lunes, 10 de diciembre de 2018

CRÍTICA DE LA RAZÓN SOCIAL 10/10

EPÍLOGO



(I) Visto lo anterior, sería interesante hacer una reflexión general de todo que nos permita tener una visión más completa de la situación, y un mejor alcance de las motivaciones, y de las posibilidades. Tenemos toda una estructura política pesada, inservible, vieja en las formas, al servicio de un sistema enfermo. Tan vieja que parte del parlamentarismo de los caballeros, y de sus intereses, velados por los contables del reino. Ahí estaban el rey, los caballeros, y los que robaban o medraban para parecerse a ellos, sabedores de que había dos formas de estar en el mundo, la de arriba y la de abajo.
Dos formas de enfrentarse a los problemas. La de aquéllos que tienen la decisión y los medios para solucionarlos y la de aquéllos que están supeditados a la decisión de los primeros. Dos tipos de problemas. Los que desaparecen antes de tomar forma y los que dan lugar a infinitas disquisiciones, o a ninguna, y se eternizan en la sociedad. Los propios y los ajenos. Los que importan y los que no.
La política (de derechas e izquierdas) es eso que dejan hacer los verdaderos poderes para hacernos pensar que gobernamos nuestras vidas, pero son ellos los que determinan, los que marcan las verdaderas directrices. El poder político lo que hace es plegarse a las exigencias del dinero y las reticencias de determinados grupos de presión (incluso la calle como otro más), además de su propio interés de grupo, de tal modo que está prácticamente inutilizado para transformar de forma profunda esta sociedad. En tanto que hay cuestiones que prefiere mantener con un funcionamiento deficitario, en algunos casos por la cuestión del gasto, y en otros por pura estrategia. Dado que en una sociedad problemática las personas están básicamente entregadas en solucionar sus avatares, en sacar sus vidas adelante, y sin aliento, por tanto, para pensar dónde está verdaderamente el nudo vital, dónde se produce el embudo de todo esto, y el engaño.
No obstante, toda esta suma de imperfecciones podría ser admisible, incluso, cuando las actuaciones, a pesar de las injusticias y deficiencias,  dieran la apariencia de llevar un impulso destinado a tirar de todos hacia arriba, pero ya hemos visto que no es así. Y no lo es, a pesar de que, a primera vista, nuestro mundo se presente como el más evolucionado de los mundos conocidos por el Hombre.
(II) Ciertamente, si no fuera por la realidad que hay bajo la que vemos podríamos pensar que nuestro mundo, aunque sea a trancas y barrancas, camina hacia un lugar mejor, “que damos más permisos de paternidad”, “que se legisla contra el odio”, y toda una serie de elementos de perfección social, incluido el conocimiento de nuestra propia naturaleza humana y la superación de sus limitaciones. La gente incluso se divierte, va a las ferias, bebe y baila, y hay concursos en la tele.
Parte de ese espejismo radica en que verdaderamente el 15% de la gente es más rica. La realidad es que el 85% restante es cada vez más pobre, y que muchos que no lo eran, empiezan a serlo. Los dos elementos juntos se llama bipolarización social, descohesión.
Es verdad que el mundo se va perfeccionando, pero sólo para ese 15%, para el otro su vida está tan carente de progreso que salvo por algunas cuestiones misceláneas no sabrían muy bien si no está en los años 50, los mismos que en los años 90, parecían estar en los 70. ¿Cuántos de los avances médicos futuros estarán a su disposición si los actuales ya se monetarizan y se economizan, y, en consecuencia, se limitan?
Esa es la paradoja de este progreso, que mientras unos parecen haber tomado posesión del siglo XXI, otros parecen que vayan por el camino de vuelta, hacia el XIX. Y que todo mejoramiento sea en realidad sólo una ilusión derivada de la técnica, que da un punto de modernidad, que no se corresponde con la realidad social, por lo menos con la de ese 85%.
La concreción práctica es que nuestro maravilloso mundo de hoy es el mismo que el de ayer, porque lo tuvimos ayer, pero ya hemos rebotado en algún lado, y lo estamos viendo por el camino de vuelta. El metaconocimiento ha dejado en evidencia nuestra irrelevancia social y nos lleva a las formas del pasado. Quien sí tenga esa relevancia, tendrá la oportunidad, y seguirá siendo utilizado por el Capital, participando de todo el bienestar que ese Capital es capaz de proporcionar y generar.
La concreción práctica es, también, que seguimos igual o peor en lo fundamental, y que seguiremos, por generaciones, por disolución del pegamento social de la clase media, que hará que la sociedad separe sus extremos irremisiblemente, se divida otra vez, en lo que se constituye como el movimiento evolutivo principal de nuestra forma de cultura, involutivo en este caso.
(III) La confrontación de los modelos derecha-izquierda, o perspectivas respecto al decurso de la vida y la sociedad, está muy bien para una curva ascendente, pero no para para una descendente.
Se trata de diferenciar el movimiento fundamental o primario de los otros secundarios (los de Derecha e Izquierda). Frente al primario no hay derecha e izquierda hay necesidad, perspectiva histórica, frente al primario sólo está la obligación de girarla y comprender que cualquier sensación de bienestar, es un espejismo que estamos creando con nuestra propia sensación de bienestar (la del 15%). Como un Mátrix que se desfigura si restregamos los ojos. La curva ascendente permite oscilaciones, dientes de sierra. La descendente, no, porque es descendente, porque lleva una determinada trayectoria, una inercia.
