (Vox, Podemos) están conectados como están conectados dos gallitos de pelea, que se saben
gallitos, aunque luego peleen a muerte. Los dos gallitos tienen en común que
aunque vivan en democracia tienen una misma idea antisistémica de la misma. Los
dos tienen el mismo espíritu, aunque diferente concepción, pero los dos quieren
lo mismo o podrían quererlo si no caen en la alienación o en la degeneración, o,
más propiamente, si desarrollan su última
versión por el camino de la esencialidad y se atienen a lo que de verdad, de verdad, se debe exigir de una
sociedad: elementos de higiene social, y como primero de esos elementos de
higiene el de la relación con el Capital y el tratamiento correcto de toda la
manipulación perpetrada por el Estado profundo del que muchos de ellos son en
realidad acreedores.
¿Es tan difícil? Sólo voy a poner
un ejemplo. ¿Cuántos de esa derecha o de esa izquierda no volverían a una
legislación tan proteccionista para el trabajador como la heredada por el
franquismo? Está claro que el mundo ha cambiado y que tenemos que adaptarnos al
mundo, pero sabemos dónde está el nivel de referencia. Unos llegaron a ese
nivel desde la necesidad y otros desde la sujeción moral o el paternalismo
institucional (que no tienen el Capital o los Bancos hoy en día), y ahí se
cruzaron y encontraron el común denominador. La necesidad sigue siendo la
misma, sólo tenemos que reeditar otras formas de sujeción o compromiso y
articularlo social y económicamente (VVCC e inversión social).
No es tan difícil. El común
denominador es eso que nos sirve a todos. Así se llega a la esencialidad,
cruzando de forma transversal todas las capas laminadas de la sociedad. Así se
llega a esas formas de higiene social, así se llega a no querer más de lo que
nos corresponde, a no querer todo lo que se pueda de aquello que queremos
porque si lo queremos y lo tomamos seguro que nos tropezamos con algo.
Por ejemplo, a alguien le podrá
parecer el colmo del control o dominio de la propia vida que una niña de 16
años, que por otra parte tiene que pedir permiso a sus padres para faltar a
clase, pueda abortar sin tan siquiera el conocimiento de éstos, pero es un
exceso, un exceso que termina cayendo porque, como dije, y para empezar, no
está en el imaginario e incluso es contrario al sentir de gran parte de la
población (de izquierdas también), que en buena medida toma esto como una
usurpación de responsabilidades. Una cosa es presentar principios de verdad y otra bien distinta una moral de Ikea
(pseudoprincipios).
En consecuencia, podrá
implementarse en sociedad, pero siempre estará en el capítulo de los “debes” de
esos grupos, esto es, será derogado a la menor oportunidad. ¿Qué sentido tiene
darle a la tuerca una vuelta de más y que se pase de rosca? ¿Qué sentido tiene
poner en sociedad reglamentos que sólo responden o son la materialización, más
que probablemente, de la frustración vivencial y adolecente de alguien, de una
mala experiencia paterno-filial en este sentido? No estamos hablando del
aborto, estamos hablando de otra cosa. Esto es un caso más de asimetría.
Asimetría entre el Estado y las personas, y, si se quiere, entre las
obligaciones educadoras-preservadoras de los padres y las que de forma real tienen
lugar. Esto es un caso más de manipulación y de anulación del dominio de
nuestras vidas a través del supuesto empoderamiento de los miembros en
formación de las unidades familiares y su equiparación a los elementos ya
formados de las mismas como método para romper cualquier vestigio de tradición,
de esquema previo en la toma de decisiones, y nos pongamos, ya sin esquema, en
la posición de aceptar cualquier cosa que nos quieran poner en la tele.
De otra parte (y del otro lado),
otro tanto se podría decir respecto al aborto en sí. Uno puede tener en muy
alta consideración la vida humana, pero ¿de qué sirve, en virtud de la misma, hacerla
extensible al resto de la ciudadanía si ese resto tiene en consideración otras
cuestiones, otras premuras? La esencialidad de las cosas no puede venir por la
vía de la Fe o la creencia y querer hacerla universal cuando tiene tantos
efectos colaterales, y cuando, además, ni siquiera a efectos de esa Fe se
tienen resueltos todos los supuestos: ¿qué pasa con los abortos generados por
el DIU? La esencialidad comportan tantas contradicciones que no nos queda más
remedio que establecerla sobre el mandato social (la derecha doméstica incluso
lo hace, por lo mismo) y dejar el moral para el que lo sienta así, dejando que
sea la providencia la que en un futuro nos saque del dilema de alguna u otra
forma (algo análogo se puede decir de la eutanasia).
