SOLUCIONES ORDINARIAS
(1) Para empezar podemos preguntarnos,
¿bueno, y qué se puede hacer? ¿Cuál es la solución?
Vayamos primero a unas consideraciones
previas que enlazan las realidades planteadas en el capítulo anterior con este
bloque, además de presentar toda una serie de consignas, diría de actitudes o
de mentalidad frente al escenario socio-político (y frente a las demandas).
En todo lo dicho se pone de relieve que
se quieren excluir a esa parte de la sociedad que no pasa el corte, aunque esto
pueda suponer llevar a toda una sociedad hacia el subdesarrollo endémico. Mala
suerte, dirán: ya se vio con Grecia. Donde, por cierto, vimos lo más parecido
que conocemos a un poder fáctico en ejercicio, la troika.
En realidad, la parte amable de ese
poder fáctico, la que incluso pone condiciones, la que se deja ver. La que,
como dije, sólo tiene que atender a la realidad, a las leyes del mercado para
asfixiar, para hacer una prueba de fuerza y dejar claro que la economía, el
desarrollo de los pueblos está en sus manos, en manos del Capital, y que no
está dispuesta a permitir esa forma de beneficencia, de intermediación gratuita
de los Estados o la falta de rigor presupuestario.
Hay otra parte de ese poder que ni
siquiera se expresa: que hace.
(2) Sea cual sea la solución, la
solución no puede ser negar la realidad o gritar que es injusta, y ya está…
inventar algo que está fuera de la realidad, desconectada de ella.
Algo que está fuera de la realidad es
algo que sea inviable económicamente. Es decir, a nosotros puede no gustarnos
un ajuste económico pero no sólo tenemos que decir que no gusta sino
también como podemos sortearlo, sobre todo cuando el ajuste (para el caso de
las pensiones) obedece a algo tan ineludible en el modelo actual como esa razón
de proporcionalidad entre activos y pasivos, que puede ser de valor 1 (1 por
cada 1) o inferior. Sortearlo es decir qué cambiar y cómo, y todo ello sin
parecer timoratos o faltos.
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Ese camino (el de la irrealidad) sólo
lleva a la desesperanza. Ése es un camino corto y doloroso, por eso todo el que
lo recorre al final se cruza con el otro, con el de la ortodoxia, con el del
pragmatismo, y se entrega a él. Con más fuerza que los pragmáticos
en origen. El otro camino (el del pragmatismo) tampoco lleva a ninguna parte.
El pragmatismo llevó a Roma al éxito y al fracaso. No es garantía (el
pragmatismo se acomoda, intenta sacar partido, pero nada más).
La cuestión es que el pragmatismo se
presenta como una resistencia al cambio, que sólo se puede descomponer con otro
pragmatismo más categórico. Ése es el que tratamos o trataremos de formular. Se
trata, como dije, de dibujar la proyección de ese camino (el actual: una recta
entre puntos), y alcanzar la convicción de que sólo saliéndonos del itinerario
establecido tendremos una oportunidad, que vale la pena, por tanto, explorar.
Aunque puede no ser suficiente, porque para el Capital incluso el conflicto es
parte del precio (lo vemos en las guerras), y la miseria sobrevenida, una
oportunidad.
Por esto, por ese más que probable
fracaso, es bueno decir en voz alta lo que ese poder fáctico va a hacer,
relatar lo que está ocurriendo… Para dejar evidente que no nos engaña, que lo
va a hacer, pero que nos estamos dando cuenta.
Caracterizar el daño es esencial, porque
sólo así se entenderá que tal o cual cosa que se diga para remediarlo no es
fruto del capricho o del delirio. Pero caracterizar no es repetir todo esto
(que digo yo, por ejemplo), y que quede como un ruido de fondo en la sociedad,
como un zumbido. Las personas pensamos algunas veces que defender lo nuestro es
eso, y no lo es (aunque sea necesaria la pedagogía). El poder utiliza el ruido
de fondo para que el mensaje se pierda en él, entre los otros mensajes. Tampoco
es salir a la calle, aunque eventualmente pueda ser bueno expresarse así. Es
marcar el camino que queremos, de una forma tan seria y tan vehemente que no
quepa duda. Si el mensaje es claro, es claro.
(3) Todo lo que se puede hacer tiene que
venir a través de medidas políticas que tienen que ser medidas decididas.