La inercia social es una, y hay quien se hace palmas con las manos con medidas que ya se ven desde lo lejos que no son ambiciosas, que no aspiran a nada (trabajo para más de 50, o menos de 30, etc., quitando de aquí y poniendo allí). Vienen de las reuniones dándose golpes en el pecho porque han sacado el 0.5 en vez del 0.4 sobre una parte mínima de los presupuestos (lo demás está fijado por defecto). La política de derechas-izquierdas es eso, sacar un pequeño diferencial sobre una partida, olvidando que hay una realidad superior que no es contable. Olvidándose de que las grandes políticas van antes de los números.
Si el poder político se conforma o se da por satisfecho poniendo tiritas…, bien, pero que no se engañe, son tiritas.
(IV) Cada político, entonces, tiene que decidir qué tipo de político quiere ser, si un político de movimientos primarios (que haga algo verdaderamente notable por la evolución de este país, del mundo) o de movimientos secundarios. Los políticos de movimientos primarios los distinguimos claramente, sobre todo en EEUU, porque son aquéllos que trataron de romper lo instalado en sociedad: crear un proyecto de país, romper un modo de vida, enfrentándose a todo ese poder que se opone (a riesgo de su vida, incluso). Hablemos de los Kenedy, hablemos de Obama, con su Obama-care o su intento de regular las armas. Aquí, es más difícil encontrar uno de esos.
A propósito de esto. La cuestión de las armas y la discriminación racial allí (fuera de toda lógica), amparadas precisamente por lo poderes fácticos, nos sirve de ejemplo de cómo algo contra natura convive con un país, que es así porque alguien determina que no cambie (a veces amparado por una mitad social). Y es algo sobre lo que uno piensa: ¿cómo es posible que esto conviva con las gentes y que las gentes convivan con esto y no se alcen en ese tipo de protesta que no acepta otra repuesta que la solución?. Es decir, los cambios legislativos correspondientes.
La respuesta es, que por lo mismo que se ha convivido con todo tipo de tropelías a lo largo de la historia, porque no ha habido opción. Por lo mismo que nosotros convivimos con lo nuestro, sin opción, a no ser que la opción nos la inventemos, y la hagamos única.
Aquí en Europa lo tenemos más fácil, aquí no tenemos que enfrentarnos a ese sinsentido atávico. Aquí sólo tenemos que darnos cuenta de que, entre las otras potencias, la vieja Europa sólo tiene una posibilidad de liderazgo, la que deriva de su altura social (la que siempre ha tenido), o del camino que lleva hasta ella. Camino que no puede ser otro que el de hacer a la sociedad cómplice de la relación comercial y financiera, y a ésta de aquélla: elevar nuestra altura social, es llevar a los otros a una situación de subdesarrollo comparado, y establecer sobre esto el fundamento de toda rivalidad.
Puede parecer extraño lo que digo, pero no lo es. Pensemos que EEUU promovió la globalización, y que ahora promueve la política contraria porque no le ha sido todo lo rentable que imaginaba. Es decir, las potencias hacen eso que creen que les va a venir bien. Nosotros no podemos competir en armamento, ni en población, ni en precios, ni vamos a salir vencedores de esa contienda adecuando nuestro sistema a esos estilos de vida degradados (que basan el éxito en la degradación). A nosotros sólo nos puede venir bien dar un salto cualitativo como sociedad. Y luego, que nos sigan. Es decir, mantener e incorporar elementos de higiene social (eso son la inversión social y los principios de verdad) encaminados a explorar socialmente lo que el propio Capital ya está promoviendo en el seno de  algunas de sus empresas de vanguardia para optimizar su desarrollo y diferenciarse de las otras: su clima social.
El clima social, el medio, no sólo es importante para el cerebrito, es importante para el conjunto de la sociedad. Resistencia social cero. Lo único que, además, puede absorber, desinflar,  todo el estrés de la geopolítica, una vez suprimidas las tensiones internas: constituirnos en un inmenso remanso.
La cuestión es saber qué mensaje es el que hay que elevar y con qué grado de entereza para no ser políticos de humo, hombres grises. Si yo digo 5, alguien dirá 4, y otro alguien 6. Sí yo digo vamos a quitar el fraude fiscal, ¿alguien se imagina que otro pueda decir algo diferente? Ésa es la diferencia entre hablar de cosas importantes que sirven, y de tonterías que sólo sirven de alimento político. Ésa es la diferencia entre la posibilidad de alcanzar acuerdos serios, porque unos a otros se toman en serio en sus pretensiones, a no alcanzarlos porque están edificados sobre un espectro demasiado amplio y voluble. Edificados sobre pretensiones categóricas que luego no lo son tanto.
Ni la solución puede ser la del Capital, ni puede ser la de la mayoría de un parlamento interesado, ni la media aritmética de una sociedad egoísta, o la problemática del más fuerte. Tendrá que ser la que derive de la finalidad social.
Es decir, de un principio de verdad.