En la transformación social hay que
distinguir muy bien lo necesario de lo contingente, lo exigible de lo que no lo
es. Lo contrario es invertir las categorías, las jerarquías. Cuando se
invierten, la sociedad se resiente, y se descompone poco a poco. Es decir, no
puede aguantar el peso de la asimetría social mucho tiempo (tenga la forma que
tenga), a no ser que se quiera llevar a la sociedad a alguna forma de
totalitarismo.
(4) Voy a tratar de hacer el “más difícil todavía”. Algo
parecido a lo anterior ocurre con la ley
de violencia de género y la discriminación positiva que la acompaña, si no
peor. Digo peor porque, como se ha visto, más hincapié ha hecho la ultraderecha
en esto que en cualquier otra cosa, entendiendo ella misma que aquí (en España)
y ahora es en lo que más puede diferenciarse de otras formaciones políticas,
porque es sobre este particular sobre lo que se ha instalado un pensamiento
único. Es decir, que hay que hacer la lectura en esta clave y darse cuenta de qué
es lo que dicen todos (lo mismo) y qué es lo que pretende decir quienes dicen
algo diferente, y por qué. Y qué nos aparta de la posibilidad de llegar a la
verdad social de las cosas, a ese sincretismo.
(A) La cuestión no es, en primer término,
si lo está expresando un partido de ultraderecha (la verdad es verdad la diga
Agamenón o su porquero) sino si se está expresando un malestar real existente
que no encuentra (encontraba) otras formas de visibilizarse, y sí muchas de ser
acallado. De hecho esta cuestión no es una cuestión de la ultraderecha
sino una cuestión sobre la que no se ha tenido en consideración a una de las
partes (como si no fuera parte) a base de criminalizar cualquier manifestación,
declarándola misógina para acallarla, de tal modo que, a falta de un grupo pro-igualdad
entre los géneros claramente constituido (aunque
existe la sensibilidad),
no se ha podido tener presencia ni ejercer ningún tipo de reacción, y ni
siquiera reticencia. Y de hecho, también, es muy probable que se declare de
ultraderechista o incluso fascista este posicionamiento, aprovechando que la
ultraderecha es la valedora del patriarcado, para forzar que nadie se acerque a
esas posiciones o tome sensibilidad, a riesgo de ser tomado como tal fascista,
por asociación, sin tomar en consideración que fascista es el que hace una ley
asimétrica, a sabiendas (sobre todo si se hace desde el odio), no el que la
denuncia.
Pasa algo parecido a lo que ocurre
con el separatismo catalán y el proselitismos independentista (se utilizan las
mismas técnicas de extorsión emocional-intelectual), aquí también existe una
mitad silenciosa y silenciada con sus derechos conculcados sin una voz, y no
por esto conformes. La diferencia es que allí puede ser que estén sufriéndolo
en el día a día, dependiendo de los ámbitos, y en esto sólo el que entra en
algún tipo de conflicto, como pueda ser un proceso de divorcio, lo que lo puede
hacer más indetectable o menos susceptible de debate, en virtud también de los
casos reales de violencia (maltrato, violaciones) que sirven de justificación
para todo lo demás, esto es, para crear una determinada cultura, una
determinada subclase ciudadana, criminalizando al sexo masculino y muchos de
los gestos que le son propios que no tienen nada que ver con esa violencia.
Allí se hizo visible luego la
Sociedad civil catalana con todo lo que representaba. ¿Tendremos aquí que
densificar y bipolarizar igualmente las posiciones, o seremos más inteligentes?
Tal vez en la salida a escena de la ultraderecha esté la contestación.
