El sistema social es un sistema dinámico que tiene un movimiento principal
y otros secundarios, como la tierra en su órbita. Aquí sólo se está actuando
sobre los secundarios. La derecha de una forma, y, la izquierda, de otra
parecida en lo que importa, porque no actuando sobre el movimiento principal,
la repercusión es mínima, y, posiblemente, contraria la una a la otra.
Tampoco se puede sacar al planeta de su órbita, y, es por eso, que no se
puede sacar, que necesitamos algo más que medidas de choque, necesitamos
ingeniería social.
Para abordar esa ingeniería social, hay que conocer la naturaleza de su
movimiento. Un movimiento que, para empezar, está limitado a sus propias
posibilidades dinámicas, confinado a su realidad como lo estaría una canica que
rueda por la superficie interior de una caja. Dentro de la caja, todas las
soluciones son ya conocidas, sobre todo cuando hay dependencias insoslayables
entre unas y otras variables, como existen en sociedad.
La canica sólo puede salir escapando de esa realidad…, rompiendo esas
dependencias o abriéndose paso hacia arriba de la caja, dándose un nuevo grado
de libertad, como dije, un nuevo paradigma social.
Voy a decirlo otra vez. Nuestro sistema socioeconómico no es sostenible sin
reconducirlo seriamente. En consecuencia, lo que aquí se dice afecta a los
individuos más vulnerables, pero también a la pervivencia del sistema. Las
soluciones ordinarias sirven (son un tratamiento de choque) para contener su
inercia, pero serían insuficientes para reconducir esta forma tan particular de
progreso. Para esto último habría que diseñar esa otra forma de sociedad (desde
otras premisas), y ponerla en marcha ahora que se acaba de iniciar
el retroceso social y que el deterioro es limitado.
Este trabajo persigue trazar ese proyecto, ese nuevo paradigma social, esto
es, un esquema de funcionamiento que vaya más allá de los intereses del Capital
y la doctrina de la necesidad. Esa necesidad por la que unos ganan dinero y
excluyen socialmente, y otros, excluidos y enajenados no albergan otra cosa que
sentimientos de impotencia y reactividad social.
No se puede hacer una sociedad mejor sin tener una idea clara de lo que se
quiere, tampoco si lo que se quiere no es nada más que un conjuntos de
remiendos, de acciones y reacciones, y ya está.
Todos tenemos que superar nuestros intereses y nuestros apegos. La economía
tiene que jugar su papel, y la sociedad el suyo que no es otro que presentarse
para la economía con resistencia cero, trasparente, porque ella sea en sí misma
trasparente y ausente de conflicto. Pero eso implica dotar a la sociedad de
todos los medios materiales que la hagan así, trasparente, ausente de
conflicto. Con resistencia cero, cualquier potencial “V” implica una corriente
“I” infinita, sólo precisa una desigualdad mínima entre polos.
Llegamos al concepto físico de superconductividad, en este caso
socio-económica, y a la superación de la
bipolaridad/desigualdad como condición necesaria para el
establecimiento de flujos de riqueza: con una sociedad equilibrada, la economía
es altamente productiva.
Ésa es la forma del nuevo paradigma, su esquema económico final. La
ampliación de la FPP y los VVCC son sus elementos económicos precursores, su
arquitectura física (que luego completaremos). Y lo que viene la forma de
alcanzarlo, su lógica o marco de funcionamiento, que –como dije al inicio–
parte de un único requerimiento: entendernos a nosotros mismo como sistema.
Lógica de funcionamiento
Hay dos aspectos que encuentro imprescindible para la transformación social
que pretendemos, y que constituyen su fundamento y su arquitectura o lógica de
funcionamiento. Estos son, los principios de verdad, es decir, el
establecimiento de objetivos claros en el modelo de sociedad (lo que queremos
ser como sociedad), y la inversión social que es una formulación racional de
la ocupación destinada a alcanzar el beneficio social, la
eficiencia, y la oportunidad personal en grado óptimo de
aprovechamiento e igualdad de oportunidades. Todo ello respecto a los cinco
grandes bloques de ocupación (básico público y privado, especial público y
privado, y el de la vida como ocupación).
Los principios de verdad son cuestiones que sin verdad se nos
muestran como verdades suficientes, objetivos que se sacan de la arena política
porque se entiende que esta sociedad los quiere así. Podríamos decir, que respecto
de una ley, su principio de verdad sería el espíritu de la ley, lo que se
quería con ella. De forma análoga el principio de verdad es lo que queremos
como sociedad, su idea básica y elemental, de modo que todo lo que se hagamos
vaya supeditado a esa idea. Incluir el bienestar social para la FPP, podría ser
un principio de verdad.