Los ciudadanos tendremos que distinguir entre unas fórmulas sociales y otras, entre unos políticos y otros (si es que los hay): entre quienes presentan pequeños cambios insignificantes que tratan de contentar a un público o a otro, y quienes muestran esas cinco medidas que atacan los problemas de raíz. Y elegir. Sobre todo cuando las repercusiones de nuestras decisiones son trascendentales y a la vez trascienden a otros ámbitos, a otra importancia de las cosas.
A eso voy ahora
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(V) Empecé este trabajo comparando nuestro sistema social con el romano, y quiero terminarlo igual, llamando la atención sobre algunas cuestiones de la Historia y la forma de desarrollarse los hechos en la misma.
Para empezar, no hay uno sólo de los Imperios del pasado que no haya caído, Egipto, Grecia, Roma, el Imperio Carolingio, el Bizantino. Lo que pone de manifiesto la desadaptación entre el sistema social y la sociedad, que lleva, después del esplendor, al agotamiento y a la subsistencia.
Existen muchos elementos que ayudan a comprender el desarrollo de este proceso, por ejemplo en Roma: guerras civiles, invasiones bárbaras, derrotas aplastantes, asedio constante en las fronteras, sobrecoste de su administración, pago de mercenarios, ruina económica, desprotección social, hambre, avance del cristianismo, La Peste de Cipriano, descenso de la población con recursos y aumento de impuestos: deterioro de la clase media romana (eso ya nos suena). Hasta llegar al asedio en Roma siglo V, donde pereció el 90% de su población. Todos ellos se reduce a lo siguiente: no dinero.
El oro y la plata no circulan, se esconden.
El proceso siempre es siempre el mismo. Una curva-indicio negativa, es decir, de pendiente negativa (roja), hasta que llega un momento que se hace irrefrenable: negativa pero de valor elevado (verde).


En el caso romano nos llevó a un periodo de subsistencia, un desierto entre los siglos III-XIV, donde hubo Imperios de corte feudal como el Carolingio. Tras el que se inicia un nuevo resurgimiento, es decir, una curva-indicio positiva que luego se hace irrefrenable, positiva pero de valor elevado (azules).
Llegamos al siglo XV, con el Renacimiento, caracterizado por el conocimiento. Ahí tendríamos a Copérnico, y la recuperación, por ejemplo, de los libros de la antigua Grecia, superando, precisamente, el feudalismo, y sus aspectos religiosos también. Luego estaría el siglo XVI, el desarrollo del comercio, la ciencia, más conocimiento. Ya estaríamos en esta fase donde están Kepler, o en el siglo  XVII Descartes, que posteriormente da lugar, como vemos, a otra curva indicio negativa: la del metaconocimiento, ya en el siglo XX, concretamente, como dije, en los años 90.
La feudalización deriva de la degradación de la romanización, es decir, del sistema social vigente. Esa degradación se fundamenta en la imposibilidad de dar la cota de bienestar social que hasta la fecha se estaba dando, y de ahí el punto de inflexión. En el sistema actual la degradación se fundamenta igualmente en la imposibilidad de dar esa cota de bienestar, pero no deriva de la degradación del sistema, sino de su perfección, la del conocimiento hecho metaconocimiento a lo largo del siglo XXI.
Con más detalle, vemos que en un caso no existe dinero en circulación por miedo a exponerlo, o dónde aplicarlo, y en el otro porque no se precisa exponerlo para costes laborales, que es el que circula de verdad y repercute en sociedad, mientras que para otros fines se mueve virtualmente o entre corporaciones. Es decir, en uno porque no hay actividad y en el otro porque en buena medida la actividad no precisa el uso del dinero. Falla el escenario de aplicación  en ambos casos.
A partir de aquí, partiendo de que las figuras son similares, podríamos jugar a las semejanzas y las diferencias. En un caso ya supimos el grado de degradación necesario para dar lugar a otro sistema (feudalismo) en el otro, no sabemos cuánto camino de perfección del sistema del metaconocimiento se precisa para caer a otro sistema, salvo que el sistema sea la perfección de la bipolarización a la que ha dado lugar. Otra forma decirlo es que en el Imperio romano la causa da lugar a otro sistema (el feudalismo) porque la causa es el desvanecimiento de algo (la romanización) mientras que la aquí la causa es el perfeccionamiento de algo que no se puede desvanecer, sólo sofisticarse, llevando a la regresión paulatina, tal como postulamos. Que luego podrá o no desarrollarse en función de la resistencia que encuentre al paso.
La feudalización tiene consecuencias económicas, de ordenamiento social, y en las relaciones de producción. Caen las superestructuras y se hacen principales formas de relación emergentes que hasta ese momento estaban en segundo plano o que incluso se formaron por la necesidad de dar una respuesta. Por ejemplo, el dinero miedoso (oro y plata) se escondió y se inició el trueque como forma de comercio. Está también la aparición de los colonos característico de los feudos.
El metaconocimiento como punto de inflexión o ruptura también representa el tránsito entre dos sistemas, del integrador guiado a través del conocimiento (no olvidemos que el Renacimiento puso al hombre en el centro de las cosas) a este otro desintegrador, en la que el hombre vuelve a perder su papel.