Algunas de esas medidas son regulaciones casi imposibles de aplicar porque son
poco menos que ir contra el sistema desde el sistema, precisamente contra
aquello que están intentando instalar o alcanzar, que no es otra cosa que
recuperar todo el terreno perdido en estos 60 años, diría en estos seis siglos
de conocimiento.
Esta dificultad es la que hace que todo
lo que sea susceptible de empeorar, empeore, y la que hace que todo lo que se
diga para reventar esa dinámica suene a cuento de hadas, a excesivo o
inservible… Excesivo e inservible, sobre todo, cuando los interlocutores
políticos están conformes con la evolución del sistema y sobrestiman su
estabilidad (subestiman el carácter problemático). Es decir, se está en la
lógica del sistema. La misma conformidad y la misma lógica que promovieron las
políticas austericidas durante una década, que son las que nos han llevado a
esto, a pesar de estar basadas en estudios económicos con errores en sus tablas
de cálculo (el excelgate). Y que se siguen promoviendo mediante el Pacto de
Estabilidad que representa ¾ de lo mismo.
La misma conformidad y la misma lógica
que hacen que a cada problema se le trate de dotar de una solución discreta,
como la del IPC de subida en las pensiones bajas, y ya está, hasta el año que
viene, o hasta dentro de cinco, a pesar del panorama.
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Pensemos, respecto a ese panorama, que
la generación de los 60, que es la última que cotizará en condiciones, lo hará
hasta los años 30, y que habrá que pagarles entre los años 30 y los 60 sin
haber buenos cotizantes para hacerlo, y que a partir de los años 60, de este
siglo, prácticamente todos, por salarios y por pensiones, estaremos a un nivel
entre muy bajo e intermedio de solvencia económica (tomando como referencia
buena la situación actual, en la que ya el 60% de las pensiones están por
debajo de 600 euros).
Podemos dar una década o dos de margen,
pero no más. Esto sin tomar en consideración la tasa de sustitución de “La
reforma de la pensiones” que dejaría todas estas cifras al 50 por ciento
mediante el factor de sostenibilidad y de revalorización, que no voy a
desarrollar ahora, pero que representa la solución sencilla, la más fácil, la
que no hay que luchar contra nada: si no hay dinero se paga menos, se reparte
el dinero disponible entre las pensiones. Manteniendo el poder adquisitivo (en
el mejor de los casos) de las que ya de por sí no tienen ese poder adquisitivo.
Como medida quirúrgica e inservible.
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Una vez más, la poca entidad de la
solución o de la respuesta quita entidad al problema o pretende quitársela.
Pero partiendo de que el problema no tiene poca entidad, llegamos a la
conclusión de que lo que tiene poca entidad es la respuesta. Lo que nos lleva a
separar la realidad en partes para así ver bien los problemas, las respuestas,
su entidad y la entidad de quienes la promueven.
Lo que sigue es posible que no sea la
solución, pero está (por todo lo dicho hasta aquí, y por lo que voy a decir) en
el camino de la solución, lo que otros ya quisieran.
1º Para empezar hay que poner todas las cosas en
valor. No se trata de romper nuestro mundo sino de reconducirlo a otra fórmula
más sostenible. Marx escribió:
La burguesía ha desempeñado, en el
transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario[…] Desgarró
implacablemente los abigarrados lazos feudales[…] La burguesía ha producido
maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y
las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más
grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas.
Si el primer marxista reconoció esos
logros de la burguesía, no veo por qué no podemos hacerlo nosotros.
2º De todo lo dicho, se pone de manifiesto que el Capital
tiene un proyecto claro, un objetivo, pero la sociedad no, en consecuencia,
tampoco determinación.
Se comprende que en el tiempo que se ha
socializado el bienestar (hasta los 90) se modulara y compartiera el discurso,
pero ahora no. Ni compartir ni sacar un discurso viejo (el de la izquierda) con
recetas del pasado que no sirvieron ni en el pasado. El diagnóstico es siempre
el mismo pero la respuesta debe ser otra.
En realidad, ni siquiera el diagnóstico
es el mismo porque ahora debe estar desideologizado para que sea inclusivo,
efectivo. Es decir, inclusivo para que sea efectivo
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Ésa otra respuesta, aunque olvidado del
destinatario final (el Capital con mayúsculas), fue creo la que intentó dar
Errejón antes de ser fagocitado. Lo cuento en el post “Podemos
contra Podemos”, que aproveché precisamente para manifestarme al
respecto, y aquilatar la transversalidad y la calidad de esa respuesta frente a
la otra, entendiendo que también el análisis ha sufrido una evolución, por
cuanto hasta la derecha tradicional (autónomo-comercio) ha sufrido el hambre
voraz del Capital, que quema etapas, que no tiene amigos.