Esto obliga a la jerarquización de nuestros deseos o nuestras demandas, de
modo que sea esa jerarquía la que determine el principio básico de justicia
social. En este sentido dos anhelos de la misma categoría entrarán en
conflicto, que no resolveremos a no ser que haya una verdad superior que dé a
cada uno de los anteriores su sitio.
Esto que estoy diciendo es en realidad una herramienta superior que va más
allá del objeto este que estamos hablando, porque es la forma natural de
resolver cualquier debate moral sobre las cuestiones, es decir, que manejándola
nos tiene que hacer por fuerza personas más capaces. Así, por ejemplo, un
principio de verdad es lo que trata de superar el conflicto emocional de la
“mentira piadosa” y similares, y lo hace mediante algo de mayor jerarquía (por
una finalidad). Llevado a lo social, representa la forma de resolver nuestras
dicotomías, si es que apostamos por la verdad social.
Si tratamos la independencia de Cataluña, desde este punto de vista, vemos
que para la derecha catalana quizá pueda no haber conflicto, pero para la
izquierda sí, que se reproduce en cada decisión: los anticapitalistas, por
ejemplo, votaron al 50% sobre algo, buscando esa jerarquía. Sólo el 50% la
encontró, el otro rompe necesariamente la jerarquía. Ahí es cuando nuestro
discurso se pierde y no podemos ser categóricos, o ponemos el acento en eso que
respalda nuestra afirmación, no en la verdad, y nos hacemos políticos en el
sentido peyorativo del término, que todos conocemos.
Hay muchos otros ejemplos que afectan principalmente a la izquierda porque,
contrariamente a la derecha, que tiene el principio del dinero y el libre
albedrio que le da Dios, ésta no tiene unificados los suyos y se ve envuelta en
contradicciones al fabricar un credo. Ya dije que la izquierda no tiene un hilo
conductor. Esto que digo debería ser su hilo conductor, una dogmática social.
Una dogmática que sea capaz de hacer frente a la dogmática de una parte del
Capital y a la estandarización nihilista de la otra.
La inversión social se apoya en la idea de ocupar a la sociedad de
arriba abajo, es decir, no se regula la promoción o elevación social mediante
criterios de competitividad sino el descenso social por razones de necesidad.
En consecuencia, la inversión social se apoya también en la idea de ocupar a
los sectores desadaptados de la sociedad en las funciones básicas, y así dejar
la máxima disponibilidad social posible para tareas asociadas al desarrollo y,
al conjunto de la sociedad, para aquellas otras asociadas a la propia vida.
Contrariamente a la competencia laboral actual cada vez más desleal, como
consecuencia del principio de competitividad, que suma a la escasez del empleo,
la precariedad y la rivalidad para obtenerlo.
La inversión social va también al amparo o cumplimentación cabal de las
horas de trabajo necesarias. Las horas necesarias para que esta sociedad
funcione serán realizadas por aquellas personas que no pueden ofrecerse a sí
mismos, o a la sociedad, algo diferenciado, en las fases de la vida que esto
ocurra. Pongamos el ejemplo de los 70000 presos, pongamos el caso de personas
sin competencias o de formación desfasada, ancianos vitalistas, jóvenes que no
han encontrado su camino, pero que sin embargo quieren (deben) participar en la
sociedad, aportar, ocuparse, sentirse útiles. En tanto que todas las que sí
pueden ofrecer algo distinto, tienen la oportunidad y la cobertura social. Por
cierto que ya seguramente no habría 70000 presos, dado que muchos son producto
de la necesidad.
La inversión social racionaliza la ocupación y la distribuye, promueve el
compromiso social y la eficiencia, al tiempo que proporciona un equilibrio
emocional y psicológico sin precedentes al darle al individuo la oportunidad de
ser útil y ocupar su tiempo, justo en lo que puede y quiere dar, bien
formándose, bien aplicando su formación, y para elegir qué, cómo y cuándo, sin
presión o urgencia social.
En el sistema actual la desocupación es sinónimo de fracaso y es este
fracaso el que eventualmente es subvencionado. La inversión social subvenciona,
en cambio, la excelencia y la premia con tiempo para desarrollarse como tal
hasta encontrar su aplicación. Se trata de volver a lo lógico, a lo natural en
una aldea. Cada uno hace lo que puede, lo que sabe en la parte que le toca.
Cada uno en un tramo de su vida puede tener una función por defecto si no está
desarrollando otra mejor.
En este sentido, a lo mejor el abuelo tiene que cuidar del nieto y luego el
nieto del abuelo. Eso se puede hacer si no existe otro tipo de presión social
que nos haga estar en continuo estado de supervivencia.