Estaba en el centro porque era el portador del conocimiento. Ahora no, porque sólo está a cargo de algunos hombres, no del hombre en general. En un caso se expande y universaliza, y en el otro se contrae y se sectoriza.
En realidad, salvado esto, el metaconocimiento es más conocimiento, que vertebra el desarrollo, tan sólo marcamos el punto a partir del cual se da lugar, porque lo permite ese conocimiento, a unas relaciones de producción diferentes, nefastas, y desintegradoras socialmente.
(VI) Hemos hablado de las causas que motivaron la caída del Imperio romano, y hemos hablado de dos fases en ese proceso dos pendientes, pero no hemos hablado de qué hizo pasar de una fase a otra, del detonante.
El detonante, a decir de las últimas consideraciones al respecto fue una pertinaz y prolongada sequía, y descenso de las temperaturas, causados más que probablemente por una súbita proliferación de las erupciones volcánicas: se cubre la atmósfera de partículas, no entran los rayos de sol…, que dio al traste con las reservas de grano, provocó malas cosechas, hambre, el decaimiento de la economía interna y toda la exterior susceptible de ser invadida y expoliada.
Y todo lo demás, porque también fue el causante de las diferentes invasiones, primero las del norte, a causa del frio, y más tarde del este, como consecuencia del cambio de las condiciones climatológicas en Oriente. Es decir, tenemos un escenario, sólo necesitamos un hecho accidental para el desastre. Por esto introduje lo del cambio climático como cuestión adicional. Puede ser esto o una tormenta solar, o la superpoblación, o el 3er mundo.
En nuestro caso (por lo explicado) sin ese elemento adicional y traumático ya apunta a esas nuevas relaciones de producción y, por tanto, a la pobreza generalizada. Pero, siempre hay algo que produce un efecto avalancha (efecto transistor) o crecimiento exponencial, que cataliza un comportamiento, es entonces cuando nos damos cuenta que todo lo que creíamos controlado no lo estaba tanto. Y que, de hecho, no lo está. Ahora que dependemos de cosas sobre las que no tenemos el dominio (el meta-abastecimiento/ canales virtuales), menos que nunca.
Es el momento de pensar en esto. Este trabajo ha partido de otros presupuestos, pero pensemos que la creación de un sistema paralelo (casi autónomo) que nos surta de lo principal no sólo puede ser el camino hacia una sociedad mejor sino también la garantía de que, ante cualquier hecho accidental, nuestro sistema esté preservado. (En las funciones principales, y en las de recuperación del sistema). Es decir, no sólo es una cuestión política, o de justicia social, es una cuestión de pervivencia
Todo lo dicho, pensando en nosotros los siervos, porque los caballeros, que no serán el 15%, tal vez el 1%, sea como sea, siempre van a encontrar un caballo en el que montarse. Es decir, ellos sí tendrán los recursos garantizados.
Tenemos de un lado lo que los sistemas hacen de forma natural, y de otro la posibilidad de adelantarnos, de llevarlo hacia otro lado, de sacar como sociedad lo mejor que tenemos para obligar su movimiento.
En realidad es más que eso. No sólo tenemos la posibilidad sino la obligación de hacer algo (diferente, bueno, mejor) que nos saque del ciclo. La obligación de darnos cuenta de que mientras nosotros sigamos siendo los mismos, el ciclo va a seguir siendo el mismo.
Que no lo hacemos, nada, ya tendremos otra oportunidad. Será dentro de mil años, y no seremos nosotros, claro.



domingo, 2 de diciembre de 2018

CRÍTICA DE LA RAZÓN SOCIAL 9/10

SOLUCIONES EXTRAORDINARIAS 2/2



El sistema social es un sistema dinámico que tiene un movimiento principal y otros secundarios, como la tierra en su órbita. Aquí sólo se está actuando sobre los secundarios. La derecha de una forma, y, la izquierda, de otra parecida en lo que importa, porque no actuando sobre el movimiento principal, la repercusión es mínima, y, posiblemente, contraria la una a la otra.
Tampoco se puede sacar al planeta de su órbita, y, es por eso, que no se puede sacar, que necesitamos algo más que medidas de choque, necesitamos ingeniería social.
Para abordar esa ingeniería social, hay que conocer la naturaleza de su movimiento. Un movimiento que, para empezar, está limitado a sus propias posibilidades dinámicas, confinado a su realidad como lo estaría una canica que rueda por la superficie interior de una caja. Dentro de la caja, todas las soluciones son ya conocidas, sobre todo cuando hay dependencias insoslayables entre unas y otras variables, como existen en sociedad.
La canica sólo puede salir escapando de esa realidad…, rompiendo esas dependencias o abriéndose paso hacia arriba de la caja, dándose un nuevo grado de libertad, como dije, un nuevo paradigma social.
Voy a decirlo otra vez. Nuestro sistema socioeconómico no es sostenible sin reconducirlo seriamente. En consecuencia, lo que aquí se dice afecta a los individuos más vulnerables, pero también a la pervivencia del sistema. Las soluciones ordinarias sirven (son un tratamiento de choque) para contener su inercia, pero serían insuficientes para reconducir esta forma tan particular de progreso. Para esto último habría que diseñar esa otra forma de sociedad (desde otras premisas), y ponerla en marcha ahora que se acaba de iniciar el  retroceso social y que el deterioro es limitado.