Siendo esto algo que deben saber los que
se erigen en defensores a ultranza de sus bondades. Siendo además la razón por
la que he establecido la disyuntiva entre Capital y sociedad (o no-Capital) y
no entre derecha e izquierda (utilizada sólo para hacerme comprender).
Esta transversalidad no sólo se
caracteriza o es una mera ampliación de la lista de damnificados, también es
una consecuencia de la inclusión de sus puntos de vista, los mismos que acabo
de expresar en la cita de Marx, que diferencia el poder del Capital, de su
perversión.
Hay que regular la máquina del
desarrollo (cambiar su modo de trabajo), no pararla, ni tratarla como si fuera
una cosa ajena a nosotros, porque no lo es: somos nosotros.
Lamentablemente todo esto tiene una
cara-B. Ya dije que había políticas de derechas y de izquierdas. Hay
políticas para los contratadores y para los contratados, que son las que hacen
que este país esté verdaderamente dividido entre unos y otros (las sociedades
en general), y que no se responda o se tenga criterio político u orientación
más allá de esa primera necesidad…, y eso es inadmisible.
Se hizo la reforma laboral por mandato
del capital, cierto, pero media España que contrata se frota las manos. ¿Cómo
salir de esto si no es a través de una política de “Vasos Comunicantes” entre
polos? Ya hablaremos de esto.
3º Esa respuesta tiene que dar cuenta de que junto a
la capacidad de transformación de la burguesía (que acabo de expresar en la
cita de Marx), venida a más en la actualidad, está la capacidad de romper
cualquier regulación que pueda ser un impedimento para la comercialización.
Esto es un hecho constatado en todos los procesos de desregulación ya
mencionados, que yo llamo estandarización porque
persigue esto, un estándar único de sociedad que no represente una traba para
la producción, incluso un estándar de familia, de persona.
[Desregulación que ha venido a menos con
Trump, que representa a otra forma de ser del Capital (la del Capital no estandarizado),
que establece un nexo entre las izquierdas y las derechas. No voy a
desarrollarlo ahora, pero se podrá entender, no obstante, que haya un Capital
contrario a la estandarización (como lo está la izquierda radical) por cuanto
no sólo forman parte del Capital aquellos que rompieron el dogma de la Iglesia
(de acuerdo con Wood) sino aquéllos que lo respetan o forman parte de él.]
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En cada época de la historia, el Hombre
del dinero ha querido algo y ha utilizado a la parte de la sociedad que ha
creído conveniente para conseguirlo. Pues bien, ahora lo que quiere el hombre
del dinero es el desarrollo de un nuevo estándar como
es el TTIP,
por el que quedarían derogadas la mayoría de las restricciones garantistas del comercio,
dando al hecho comercial supremacía frente a ellas y frente al derecho básico
de los Estados, sus Constituciones.
El TTIP es un peldaño más en ese proceso
de estandarización que pone de relieve que sí que existe un poder económico
transversal que lo quiere todo, y que lo puede todo porque ya tiene en realidad
mucho camino hecho al respecto, poniendo en evidencia que por encima de la
capacidad de los Estados frente a las Empresas está la del Capital frente a los
Estados. De hecho, para ese Capital no existen los Estados, sólo unos
territorios con unas determinadas regulaciones económicas eludibles, a los que pueden
imponer sus condiciones, su modelo o excluir de la lista de agraciados.
O ambas cosas, porque esas condiciones
redundan en la idea de liberarse de toda suerte de fiscalidad o sujeción, sin
contrapartidas, salvo la del contrato laboral [que lleva ya su propio proceso
de liberación mediante fórmulas que alcanzan o persiguen ese mismo grado de
asimetría contractual (en este caso, de dependencia, pobreza laboral y uso
alienante)].
Salvado este inciso, es ahí a donde he
querido llegar en este punto, a que toda solución que se precie, toda
perspectiva elevada de la situación tiene que pasar necesariamente por
restringir esa especie de extorsión económica o imposición unilateral. De una
parte regulando el marco en el que se mueve el Capital y hace sus aportaciones
en la Unión Europea, pero también mediante la cobertura estatal y social a los
productos de la competencia que no responden a este fraude. Si bien dada la
coyuntura actual cuesta exigirle a una empresa que realice su compromiso fiscal
por la venta de sus productos de una determinada manera, si podemos condicionar
la compra de los mismos a la forma de hacerlo. Digamos que nos ignoramos recíprocamente.