(B) La cuestión no es sólo, por tanto, y en
segundo término, que un determinado partido exprese algo que no estaba
expresado y trate de expresarlo, la cuestión es que quien lo está expresando no
estaba antes en el panorama y no ha tenido oportunidad de hacerlo, esto es de
posicionarse frente a esa realidad, frente a ese malestar, y darle un carácter
político a lo que de otra parte ya tiene sobrada forma. La
respuesta no puede ser, en consecuencia, dado que es nuevo en el panorama,
ningunear sus objeciones sino hacer pedagogía con ellas, puesto que ellos precisamente
asoman en virtud de esas objeciones, que luego tendrán el tratamiento que
tengan que tener. Pensemos cómo debería tratar una comunidad de vecinos a un nuevo
vecino, o un círculo laboral a un nuevo trabajador, con sus normas, usos y
costumbres, y nos haremos una idea de esa respuesta. Nos haremos una mejor idea
si pensamos qué fácilmente se confunden las normas con esos usos y costumbres,
y, más aún, si pensamos en el afán de unos por mantener el status frente al
legítimo derecho del nuevo vecino (trabajador) a diferenciar unos de otros.
Aquí la confusión no se establece
entre la norma y el uso sino entre la ley y el pseudoprincipio, esto es, la ley
con pretensiones de rango superior, al que quiere dar lugar. Es decir, la
confusión se establece porque hay quien toma la Ley como un Principio (y los
principios no se tocan), sin serlo de verdad, y porque en vez de analizar qué puede haber de
verdad en los planteamientos se blinda mediante el consenso alcanzado a través
del parlamentarismo estandarizado, como si esto fuera razón suficiente, abalado
por una parte la ciudadanía interesada (juntando el interés del feminismo
respecto de la Ley con el de la izquierda respecto al tránsito de gobierno en
la Junta y la
Investidura de su Presidente), que eleva la voz no para reclamar sino para
acallar en origen cualquier expresión, cualquier intención. Y todo ello sin
comprender que estas cuestiones no se pueden ni deben dinamitar/dinamizar con
la acción popular o la componenda política, sino que hay que ir al fondo del asunto
y, como dije, hacer pedagogía puesto que
el asunto, lejos de ser político, es social.
Sin entrar en ese fondo de la Ley,
la cuestión es, partiendo de la necesidad incuestionable de una “Ley de
violencia de género” (más acertado es cuestionar las partes que invalidar), si
esta ley está o no está establecida en unos términos de asimetría social, o si
para neutralizar una asimetría no nos está llevando a la sociedad a otra
insostenible. Tan sencillo como esto.
La cuestión es ver si existen personas claramente perjudicadas por la Ley,
que como consecuencia de ella reciben un agravio comparativo, que es lo más
básico en derecho que debe cuidar una legislación y, en consecuencia, lo más
recurrible judicialmente. Y verlo, es
verlo, no es decir: “es mentira, es mentira, lo de las denuncias falsas es
mentira, es mentira, son el 0,0075%, lo de la legislación privilegiada, es
mentira, es mentira” y ya está, ni postular que cuestionar la Ley es ir contra
la mujer o alguna otra afirmación interesada que trata de constreñir el citado
derecho (se pone la Ley con categoría de Principio por encima del derecho). Y
así todo. Es decir, la misma potestad se tiene para denunciar ese agravio
comparativo a título personal (por un caso particular) como hacerlo a título
general por un colectivo político o social. Si es, es.
Hay que decir una cosa más, cuando
el agravio comparativo es sobre una persona de forma aislada se va al juzgado y
ya está, queda ahí. Cuando ese agravio es sobre un grupo de personas por su
religión, su raza, su sexo o su orientación sexual, es otra cosa. Esa otra cosa
es lo que se ha tipificado modernamente como delito de odio, pero es lo que
todos reconocemos desde siempre como actitudes fascistas y se reconoce como
fascismo propiamente dicho cuando está regulado jurídicamente como se hizo en
la Alemania nazi con los judíos, separando a las personas por clases, o por
clase de personas. Y no sólo eso, esa otra cosa es algo que no permite la
Constitución española, de forma explícita, de lo que se deriva que es
inconstitucional, muy al margen de que en la tramitación de la Ley se haya
recurrido o no para esos efectos, o pueda serlo de forma discrecional.
Dicho de forma explícita, el Estado
puede legislar para amparar a la presunta víctima y darle todos los cuidados
que estime, pero esos cuidados no pueden estar efectuados de forma sistemática a
cargo del presunto agresor sin haber sido condenado, como ocurre ahora,
mediante la cesión de la vivienda y la retirada de la custodia (valga como
ejemplos de las cuestiones particulares), contrariamente a lo que sucede en
cualquier otra causa judicial abierta por cualquier otra cosa que queramos
considerar.