Este trabajo persigue trazar ese proyecto, ese nuevo paradigma social, esto es, un esquema de funcionamiento que vaya más allá de los intereses del Capital y la doctrina de la necesidad. Esa necesidad por la que unos ganan dinero y excluyen socialmente, y otros, excluidos y enajenados no albergan otra cosa que sentimientos de impotencia y reactividad social.
No se puede hacer una sociedad mejor sin tener una idea clara de lo que se quiere, tampoco si lo que se quiere no es nada más que un conjuntos de remiendos, de acciones y reacciones, y ya está.
Todos tenemos que superar nuestros intereses y nuestros apegos. La economía tiene que jugar su papel, y la sociedad el suyo que no es otro que presentarse para la economía con resistencia cero, trasparente, porque ella sea en sí misma trasparente y ausente de conflicto. Pero eso implica dotar a la sociedad de todos los medios materiales que la hagan así, trasparente, ausente de conflicto. Con resistencia cero, cualquier potencial “V” implica una corriente “I” infinita, sólo precisa una desigualdad mínima entre polos.
Llegamos al concepto físico de superconductividad, en este caso socio-económica, y a la superación de la bipolaridad/desigualdad  como condición necesaria para el establecimiento de flujos de riqueza: con una sociedad equilibrada, la economía es altamente productiva.
Ésa es la forma del nuevo paradigma, su esquema económico final. La ampliación de la FPP y los VVCC son sus elementos económicos precursores, su arquitectura física (que luego completaremos). Y lo que viene la forma de alcanzarlo, su lógica o marco de funcionamiento, que –como dije al inicio– parte de un único requerimiento: entendernos a nosotros mismo como sistema.

Lógica de funcionamiento
Hay dos aspectos que encuentro imprescindible para la transformación social que pretendemos, y que constituyen su fundamento y su arquitectura o lógica de funcionamiento. Estos son, los principios de verdad, es decir, el establecimiento de objetivos claros en el modelo de sociedad (lo que queremos ser como sociedad), y la inversión social que es una formulación racional de la ocupación destinada a alcanzar el beneficio social, la eficiencia,  y la oportunidad personal en grado óptimo de aprovechamiento e igualdad de oportunidades. Todo ello respecto a los cinco grandes bloques de ocupación (básico público y privado, especial público y privado, y el de la vida como ocupación).
Los principios de verdad son cuestiones que sin verdad se nos muestran como verdades suficientes, objetivos que se sacan de la arena política porque se entiende que esta sociedad los quiere así. Podríamos decir, que respecto de una ley, su principio de verdad sería el espíritu de la ley, lo que se quería con ella. De forma análoga el principio de verdad es lo que queremos como sociedad, su idea básica y elemental, de modo que todo lo que se hagamos vaya supeditado a esa idea. Incluir el bienestar social para la FPP, podría ser un principio de verdad.
Esto obliga a la jerarquización de nuestros deseos o nuestras demandas, de modo que sea esa jerarquía la que determine el principio básico de justicia social. En este sentido dos anhelos de la misma categoría entrarán en conflicto, que no resolveremos a no ser que haya una verdad superior que dé a cada uno de los anteriores su sitio.
Esto que estoy diciendo es en realidad una herramienta superior que va más allá del objeto este que estamos hablando, porque es la forma natural de resolver cualquier debate moral sobre las cuestiones, es decir, que manejándola nos tiene que hacer por fuerza personas más capaces. Así, por ejemplo, un principio de verdad es lo que trata de superar el conflicto emocional de la “mentira piadosa” y similares, y lo hace mediante algo de mayor jerarquía (por una finalidad). Llevado a lo social, representa la forma de resolver nuestras dicotomías, si es que apostamos por la verdad social.
Si tratamos la independencia de Cataluña, desde este punto de vista, vemos que para la derecha catalana quizá pueda no haber conflicto, pero para la izquierda sí, que se reproduce en cada decisión: los anticapitalistas, por ejemplo, votaron al 50% sobre algo, buscando esa jerarquía. Sólo el 50% la encontró, el otro rompe necesariamente la jerarquía. Ahí es cuando nuestro discurso se pierde y no podemos ser categóricos, o ponemos el acento en eso que respalda nuestra afirmación, no en la verdad, y nos hacemos políticos en el sentido peyorativo del término, que todos conocemos.
Hay muchos otros ejemplos que afectan principalmente a la izquierda porque, contrariamente a la derecha, que tiene el principio del dinero y el libre albedrio que le da Dios, ésta no tiene unificados los suyos y se ve envuelta en contradicciones al fabricar un credo. Ya dije que la izquierda no tiene un hilo conductor. Esto que digo debería ser su hilo conductor, una dogmática social. Una dogmática que sea capaz de hacer frente a la dogmática de una parte del Capital y a la estandarización nihilista de la otra.