Eso lo estamos haciendo ya, de hecho, en ese estado de supervivencia.
Se trata por tanto de volver a atender las cosas que tenemos que atender, y
que cada vez será más necesario atender, con naturalidad, como parte de la
vida, sin pensar que por ello nos estamos perdiendo algo, porque sabremos que
todo tendrá su momento. Pero se trata de algo más. Podemos darnos cuenta de que
la inversión social que es la inversión en el acoplamiento ocupacional, que
favorece la ocupación por defecto o masiva de los sectores especializados (y,
con ellos, la global), favorece, además, la supresión de buena parte de los
beneficios sociales derivados de la diferenciación o la exclusividad. Al tiempo
que, como causa o efecto, se sustituye la competitividad de los competidores
por la de los competentes en buena parte del espectro social.
Eso es, a expensas de decir más cosas, “la inversión social”.
La estructura social
Ahora queda desarrollar la estructura social general sostenible, y
congruente con todo lo anterior, que con lo anterior conformará el modelo
social de “La Sociedad Inversa”, que estamos presentando. Y que tiene que ir a
más allá de lo presentado porque la problemática es mayor. Y es mayor porque no
sólo tenemos que ordenar la ocupación como fundamento de la actividad
empresarial y asegurar la viabilidad económica del entramado social mediante
ella, sino la ocupación como fundamento de la propia existencia. O, si se
quiere, la no-ocupación.
En ese hacer cosas que no son naturales, sabemos que en nuestra sociedad se
producen dos embudos, uno respecto a las personas, que no pueden obtener su
medio de vida, y otro respecto a la sociedad que no puede beneficiarse del
conocimiento de las personas que, incluso, ha formado. Dos embudos que a nivel
estructural acabamos de solucionar, pero no a nivel operativo o funcional.
Los embudos se producen como consecuencia de la acumulación de capital, que
puede estar sin aplicación, y del hecho de que todo lo que se hace en esta
sociedad se hace mediante el dinero.
De alguna forma, tenemos que liberar el esquema de actividad que hemos
diseñado de su dependencia al dinero.
A decir verdad, si lo pensamos un poco, el requisito no es tan extraño. Una
sociedad avanzada, del conocimiento, no puede estar sujeta a la existencia de
un pagador para ver transformada su riqueza potencial en real. Ése es uno de
sus principales defectos sistémicos (el cuarto defecto sistémico). Uno al que
nos empuja el Capital.
Esto nos lleva que una sociedad debe sacar lo básico que podemos producir y
lo básico que tenemos que consumir del circuito financiero para que pueda
transformar esa riqueza potencial, en real, dejando el dinero para lo
accesorio. Este dinero, además (garantizado lo básico), sería un menos miedoso,
más fácil de movilizar, más productivo.
Teniendo garantizado lo básico, el dinero restante lo podríamos utilizar
para ir de vacaciones, para consumo, sin miedo al mañana (se introduce en el
circuito financiero).
Lo básico que consumimos puede venir amparado por una renta. Lo básico que
producimos por todas aquellas cosas que pueden precisar una sociedad avanzada y
del conocimiento en cuidados, educación, etc., fuera de circuito productivo o
especializado.
Fijémonos en el detalle. Empezamos nuestro decurso histórico como Hombres
siendo una sociedad que intercambiaba cosas y servicios, luego una que los
compraba. Tenemos que llegar a ser, si queremos salir adelante, una sociedad
que base su desarrollo primordial en el intercambio de los servicios básicos,
con el Estado como mediador. Se trata de conservar la actividad comercial pero
(como ya adelanté) sobre un mínimo de referencia. El mínimo de referencia
consiste desde un punto de vista instrumental en no dejar que el potencial cero
sea la pobreza extrema, o dicho de otra forma que lo mínimo no sea cero sino
una riqueza mínima de subsistencia que establecemos o hacemos coincidir con la
energía social de fondo derivada de la comunicación permanente de los polos.
De acuerdo con la ocupación, sólo existiría el concepto ingreso básico
destinada a la ocupación básica, el retiro, y la formación y luego los
diferentes niveles de ocupación no básica, con sus respectivos ingresos en
función de que fueran públicos o privados.
Se podría demostrar que subiendo la vida comercial sobre ese nivel de
referencia nada cambia en el sector comercial, y que sigue igual sobre ese
nivel de referencia, porque subiéndolo, si bien es cierto que hay que proveer
para avituallamiento y servicios, también lo es que se provee a las empresas de
una determinada actividad.