Ellos a nosotros de una forma y nosotros a ellos, de otra.
4º Una cosa es la deslocalización de las empresas y
del valor económico que generan (que acabamos de ver), y otra es la
deslocalización y administración desleal del flujo económico propiamente dicho
a través de las inversiones.
Voy al hecho, ya mencionado, de que uno
de los grandes problemas es la deslocalización del capital, pero en realidad,
voy al otro hecho de que quien maneja ese capital también maneja el nuestro, es
decir, que es muy fácil o probable que se esté utilizando el capital acumulado
por la clase media (su ahorro) para ir en contra de la clase media.
Voy más allá en realidad, y esto es lo
grave, no es que le estemos dando el dinero al Hombre del dinero y lo utilice
contra el sistema, es que nosotros somos el hombre del dinero. Nosotros somos
el hombre del dinero cuando lo dejamos allí (donde se guarda) y queremos un 4%
de rentabilidad en vez de un 3% como expresión de nuestra codicia, codicia que
el Hombre del dinero utiliza para cortar los árboles del Brasil, si llega el
caso, que son los que nos dan ese 4% (a ellos el 10%, el 15%, o el que sea).
Por eso es tan importante recuperar el control, que no se puede alcanzar sino
con medidas políticas, claras, destinadas a ese fin.
Ahora se ve claro que no podemos parar o
aniquilar el sistema, y que no se puede porque somos parte de él. Y que todo
cambio lleva implícito un cambio de mentalidad.
Yo escribí un post al respecto, hace
tiempo (que, por cierto, envié a la Presidencia del Gobierno), que trataba de
evaluar si estábamos en condiciones de tomar control de ese dinero y
condicionar el circuito económico, y cómo… Explorando la posibilidad de
constituirnos la propia clase media en un polo económico que jugara su papel en
el tablero de la economía (modular el transistor) , puesto que somos
la Base. Ahí quedó.
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Tanto por este punto como por anterior,
no estamos hablando de localismo o del proteccionismo a la producción, tipo
Trump y tantas otras políticas de derechas conservadoras, aunque se parezca
porque es la expresión de la contra-estandarización que, como dije, comparte
con la izquierda a estos efectos (no a otros). Estamos hablando de que las
empresas con actividad comercial aquí, paguen aquí y no en Irlanda. Estamos
hablando de que el menoscabo, o ausencia de compromiso, de determinadas
empresas, tengan respuesta. Estamos hablando de hacer frente a un complot
fiscal supranacional y consecuentemente inmune a las leyes, que además tiene
consecuencias en la desvertebración o desequilibrio económico (de la U.E., en
este caso), que es el que siempre ha estado presente entre el norte y el sur,
entre el centro y la periferia por las mismas causas.
Luego, aprovechando que son centros
económicos que capitalizan toda la riqueza se quieren adueñar de ella,
independizarse, como Cataluña, olvidando que los polos económicos son polos en
representación de otros sitios que no lo son, por decisión del Capital que ha
dicho como tiene que estar distribuida, y que la riqueza, por tanto, es
consecuencia de esa representación, y no les pertenece. Si no fuera así
antes de ser candidata para el Centro del medicamento (por ejemplo), como ha
ocurrido en pleno process,
hubiéramos tenido que pujar entre nosotros para la candidatura, entre las
diferentes autonomías, y no ha sido el caso. Si cedemos algo, nos tendrá que
repercutir en algo, es decir, que habrá cierta reciprocidad entre polos.
De esto también hay algún post. No es el
tema, pero viene a colación de cuan “Hombre del dinero” somos todos. Viene a
colación porque es una muestra de cómo hasta el anticapitalismo (toda la
izquierda independentista, en realidad) sucumbe al ansia de dominio del
Capital, aunque luego se adorne ese ansia de ideales, de supuestos agravios del
pasado y de sentimientos (de la añoranza de un Mediterráneo imperial). Todos
tenemos pasado y sentimientos.
¡Existe hasta anarcoindependentismo! (no
queremos Estado, pero puestos a elegir, éste).