La inversión social se apoya en la idea de ocupar a la sociedad de arriba abajo, es decir, no se regula la promoción o elevación social mediante criterios de competitividad sino el descenso social por razones de necesidad. En consecuencia, la inversión social se apoya también en la idea de ocupar a los sectores desadaptados de la sociedad en las funciones básicas, y así dejar la máxima disponibilidad social posible para tareas asociadas al desarrollo y, al conjunto de la sociedad, para aquellas otras asociadas a la propia vida. Contrariamente a la competencia laboral actual cada vez más desleal, como consecuencia del principio de competitividad, que suma a la escasez del empleo, la precariedad y la rivalidad para obtenerlo.
La inversión social va también al amparo o cumplimentación cabal de las horas de trabajo necesarias. Las horas necesarias para que esta sociedad funcione serán realizadas por aquellas personas que no pueden ofrecerse a sí mismos, o a la sociedad, algo diferenciado, en las fases de la vida que esto ocurra. Pongamos el ejemplo de los 70000 presos, pongamos el caso de personas sin competencias o de formación desfasada, ancianos vitalistas, jóvenes que no han encontrado su camino, pero que sin embargo quieren (deben) participar en la sociedad, aportar, ocuparse, sentirse útiles. En tanto que todas las que sí pueden ofrecer algo distinto, tienen la oportunidad y la cobertura social. Por cierto que ya seguramente no habría 70000 presos, dado que muchos son producto de la necesidad.
La inversión social racionaliza la ocupación y la distribuye, promueve el compromiso social y la eficiencia, al tiempo que proporciona un equilibrio emocional y psicológico sin precedentes al darle al individuo la oportunidad de ser útil y ocupar su tiempo, justo en lo que puede y quiere dar, bien formándose, bien aplicando su formación, y para elegir qué, cómo y cuándo, sin presión o urgencia social.
En el sistema actual la desocupación es sinónimo de fracaso y es este fracaso el que eventualmente es subvencionado. La inversión social subvenciona, en cambio, la excelencia y la premia con tiempo para desarrollarse como tal hasta encontrar su aplicación. Se trata de volver a lo lógico, a lo natural en una aldea. Cada uno hace lo que puede, lo que sabe en la parte que le toca. Cada uno en un tramo de su vida puede tener una función por defecto si no está desarrollando otra mejor.
En este sentido, a lo mejor el abuelo tiene que cuidar del nieto y luego el nieto del abuelo. Eso se puede hacer si no existe otro tipo de presión social que nos haga estar en continuo estado de supervivencia.
Eso lo estamos haciendo ya, de hecho, en ese estado de supervivencia.
Se trata por tanto de volver a atender las cosas que tenemos que atender, y que cada vez será más necesario atender, con naturalidad, como parte de la vida, sin pensar que por ello nos estamos perdiendo algo, porque sabremos que todo tendrá su momento. Pero se trata de algo más. Podemos darnos cuenta de que la inversión social que es la inversión en el acoplamiento ocupacional, que favorece la ocupación por defecto o masiva de los sectores especializados (y, con ellos, la global), favorece, además, la supresión de buena parte de los beneficios sociales derivados de la diferenciación o la exclusividad. Al tiempo que, como causa o efecto, se sustituye la competitividad de los competidores por la de los competentes en buena parte del espectro social.
Eso es, a expensas de decir más cosas, “la inversión social”.

La estructura social
Ahora queda desarrollar la estructura social general sostenible, y congruente con todo lo anterior, que con lo anterior conformará el modelo social de “La Sociedad Inversa”, que estamos presentando. Y que tiene que ir a más allá de lo presentado porque la problemática es mayor. Y es mayor porque no sólo tenemos que ordenar la ocupación como fundamento de la actividad empresarial y asegurar la viabilidad económica del entramado social mediante ella, sino la ocupación como fundamento de la propia existencia. O, si se quiere, la no-ocupación.
En ese hacer cosas que no son naturales, sabemos que en nuestra sociedad se producen dos embudos, uno respecto a las personas, que no pueden obtener su medio de vida, y otro respecto a la sociedad que no puede beneficiarse del conocimiento de las personas que, incluso, ha formado. Dos embudos que a nivel estructural acabamos de solucionar, pero no a nivel operativo o funcional.
Los embudos se producen como consecuencia de la acumulación de capital, que puede estar sin aplicación, y del hecho de que todo lo que se hace en esta sociedad se hace mediante el dinero.
De alguna forma, tenemos que liberar el esquema de actividad que hemos diseñado de su dependencia al dinero.
A decir verdad, si lo pensamos un poco, el requisito no es tan extraño. Una sociedad avanzada, del conocimiento, no puede estar sujeta a la existencia de un pagador para ver transformada su riqueza potencial en real. Ése es uno de sus principales defectos sistémicos (el cuarto defecto sistémico). Uno al que nos empuja el Capital.
Esto nos lleva que una sociedad debe sacar lo básico que podemos producir y lo básico que tenemos que consumir del circuito financiero para que pueda transformar esa riqueza potencial, en real, dejando el dinero para lo accesorio. Este dinero, además (garantizado lo básico), sería un menos miedoso, más fácil de movilizar, más productivo.
Teniendo garantizado lo básico, el dinero restante lo podríamos utilizar para ir de vacaciones, para consumo, sin miedo al mañana (se introduce en el circuito financiero).