Lo anterior que he dicho no es
cierto del todo. El Estado no puede dar todos los cuidados que estime porque si
ocurre esto, como ocurre, una persona está pleiteando con toda la ayuda jurídico-vital
del Estado, y la otra con sus medios, lo que incorpora un elemento más de
asimetría en el proceso. Este mecanismo pretende facilitar que la mujer ponga
en marcha estos procesos de denuncia, lo que estaría bien si no fuera porque
los promueve (además de ser promovidos por otros ámbitos y factores), sin
mediar control alguno, libre de gastos y de responsabilidad jurídica.
En esa ausencia de control, y no en
la inexistencia de falsas acusaciones, se fundamenta el pírrico 0,0075% frente
al abultado 80% de absolución, y viceversa, es la prueba de la misma, esto es, esa
exigua cantidad es la prueba de la inexistente voluntad jurídica (de la
fiscalía) de aproximar una cifra a la otra mediante una pertinente apertura de expediente
por denuncia falsa (sin duda proceloso y costoso), salvo en los casos
flagrantes o de perversión insoslayable, el 0,0075 precisamente.
Aquí está, sin entrar en el
detalle, el meollo del asunto.
(C) Y la cuestión es, finalmente, si tiene
o no tiene otra trascendencia, otras lecturas que vayan más allá de las que se
aprecia a primera vista, esto es, si tiene repercusiones sistémicas. Esta cuestión
no sólo es peor que otras cuestiones porque lo haya tomada Vox como caballo de
batalla, o por la asimetría expresada en el punto anterior, sino porque este
caballo de batalla, o esta asimetría, va directamente al corazón de nuestros
fundamentos sociales, a los cimientos, pero no a los cimientos de las
construcciones del pasado sino de las del futuro o sus posibilidades: un
ordenamiento social como el actual que trata de limar todo tipo de
discriminación por raza, religión, sexo (también) no puede instalarse en una
forma de discriminación (la positiva), o en su sospecha, de forma indefinida e
indiscriminada, y avanzar con ella.
Dicho de otra manera, se ha
pretendido construir un principio de
verdad precisamente con esta ley por ser una ley que corrige o pretende
corregir una cuestión capital, pero precisamente por ser capital (no sólo para
la mujer) no se puede hacer con esta forma de quebranto, con esta ligereza
porque estamos mal guiando el devenir y las relaciones entre géneros, las
relaciones de forma general, en realidad. Es decir, la asimetría a la que da
lugar la Ley no sólo es una asimetría procesal sino una sustancial por cuanto
se está fomentando el odio, generándolo a modo de estrategia si no existía, y
exagerándolo para legislar, además de desvirtuar la realidad social en la que, ni
mucho menos, la concepción de las mujeres en general ni de los hombres, ni sus
relaciones, obedecen a este canon.
Se está intentando por otro lado restar
importancia al impacto y enmascararlo en todos los órdenes que afecta como si
verdaderamente no tuviera importancia, pero sí que tiene esa importancia y
puede tenerla más aún si consideramos todas esas estrategias de la llamada
“Ideología de género”. En este sentido, a modo de símil, nosotros ya postulamos
que la cuarta revolución industrial no es mala en sí misma, lo es por todo lo
que lleva aparejado respecto a la ocupabilidad, respecto a las nuevas
servidumbres que nos impone, etc. Aquí ocurre igual, la dignificación de lo
femenino, y el desarrollo de la regulación jurídica que lo ampara, no es mala
en sí misma (es necesaria y conforme con nuestro momento histórico), sólo lo es
si lleva aparejada la supresión de lo masculino, esto es, cuando lo masculino queda
como un elemento residual, casi vergonzoso, una subclase (como ya dije) que
sólo se acepta si está debidamente feminizada, desvestida de todo lo suyo. Ése
es el verdadero impacto.
Cuando yo decía que la intención de
Vox de segregar en las escuelas a los niños y a las niñas, ponía de relieve su
falta de entendimiento, lo decía desde la intencionalidad que todos podemos
darle a esta acción, conociendo como conocemos a la ultraderecha española
cristiana, esto es, la de proteger a las niñas, la de la castidad, la virtud, etc.