De una parte porque el dinero sobrante ya mencionado, se emplearía en los
servicios no contemplados, de otra porque ese avituallamiento en realidad se
amortizaría con colaboraciones en el mercado laboral de las que las empresas
pueden salir muy beneficiadas, en tanto que los servicios básicos pueden ser
autogestionados.
Sirva como demostración de lo anterior que actualmente se baja la
referencia bajando los costes y no se gana o mejora nada, por la subsiguiente
bajada del precio del producto (como ya referí). De lo que se saca que subiendo
este coste por incluirle gastos como los descritos o los que derivan del tratamiento
ecológico de las mercancías (que ya se hace) tampoco variaría o repercutiría de
forma negativa.
Naturalmente esto exigiría cambiar la forma de gravar a las empresas. Ya lo
tenemos desarrollado mediante los VVCC, sólo tenemos que ahondar en sus posibilidades,
en lo que de ellos se derivan.
Las empresas no pagarían impuestos por puesto de trabajo sino un canon por
actividad que incluiría baremos relacionados con los ingresos absolutos, los
beneficios absolutos y relativos, así como la productividad derivada de la
mecanización. Canon que les liberaría de cualquier otro concepto y le daría el
derecho superado el 25% al incremento eventual del número de trabajadores
pagando sólo el diferencial.
Es decir, la necesidad laboral sobrevenida o incluso de ciertas
circunstancias como podrían ser apertura de negocios etc., podrían estar
prácticamente exentas de cargas fiscales y laborales, la primera por no tener
rendimiento, y la segunda porque la sociedad se hace cargo del básico y el
negocio del diferencial. Sería la 2ª generación de los VVCC.
En buena medida sería un sistema económico de tarifa plana, que se puede
entender de dos maneras, una entre el empresariado que es quien hace las
aportaciones para la renta básica, como si ellos formaran a nivel del Estado
una gran corporación, y dos, en el conjunto del Estado puesto que el trabajo
forma parte de los elementos a coste cero que proporciona éste (algo parecido a
cuando se te acaban los megas, y tienes megas adicionales a menor velocidad.)
No pretendo dejar todo asentado sólo dar una idea de cómo podría
instrumentalizarse la actividad en este marco. Aquí, la supervivencia del flujo
mediante subsidios naturales lejos de ser, tal como se planteó inicialmente,
una cuestión de caridad, y luego de pragmatismo social, es una cuestión de
higiene del sistema, y una cuestión de necesidad para el propio
sistema porque es la única forma de garantizar que el sistema siga su marcha, que
todas las circunstancias sociales, lejos de constituirse en un problema para el
sistema financiero se constituya en un flujo de fondo que garantice su
supervivencia incluso cuando esa parte decayera. Habría dos sistemas, el del
dinero y el del no-dinero conviviendo en armonía.
La Sociedad Inversa preserva todo lo bueno que nos puede dar una economía
de mercado, aprovechando la base social, que así se muestra como un sistema
paralelo que se interrelaciona con el otro y que incluso puede funcionar de
forma autónoma en caso de necesidad y desastre, dando además respuesta a los
cambios sociales que tenemos ahí en frente, y que no podemos eludir. En tanto
que en un funcionamiento normal se comporta como la sociedad que siempre ha
querido el Capital, esa que no presenta resistencias y da, por tanto, una
máxima productividad con el mínimo aporte. Como dije una sociedad que basa su
funcionamiento en la superconductividad, no en la excesiva bipolaridad.
La jubilación: el estado activo/pasivo. Como se puede diferir de nuestro desarrollo,
no existe concepto de jubilación ni compensación por ese motivo como tal, sólo
retiro en la lógica de que sí hay una edad en la que la persona ya no quiere o
no puede ser productivo, que iría a priori muy ligada a la imposibilidad
biológica, porque en realidad, todos por lo general queremos hacer cosas
mientras podemos hacerlas. No existe jubilación porque no existe una
diferenciación clara o marcada por etapas entre la actividad y la no actividad.
Esto, con la escasez de trabajo ya es así, la cuestión es reconocer esa
realidad y organizarla.
Vemos que las soluciones en algunos casos pueden parecerse a las que da el
propio Capital, y ésta lo es respecto a la necesidad de indiferenciar la vida
activa de la pasiva, o como podría ser la existencia de trabajos que podríamos
conceptuar como minijobs, o incluso se podría pensar de un sistema que libera
de tareas serviles a los capaces, pero sólo si no tomamos en consideración lo
que ocurre ahora, y todas las salvaguardas del sistema en nuestro modelo.