Lo básico que consumimos puede venir amparado por una renta. Lo básico que producimos por todas aquellas cosas que pueden precisar una sociedad avanzada y del conocimiento en cuidados, educación, etc., fuera de circuito productivo o especializado.
Fijémonos en el detalle. Empezamos nuestro decurso histórico como Hombres siendo una sociedad que intercambiaba cosas y servicios, luego una que los compraba. Tenemos que llegar a ser, si queremos salir adelante, una sociedad que base su desarrollo primordial en el intercambio de los servicios básicos, con el Estado como mediador. Se trata de conservar la actividad comercial pero (como ya adelanté) sobre un mínimo de referencia. El mínimo de referencia consiste desde un punto de vista instrumental en no dejar que el potencial cero sea la pobreza extrema, o dicho de otra forma que lo mínimo no sea cero sino una riqueza mínima de subsistencia que establecemos o hacemos coincidir con la energía social de fondo derivada de la comunicación permanente de los polos.
De acuerdo con la ocupación, sólo existiría el concepto ingreso básico destinada a la ocupación básica, el retiro, y la formación y luego los diferentes niveles de ocupación no básica, con sus respectivos ingresos en función de que fueran públicos o privados.
Se podría demostrar que subiendo la vida comercial sobre ese nivel de referencia nada cambia en el sector comercial, y que sigue igual sobre ese nivel de referencia, porque subiéndolo, si bien es cierto que hay que proveer para avituallamiento y servicios, también lo es que se provee a las empresas de una determinada actividad.
De una parte porque el dinero sobrante ya mencionado, se emplearía en los servicios no contemplados, de otra porque ese avituallamiento en realidad se amortizaría con colaboraciones en el mercado laboral de las que las empresas pueden salir muy beneficiadas, en tanto que los servicios básicos pueden ser autogestionados.
Sirva como demostración de lo anterior que actualmente se baja la referencia bajando los costes y no se gana o mejora nada, por la subsiguiente bajada del precio del producto (como ya referí). De lo que se saca que subiendo este coste por incluirle gastos como los descritos o los que derivan del tratamiento ecológico de las mercancías (que ya se hace) tampoco variaría o repercutiría de forma negativa.
Naturalmente esto exigiría cambiar la forma de gravar a las empresas. Ya lo tenemos desarrollado mediante los VVCC, sólo tenemos que ahondar en sus posibilidades, en lo que de ellos se derivan.
Las empresas no pagarían impuestos por puesto de trabajo sino un canon por actividad que incluiría baremos relacionados con los ingresos absolutos, los beneficios absolutos y relativos, así como la productividad derivada de la mecanización. Canon que les liberaría de cualquier otro concepto y le daría el derecho superado el 25% al incremento eventual del número de trabajadores pagando sólo el diferencial.
Es decir, la necesidad laboral sobrevenida o incluso de ciertas circunstancias como podrían ser apertura de negocios etc., podrían estar prácticamente exentas de cargas fiscales y laborales, la primera por no tener rendimiento, y la segunda porque la sociedad se hace cargo del básico y el negocio del diferencial. Sería la  2ª generación de los VVCC.
En buena medida sería un sistema económico de tarifa plana, que se puede entender de dos maneras, una entre el empresariado que es quien hace las aportaciones para la renta básica, como si ellos formaran a nivel del Estado una gran corporación, y dos, en el conjunto del Estado puesto que el trabajo forma parte de los elementos a coste cero que proporciona éste (algo parecido a cuando se te acaban los megas, y tienes megas adicionales a menor velocidad.)
No pretendo dejar todo asentado sólo dar una idea de cómo podría instrumentalizarse la actividad en este marco. Aquí, la supervivencia del flujo mediante subsidios naturales lejos de ser, tal como se planteó inicialmente, una cuestión de caridad, y luego de pragmatismo social, es una cuestión de higiene del sistema, y una  cuestión de necesidad para el propio sistema porque es la única forma de garantizar que el sistema siga su marcha, que todas las circunstancias sociales, lejos de constituirse en un problema para el sistema financiero se constituya en un flujo de fondo que garantice su supervivencia incluso cuando esa parte decayera. Habría dos sistemas, el del dinero y el del no-dinero conviviendo en armonía.
La Sociedad Inversa preserva todo lo bueno que nos puede dar una economía de mercado, aprovechando la base social, que así se muestra como un sistema paralelo que se interrelaciona con el otro y que incluso puede funcionar de forma autónoma en caso de necesidad y desastre, dando además respuesta a los cambios sociales que tenemos ahí en frente, y que no podemos eludir. En tanto que en un funcionamiento normal se comporta como la sociedad que siempre ha querido el Capital, esa que no presenta resistencias y da, por tanto, una máxima productividad con el mínimo aporte. Como dije una sociedad que basa su funcionamiento en la superconductividad, no en la excesiva bipolaridad.
La jubilación: el estado activo/pasivo. Como se puede diferir de nuestro desarrollo, no existe concepto de jubilación ni compensación por ese motivo como tal, sólo retiro en la lógica de que sí hay una edad en la que la persona ya no quiere o no puede ser productivo, que iría a priori muy ligada a la imposibilidad biológica, porque en realidad, todos por lo general queremos hacer cosas mientras podemos hacerlas. No existe jubilación porque no existe una diferenciación clara o marcada por etapas entre la actividad y la no actividad. Esto, con la escasez de trabajo ya es así, la cuestión es reconocer esa realidad y organizarla.