¿Y si decimos que la intención puede ser la de proteger al niño? Más aún, ¿y si
decimos que la intención puede ser la de proteger la masculinidad? Se estará
conmigo que en un mundo en el que muchas minorías suman ya más que algunas
mayorías, no es tan extraño, y puede serlo menos si consideramos o tenemos en
cuenta todo el proceso de feminización derivado de la Ideología de género que
ya he apuntado, y sólo apuntado, y que es tan incuestionable y visible en
sociedad. Naturalmente, lo de la segregación no es ni puede ser solución de
nada pero pone de manifiesto lo desesperada de la situación por parte de algunos
observadores de la misma, es decir, la necesidad de corregir todo aquello que
no obedezca a un proceso natural.
No voy a desarrollarlo aquí porque
este trabajo no va de esto, va de la respuesta de los grupos políticos de
ideología extrema y de la posibilidad de alcanzar un grado de convergencia, de
cómo algunas veces no se alcanza por falta de lucidez, y cómo en otras no se
hace porque las partes lo ponen difícil, como es este caso, y, finalmente, va
de a qué da lugar esta falta de respuesta. No voy a desarrollarlo, sólo a decir
lo justo para dejar patente que muchas cuestiones que parecen ocurrencias o
hechos insustanciales, como lo parece una mera modificación de la ley
tributaria, no lo son, y que no lo son porque van directamente al centro de lo
que somos, y de lo que podemos o queremos llegar a ser.
El camino es hacer las leyes higiénicas,
asépticas, productivas, incontestables. Ése es el camino de la convergencia ¿Es
tan difícil? Hay dos formas de hacerlo. Una es que cada una de las facciones
haga su parte y se llegue al punto de convergencia, como ya expresé. Otra que
lo haga una de ellas lo que daría lugar a la irrelevancia social de la otra,
dado que con una ley higiénica esa posición distinta y de fuerza sólo se podría
mantener desde el absurdo. Es decir, que una vez que una parte llega a esa
forma de sentido común con determinación, a la esencia, la otra no tiene mucho
que decir (si la esencia la cubre uno, al otro sólo le queda la doctrina).
La tercera vía es que ninguna facción
siga el camino de la convergencia, y que lleve una a la otra a la irrelevancia
por mor de esa determinación, aplicada sobre otros criterios, como el de la
supervivencia, por ejemplo, que es justamente la vía que se está produciendo ya
en Europa, es decir, la del predominio de la derecha y la irrelevancia de la
izquierda (que ya tuvo su oportunidad).
Una vía que se está produciendo sin
remisión y sin altura social, por lo dicho, porque a falta de una dogmática
escrupulosa a las personas les sirve una dogmática que no lo sea: la
supervivencia circunstancial se presenta como esencial si no hay algo más
esencial (un sentido más elevado de la supervivencia, por ejemplo, o del
devenir), o si lo esencial es inconsistente y se cae porque no viene acompañado
de unas motivaciones lógicas ni de una arquitectura que lo sustente; como se derivaría
de una dogmática progresista como ésta que estoy intentando plantear, o es su
fundamento.
PARTE FINAL
(1) Todo está dicho, pero, no obstante hay que decirlo de otra
forma o muchas veces para que nos enteremos: el 3% en mordidas de CIU lo
dijo una vez Maragall y tuvieron que pasar veinte años para que se dijera de
nuevo, y enterarnos definitivamente; en España se hacía un tipo de política y
tuvo que venir el 15M para que abriera la posibilidad a otra (prácticamente
integrada ya en la preexistentes). Ahora pasan cosas y viene la ultraderecha a
establecer sus límites, a reaccionar a cosas sobre las que no reaccionan otros,
porque unos se quieren enterar de unas cosas, otros de otras, y de otras no se
quiere enterar nadie o casi nadie.
La ultraderecha alemana (el nacional
socialismo) es la que reaccionó a algo que no estaba funcionando bien en Alemania:
esa ultraderecha que llamamos fascista y que luego degeneró y terminó en un
Holocausto. Nosotros solemos identificar ultraderecha con fascismo y con
Holocausto judío, por lo dicho, pero esa asociación no la tienen ni en Israel
donde son fundamentalmente ultraconservadores o ultra ortodoxos, que es lo
mismo. Y no la tienen porque saben perfectamente que una cosa es el
judaísmo y otra el sionismo responsable en buena medida, por activa o por
pasiva, de esa matanza, como lo ha sido de todas las guerras y las barbaridades
genocidas por un afán todavía no totalmente puesto de relieve pero que se
entrevé si atendemos a su agenda de dominación, la que deriva de Los
Protocolos de los Sabios de Sion, que vemos implementarse paso a paso. Y
esto último, muy al margen de que hayan sido los autores intelectuales o no del
itinerario que se marca en ellos, el de constituirse en ese Estado profundo, el
de conformar esa forma de poder total que se oculta tras el espejo y tras la
engañosa presencia de los poderes representativos y de su calculada bipolaridad,
tal como ya tratamos.