Eso que se busca es lo que quiere el
Capital, bipolarizar, diferenciar el potencial. La izquierda no divide ni
aparta. Por razones supremacistas, menos. Y si la izquierda lo hace, o alguna
izquierda, esto que digo, no desde luego.
5º Estos procesos de relocalización y
control (que he citado) están bien, pero en realidad, antes de esto hay que ver
qué cosas se pueden hacer desde la propia lógica de funcionamiento del sistema
para mejorar los ingresos y disminuir los gastos, es decir, el flujo (+ - ) en
la organización del Estado, entre polos.
En este sentido, nos encontramos que no
se realizan determinadas acciones lógicas para recaudar más y mejor, ni para
gastar menos y mejor, poniéndose de relieve un comportamiento político más que
cuestionable.
Si vamos al capítulo de los INGRESOS, los
sistemas se desmoronan porque no son sostenibles económicamente y en éste
resulta que se están perdiendo más de 60.000 millones de euros todos los años
en evasiones fiscales, que representan un delito, más otras cantidades
derivadas de la ingeniería fiscal o el tratamiento ventajoso, que ni siquiera
es delito, como las rentas del capital (gravado al 19%), las sicav (al 1% de
carga fiscal), frente hasta el más del 50% de las del trabajo. Hay
claramente un trato privilegiado, y un defecto en la persecución del fraude
(protocolos y medios), a decir de los propios inspectores de Hacienda.
¿Por qué esta forma de operar? Porque
desde la óptica del Capital se prefiere recuperar parte del dinero (destinado a
convertirse en gasto corriente por el usuario) a desmoronar la acumulación de
capital, aunque ésta pueda tener algo de fraudulenta.
De una parte, quien acumula dinero son
de los suyos, los que prefieren políticas que amparan al Capital, y lo nutren
de su materia prima. De otra, porque en esta lógica de la acumulación siempre
se podrá producir algo, pensemos que gran parte del gasto de lujo sirve para
habilitar un dinero oculto, y, a la contra, gran parte de todo lo accesorio que
existe en este mundo se sustenta mediante un dinero que de otra forma no podría
aflorar.
Esto es la desigualdad entre polos como
motor del crecimiento hecho dogma de fe o principio, principio de
funcionamiento, si se quiere (como dije, objetivos claros del Capital).
Si vamos al capítulo de los GASTOS, resulta
que tenemos un modelo territorial que está sobredimensionado: administraciones
duplicadas, administraciones improductivas-saturadas-ineficientes. Derroche
injustificado que no ayuda a fortificar la idea de que nuestro dinero tiene una
utilidad incuestionable (que está bien gestionado) y que, por tanto, no alienta
el gusto por la contribución fiscal a la Hacienda Pública.
Quiero hacer entender tres cosas al
respecto:
Una, que de cara a lo que estamos
tratando del balance presupuestario, que luego pueda afrontar los gastos en
pensiones y otros gastos más, el resto del gasto público debe ser, lógicamente,
escrupuloso.
Dos, que en realidad ni siquiera sería
ésa la prioridad o su fundamento sino que éste sería más bien el de posibilitar
mediante esa ocupación racional y eficiente un sinnúmero de cometidos sociales
que en el contexto actual no se pueden afrontar, dentro de su propia área o de
otras (hablemos de la dependencia, recursos para la enseñanza).
Tres, que, como desarrollaré más tarde,
la solución de nuestra situación actual pasa (o pasaría) por una
universalización de la ocupación, y aunque esta lleva aparejada elementos de
racionalidad y eficiencia distintos, no se puede abordar desde la
irracionalidad e ineficiencia actuales.
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Se trata de racionalizar todo. Poniendo
de ejemplo el ministerio de justicia, que está sobrepasado, a lo mejor hay que
dotarlo de nuevos medios y nuevos procedimientos para hacerlo eficiente y
ver realmente lo que esta sociedad necesita al respecto.
Pudiera ser que costase 100 millones de
euros (nada comparable a los más de 40000 millones de rescate a la banca o 5000
del plan-E), o pudiera ser incluso que el ahorro presupuestario derivado de la
simplificación de los procedimientos costease el gasto de los medios, y que la
ocupación fuese la misma, pero más eficiente, o que incluso proporcionara
recursos para servicios extras.
Esto es un planteamiento sobre este
particular. Yo les pregunto a los políticos, cuáles son los suyos. A decir por
lo que han hecho al respecto en los últimos veinte años, ninguno.
Lo dejo en este punto, para la 2ª parte
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