Vemos que las soluciones en algunos casos pueden parecerse a las que da el propio Capital, y ésta lo es respecto a la necesidad de indiferenciar la vida activa de la pasiva, o como podría ser la existencia de trabajos que podríamos conceptuar como minijobs, o incluso se podría pensar de un sistema que libera de tareas serviles a los capaces, pero sólo si no tomamos en consideración lo que ocurre ahora, y todas las salvaguardas del sistema en nuestro modelo.
La cuestión no es qué cosa sino en qué marco, es decir, la misma cosa son cosas diferentes en función de la intencionalidad, de la indefensión del apremio, del rigor. En un caso aumentan las resistencias sociales y en el otro las disminuyen. En un caso es una solución individual a vida o muerte, y en el otro un encaje social.
En efecto, hay una serie de realidades que no podemos eludir, como son la longevidad, la superpoblación y la escasez de trabajo monetarizable que nos lleva ya en la actualidad a una relación activo/pasivo pobre y a unas vidas laborables tardías e intermitentes. Las soluciones no pueden ser la que ya dijimos que no podían ser, tampoco puede ser solución caminar por la vida a salto de mata intentando complementar nuestra aportación con trabajos extemporáneos que como consecuencia de la escasez afectaría a la ocupación de los que sí tienen edad o situación de trabajar, y que sólo da lugar a políticas ridículas que incentiva la colocación: de menos de 30 años, de más de 50… Ahí se agota la imaginación.
Es decir, cuando no hay escasez se puede pensar en una vida laboral larga, pero cuando hay escasez, no. Ni tampoco en alargar la vida laboral o hacerla coincidir con la biológica a la fuerza, en un clima de precariedad, y de más incertidumbre de la que por sí tiene la vida.
Sólo cabe desligarla, es decir, hacer lo que, y cuando, se puede. Y análogamente desligar la retribución de lo que, y cuando, se puede hacer, que nos llevaría a perder los conceptos de activo y pasivo, y sus retribuciones diferenciadas.
En este caso, las aportaciones fuera de tiempo que llamamos laboral entrarían dentro de la lógica del sistema, dentro del nivel de referencia.
La pregunta es: ¿cuánto cuesta esto? Hacer frente a esto tiene un coste inicial que con el esquema actual de sociedad podría estar, tirando de largo, en los 15.000 millones de euros (6000 euros por 2,5 millones de personas), pero eso sería sin asociar actividad alguna, a pelo. Ése no sería el caso porque sí que llevaría asociada una actividad y compensaciones consecuentes de varios tipos, derivada de la comunicación entre vasos (de los VVCC).
De una parte por la posibilidad establecer un sinfín de actividades o contrapartidas sociales, para beneficio de la población atareada (universalización del soporte). Actividades referentes al cuidado del hogar, ancianos, niños, dependencia, asistencia académica, etc., que estarían normalizadas, por las que sólo se pagaría un diferencial, que luego revertiría en la sociedad, en los vendedores de productos. Actividades que, por otra parte, nuestra sociedad cada vez más vieja, va a tener que implementar sí o sí, si no quiere caer en el abandono sistémico de los viejos.
De otra por la actividad empresarial de bajo coste, ya mencionada.
Finalmente, porque permitir esa forma de ingreso diferencial en los años posteriores a la edad de jubilación actual elimina esa idea de pago abultado durante un periodo cada vez mayor como consecuencia de la esperanza de vida: el Estado está tranquilo, paga lo necesario, la persona está tranquila, cobra lo necesario, pudiendo acceder eventualmente a ingresos extras, al tiempo que realiza un beneficio social, comportamiento que hoy en día es habitual en médicos, profesores, y otros que han hecho de su profesión el sentido de sus vidas.
Esto sin contar con la cantidad de cosas a nivel social, infraestructuras y desarrollo, que se pueden hacer con una masa social dispuesta y satisfecha.
En consecuencia, esto tendría un coste que se iría amortizando, y que incluso no tendría que repercutir en la sociedad (para eso tenemos nuestros 60000 millones de euros anuales), lo que nos permitiría adaptar en el tiempo un sistema con otro e ir implementándolo paso a paso, las transformaciones sociales y las necesidades económicas que comporta.
El sistema no elimina la diferencia personal, social y económica entre individuos más y menos capaces (aunque la amortigua). Simplemente los sitúa en función de su nivel de capacitación, los ocupa, les da un lugar en la sociedad, garantizándoles  los recursos económicos. Y les permite prosperar sin limitaciones y sin miedo a no hacerlo.
Con todo ello se llega a un modelo de sociedad que elimina los cuatro principales problemas sistémicos del actual. En el que todo el mundo puede hacer algo, todo el mundo hace algo, de acuerdo a la inversión social, sin competitividades absurdas, sin dominación contractual, sin ser objeto, ni activo ni pasivo, de la beneficencia. Y en donde todos los procesos humanos encuentran un escenario social sin resistencias sociales para su desarrollo, y de forma particular, el económico, esto es, el proceso de creación de flujos de riqueza.