Es decir, que aquí y en Pequín la
ultra-posición, sea conservadora o no, se opone, limita o reacciona a los
excesos, o se posiciona frente a ellos, sin contemplar ni como posibilidad que
pueda terminar en alguna suerte de desastre, aunque luego lo haga como consecuencia
de la existencia de determinados poderes fácticos que aprovechan la coyuntura
para partir la sociedad en dos, irremisiblemente, como se partió en España o se
partió en EEUU por las mismas causas. Esto es verdaderamente lo que sigue
ocurriendo en el país americano casi ininterrumpidamente desde su guerra civil:
la división y la ultra-posición; que ha dado lugar, en virtud de esa persistencia patriótica de fondo, a la
ley NESARA (a cargo de unas
demandas hipotecarias) y de forma más universal a la GESARA y a todo lo que de ellas se deriva, esto es,
toda una suerte de medidas económicas y
sociales liberadoras (veladas al público). Y que, de forma particular,
propiciaría el
reseteo financiero, que incluye la caída del dólar, consecuencia del cese
de su hegemonía cambiaria, en la que están muy interesadas otras potencias con
mayor riqueza material, en tanto que la América real, desmantelada
industrialmente, se adhiere porque no se puede sustentar más sobre tamaño
fraude financiero. Cuestiones que, como se puede imaginar fácilmente, están en
el ámbito del más estricto secreto, casi conspiranoico, mezclando los deseos
con todo tipo de infiltraciones, entre las que se incluye la posible maquinación
y aplicación de medidas disuasorias o correctoras por parte del Estado profundo,
que muy bien podrían derivar, una vez más, en algún tipo de desastre global.
Al margen del resultado final,
vemos que la liberación de la dominación se va a hacer inicialmente gracias al
empeño de quienes no se han atenido a esa dominación, aunque sea por una
sublevación patriótica: los militares, su primera constitución republicana y el
afán de recuperarla. Es decir, que son los que tradicionalmente han
representado unas formas fascitoides de entender la política y la vida (patria,
religión, ejército) los que hacen frente y nos pueden salvar (modular el
impacto) de otras formas aún más fascistas todavía que, revistiéndose de
progreso y modernidad, nos llevan a la dominación total, camuflándose en los
grupos políticos y la masa social que sí representan esas posiciones de forma
leal.
¿En virtud de qué se lleva a cabo
esa sublevación? En virtud, como dije, de las jerarquías, pero no sólo de las
que derivan de nuestros principios sino de las que surgen de nuestras
necesidades, que también están jerarquizadas, al igual que los conflictos o lucha
de opuestos que se derivan de esos principios y esas necesidades. Ésa es la
importancia de las jerarquías, la de no desorientarnos, la de evitar que
perdamos memoria de lo que somos.
(2) Nuestras luchas, en efecto, están jerarquizadas, de tal modo
que después de la primera va la segunda y así sucesivamente. A partir de ahí, nosotros
podemos convenir que la batalla económica, la lucha de clases, que es la de
máxima jerarquía, está perdida, y lo estará definitivamente (si no se remedia en
virtud de estas leyes), por cuanto sólo la mantienen de forma residual los
grupos anticapitalistas, en tanto que los poderes estandarizados (los dos
polos, de derechas y de izquierdas), ajenos a esta extorsión global, se mueven en
su contexto, dialogan con su lenguaje, están dentro del sistema, asimilados,
amortiguando el conflicto y su poder jerárquico, salvo en épocas de crisis
manifiesta en las que tienen que aparentar. En ese caso, podríamos preguntarnos
cuál es la segunda en importancia, en orden de jerarquía, y que, en
consecuencia, toma el primer puesto o lo está tomando en este impasse. ¿Podría
ser la referida ideología de género? En
efecto, la lucha de género ha venido a sustituir la tradicional lucha de clase
de la izquierda, de modo que, una vez perdida la batalla contra el Capital se
emprende otra, establecida, al igual que aquélla, entre dos polos (hombre y
mujer), y con el mismo pretendido fin, el de alcanzar un igualitarismo a
ultranza, el de despolarizarlos: confrontarlos y neutralizarlos; el de desviar (en
realidad) sus empeños a algo más tangible y ajeno al Capital.