La cuestión no es qué cosa sino en qué marco, es decir, la misma cosa son
cosas diferentes en función de la intencionalidad, de la indefensión del
apremio, del rigor. En un caso aumentan las resistencias sociales y en el otro
las disminuyen. En un caso es una solución individual a vida o muerte, y en el
otro un encaje social.
En efecto, hay una serie de realidades que no podemos eludir, como son la
longevidad, la superpoblación y la escasez de trabajo monetarizable que nos
lleva ya en la actualidad a una relación activo/pasivo pobre y a unas vidas
laborables tardías e intermitentes. Las soluciones no pueden ser la que ya
dijimos que no podían ser, tampoco puede ser solución caminar por la vida a
salto de mata intentando complementar nuestra aportación con trabajos
extemporáneos que como consecuencia de la escasez afectaría a la ocupación de
los que sí tienen edad o situación de trabajar, y que sólo da lugar a políticas
ridículas que incentiva la colocación: de menos de 30 años, de más de 50… Ahí
se agota la imaginación.
Es decir, cuando no hay escasez se puede pensar en una vida laboral larga,
pero cuando hay escasez, no. Ni tampoco en alargar la vida laboral o hacerla
coincidir con la biológica a la fuerza, en un clima de precariedad, y de más
incertidumbre de la que por sí tiene la vida.
Sólo cabe desligarla, es decir, hacer lo que, y cuando, se puede. Y
análogamente desligar la retribución de lo que, y cuando, se puede hacer, que
nos llevaría a perder los conceptos de activo y pasivo, y sus retribuciones
diferenciadas.
En este caso, las aportaciones fuera de tiempo que llamamos laboral
entrarían dentro de la lógica del sistema, dentro del nivel de referencia.
La pregunta es: ¿cuánto cuesta esto? Hacer frente a esto tiene un coste
inicial que con el esquema actual de sociedad podría estar, tirando de largo,
en los 15.000 millones de euros (6000 euros por 2,5 millones de personas), pero
eso sería sin asociar actividad alguna, a pelo. Ése no sería el caso porque sí
que llevaría asociada una actividad y compensaciones consecuentes de varios
tipos, derivada de la comunicación entre vasos (de los VVCC).
De una parte por la posibilidad establecer un sinfín de actividades o
contrapartidas sociales, para beneficio de la población atareada
(universalización del soporte). Actividades referentes al cuidado del hogar,
ancianos, niños, dependencia, asistencia académica, etc., que estarían
normalizadas, por las que sólo se pagaría un diferencial, que luego revertiría
en la sociedad, en los vendedores de productos. Actividades que, por otra
parte, nuestra sociedad cada vez más vieja, va a tener que implementar sí o sí,
si no quiere caer en el abandono sistémico de los viejos.
De otra por la actividad empresarial de bajo coste, ya mencionada.
Finalmente, porque permitir esa forma de ingreso diferencial en los años
posteriores a la edad de jubilación actual elimina esa idea de pago abultado
durante un periodo cada vez mayor como consecuencia de la esperanza de vida: el
Estado está tranquilo, paga lo necesario, la persona está tranquila, cobra lo
necesario, pudiendo acceder eventualmente a ingresos extras, al tiempo que
realiza un beneficio social, comportamiento que hoy en día es habitual en
médicos, profesores, y otros que han hecho de su profesión el sentido de sus
vidas.
Esto sin contar con la cantidad de cosas a nivel social, infraestructuras y
desarrollo, que se pueden hacer con una masa social dispuesta y satisfecha.
En consecuencia, esto tendría un coste que se iría amortizando, y que
incluso no tendría que repercutir en la sociedad (para eso tenemos nuestros
60000 millones de euros anuales), lo que nos permitiría adaptar en el tiempo un
sistema con otro e ir implementándolo paso a paso, las transformaciones
sociales y las necesidades económicas que comporta.
El sistema no elimina la diferencia personal, social y económica entre
individuos más y menos capaces (aunque la amortigua). Simplemente los sitúa en
función de su nivel de capacitación, los ocupa, les da un lugar en la sociedad,
garantizándoles los recursos económicos. Y les permite prosperar sin
limitaciones y sin miedo a no hacerlo.
Con todo ello se llega a un modelo de sociedad que elimina los cuatro
principales problemas sistémicos del actual. En el que todo el mundo puede
hacer algo, todo el mundo hace algo, de acuerdo a la inversión social, sin
competitividades absurdas, sin dominación contractual, sin ser objeto, ni
activo ni pasivo, de la beneficencia. Y en donde todos los procesos humanos
encuentran un escenario social sin resistencias sociales para su desarrollo, y de
forma particular, el económico, esto es, el proceso de creación de flujos de
riqueza.
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