Ciertamente, se ha establecido una
lucha de opuestos, que merecería un rotundo apoyo si se hubiera establecido en
unos términos razonables en las pretensiones y en las formas, esto es, de otra
manera diferente a la realizada y sin la utilización de expresiones de lucha,
de bando, de clase de personas, tal como se venía haciendo en el ámbito
económico… Si se hubiera prescindido de toda la parafernalia, y la utilización
generalista de determinados términos: opresores, violadores, etc., que hubiera
invalidado cualquier objeción al respecto, y que pone de manifiesto, por otra
parte, un desatado sentimiento misandrógino, un afán de universalizar, de
extender, de ajustar las cuentas con recargo o penalización. Y de una forma
absurda, mayormente, por cuanto buena parte de la ciudadanía masculina es
cómplice de ese proceso inclusivo y reparador.
No era necesario dejar al hombre (que
plantea objeciones) al margen de la lucha, o ser el objeto de ella, separando,
dividiendo, tal como se ha dejado. Algo que separa, que divide, que no implica
(que complica), no puede estar bien concebido. Si se hace así ya no seremos
uno, seremos dos, y siendo dos uno hace y el otro reacciona y deshace. Siendo
dos, la lucha de opuestos será lucha, una continua interferencia destructiva,
la que como dije se pretende en última instancia desde ese poder oculto: se
despolarizan socialmente y se polarizan humanamente.
No necesitamos ni siquiera conocer
los detalles para explicar el proceso. Este asunto, como en casi cualquier otro
de la vida, y cualquier función matemática que lo represente, a partir de un
punto cambia su pendiente y se hace negativa. Ésa es la mecánica.
Esto no quiere decir que no podamos
seguir mejorando en lo que queremos mejorar, quiere decir que hay que hacerlo
de otro modo (actuando sobre otras variables), porque haciéndolo así, sobre una
única variable, iniciamos un inevitable deterioro de otras cuestiones
importantes de la realidad, como está siendo el caso.
Respecto a lo económico, de acuerdo
con esa mecánica, se ha producido un punto de inflexión en la relación entre
los polos (dinero-no dinero), pasando de un máximo histórico de bienestar en
esa relación a una situación de regresión social que viene acompañado de un
marco jurídico laboral, que es el que verdaderamente lo posibilitaba, impulsado
por el Capital y su modelo de estandarización social vigente actualmente. La
pregunta es, ¿no se ha producido aquí igualmente un punto de inflexión y hemos
pasado de la máxima equidad entre polos-sexos (susceptible de ser mejorada
mediante otras variables) a un estado de regresión o quebranto, casi sin darnos
cuenta, impulsados también mediante una legislación y por los mismos actores?
Realmente, no se entiende por qué
la izquierda extrema, sensible normalmente a las manipulaciones, no se percata
de ésta, es decir, no advierte que ha entrado en el juego de sus enemigos tradicionales,
por qué no se distancia y cae en la cuenta del verdadero juego (o, por qué no cae
en la cuenta, y se distancia). No se entiende por qué no sabe o no intenta
diferenciar aquello que es repudiable, impuesto, antiguo, de aquello otro que
trata de establecer, como paradigma, una suerte de seres asexuados, sin
impulsos vitales, desnaturalizados, desprovistos de lo genuino, y se presta a
que tenga que ser la derecha la que lo haga desde su ortodoxia, desde su
memoria. Y, en último término, no se entiende por qué busca el reencuentro con
lo natural (con lo genuino) en todas las naturalezas menos en la humana.
(3) En las relaciones económicas se pudo advertir que a partir
de una fecha el mundo económico se desvirtuó y entró en una deriva inadmisible,
aquí se puede advertir lo mismo, se puede advertir que las relaciones entre
género lejos de ir hacia ese espacio de libertad ansiado se está emponzoñando,
lo están emponzoñando quienes les da igual que haya ese espacio o que no. En
consecuencia, o guiamos estas relaciones por el camino de la comprensión de lo
que he expuesto o las llevaremos al extremo, que es llevarlas a la iniquidad, al
enfrentamiento, a la perpetuidad, a la degeneración sistémica.
Como punto de partida de ese camino
tenemos que establecer una ley higiénica, aséptica, incontestable, una ley que
no dé la última vuelta de tuerca, que no aspire a todo sin mirar para atrás, y
que elimine los puntos de discordia, los aspectos controvertidos y con ellos
los argumentos, la objeción social o de las partes, precisamente para que no
haya partes.
Ése es el camino, pero por encima
de éste el camino es recuperar la verdadera jerarquía para, como dije, no
desorientarnos y evitar perder la memoria de lo que somos, para no dejarnos
involucrar más en una lucha fratricida, ya sea entre un hermano y otro o entre
éste y su hermana, para determinar claramente qué cosas de todas las que nos
pasan es la de mayor importancia y es, además, causa de otras muchas que
quedarían automáticamente en franquicia.
El camino es diferenciar la
igualdad-reclamo y la desigualdad forzada que da lugar a otras muchas desigualdades
y falta de oportunidades, dicho de otra forma, diferenciar la desigualdad esencial,
que afecta a nuestra naturaleza humana y nuestra dignidad, de esa que proviene
de la comparación, de la competitividad o incluso la supervivencia, y que
exacerba engañosamente los elementos diferenciales, o los entresaca sin más. Se
presenta un panorama de escasez, y el Capital establece unos nuevos competidores,
una nueva clase de competidores, ya no entre zonas ricas y pobres, entre el
norte y el sur, sino entre sus habitantes partidos en dos de forma natural a
través de su género. Allí donde antes había una familia
luchando juntos contra la precariedad, ahora hay un hombre y una mujer, y con
ello una mujer que mide con calibre en qué cosa se encuentra en desventaja, en
vez de observar el conjunto de la realidad, lo absurdo de la disputa, y
comprender que hay otra indignidad de orden superior, y un opresor de orden
superior que aprieta una mano u otra a discreción, y que eventualmente afloja
la mano antes de estrangular definitivamente, de llevarnos irremisiblemente al
esclavismo social, adscrito a las estructuras laborales, empresariales, y demás
servidumbres de la vida que cada vez más soportamos todos: todo logro social es
producto del interés del Capital que ocasionalmente simula rendirse a las
demandas y que incluso crea corrientes de opinión favorable y grupos de presión
al efecto.
Tenemos que hacer una liberación
social, pero tenemos que establecer sus criterios. Liberación puede ser forzar
unas determinadas transformaciones sociales y liberación puede ser resistirse a
que se realicen (como la ley de la reforma laboral, como la ley mordaza), en
consecuencia, liberación puede ser tanto forzar un nuevo paradigma social como impedir
adentrarnos en otro de dudosa altura social. Nosotros tenemos que conocer sin
lugar a dudas cuál es nuestra lucha, nuestros propósitos, que no son otros que
la elevación del ser humano, y quienes son los que impiden que los alcancemos, quienes
son los que sistemáticamente nos desvían del camino y nos quieren hacer creer
que el camino es otro, simplemente porque pueda haber una relación causa-efecto
de segundo orden que valida sus premisas (trabaja más y vivirás mejor, por
ejemplo), en tanto que la de primer orden nos lleva al sinsentido existencial (trabaja
más y no tendrás vida propia).
El camino
es señalar las cosas que verdaderamente nos impide transformarnos como sociedad
porque cada vez que lo intentamos alguien se encarga de desbaratarnos las
pretensiones con un golpe de realidad, o con un golpe, o mediante un oportuno
señuelo o un falso elemento de prosperidad.
Ése es el
camino de la esencialidad o de la convergencia política que demandamos en los
partidos, la propuesta de trabajo que pedimos, a la que ya llegan tarde y no alcanzan, la
de ser claros divulgadores de la realidad (no encubridores), y de todas las extorsiones soterradas
que se producen en las diferentes esferas de poder.
El camino
es Nesara y Gesara como realidad o como idea que dibuja por primera vez de una forma suficientemente difundida lo que
queremos como humanidad, que impide que la realidad pretendida u ofertada pueda
ser otra menor o adulterada, y que por primera vez reconoce una forma de
dictadura global, esto es, a una élite totalitaria de orden mundial, y establece
su correspondiente propuesta de liberación en ese mismo ámbito.