martes, 27 de noviembre de 2018

CRÍTICA DE LA RAZÓN SOCIAL 8/10

SOLUCIONES EXTRAORDINARIAS 1/2




De lo dicho hasta ahora lo principal es eso que trata de hacernos ver la diferencia entre una crisis cualquiera derivada del crecimiento del sistema a esa otra que surge tras un punto de inflexión y que pone en marcha mecanismos sociales regresivos que muy bien pueden crecer de forma exponencial y hacer un efecto avalancha. En consecuencia, lo principal era caracterizar convenientemente ese punto de inflexión. Que yo he situado en el metaconocimiento, porque es lo que hace prescindible a toda una clase media, tal como la conocemos… Es lo que hace establecer por 1ª vez desde el Renacimiento una secuencia humana de regresión social, toda vez que se ha perdido toda expectativa de alcanzar una altura social mayor para esa clase social de referencia, es decir, mayor que la conocida.
También es importante haber caracterizado nuestro desarrollo social mediante el efecto transistor, y asociar las diferentes fases de crecimiento al mismo.
Salvado esto, lo que voy a decir ahora es el objetivo principal de este trabajo porque es lo que de alguna forma tiene la vocación de ser una aportación al problema, al tratarse de un análisis de su estructura. Tal como tengo desarrollado y se puede encontrar en buena medida aquí en la WEB (teoría social), junto a toda la esquemática social de la primera parte. En consecuencia, ahora no desarrollamos todo un repertorio de deficiencias prácticas y de las correcciones a las que dan lugar (como en los dos trabajos anteriores), sino sus elementos estructurales, que es la única forma de alcanzar alguna expectativa de solución.
Bueno, pues a propósito de esos elementos estructurales, hay una cuestión en nuestro sistema social que está mal diseñada y que no nos puede llevar nada más que al desastre (y que nos lleva de hecho, y nos ha llevado). Nuestro sistema está basado en el principio de competitividad a ultranza (primer defecto sistémico), lo que da lugar a dos cuestiones que forman parte de su sistemática.
De una parte, el escenario económico es como el de una partida de póker en la que sólo puede quedar uno con todos los depósitos, como las fieras frente a la presa que tienen que adueñarse de ella sí o sí para la supervivencia. Lo que lleva al fracaso de todos frente al único que queda, es decir, a alguna forma de totalitarismo, que se está viendo en cómo el Capital se agrupa en un único capital.
De otra parte, ese proceso de eliminación de los competidores se realiza por asfixia económica, es decir, llevando al límite todas las posibilidades de supervivencia, para ahogarlo económicamente y quedarse con su parte del negocio. Al tiempo que llevan a ese ahogamiento a todo el entramado económico porque el mecanismo para alcanzar ese fin se fundamenta en la bajada de precios en aquello que existe competencia (a la subida en lo que no), que lleva aparejada la bajada de precios de ese entramado, incluido los laborales.
En consecuencia es un sistema destinado a llevar el potencial propio al máximo y, los otros, al mínimo, al cero, a la pobreza extrema, haciendo que su sistema de referencia no pueda subir de ese valor. Frente aquello que decíamos de 0-8 voltios y 2-10 voltios, como alternativa, está lo primero por siempre. Nuestro sistema económico no permite la elevación económica de aquéllos que son innecesarios para el Capital y de aquéllos que representan una competencia, lo que lleva a las condiciones de indignidad o calamidad a sectores cada vez más amplios de la masa social.
Esto, además  de ser una sistematización perversa, es una sistematización absurda porque no persigue ya tanto el beneficio [beneficio, que va a menos por la propia dinámica (la de la bajada de precios)], como sobrevivir a la dinámica, pero además de una forma engañosamente ineludible, porque parece ineludible que el final de esa dinámica tenga que ser el potencial cero, y no lo es. Es decir, que si algo lo decrementamos y no le ponemos límite llegará al cero (como podría llegar al -5), pero le podemos poner el límite, funcionando el sistema exactamente igual, o mejor.
Lo abordaré más tarde dentro del marco que voy a desarrollar, de momento sólo decir que una referencia es sólo eso, una referencia, que el sistema toma como tal sea cual sea, que asume. Sólo hay que ver que elevan el precio de producción de las cosas (la referencia) por determinadas disposiciones, por ejemplo, por el respeto medioambiental, y no pasa nada: es la nueva referencia para el coste del producto, para su producción. El respeto al medio ambiente pasa a ser un factor a la hora de evaluar lo que en economía se llama la frontera de posibilidades de producción (FPP). Es decir, las posibilidades de producir nuestros productos de forma eficiente, considerando ese factor, esa carga añadida. Pues bien, el bienestar social sería un factor más para la producción: se produce y se comercializa garantizando el bienestar social, aunque represente costes. Esto marcaría una directriz, es decir, marca una línea maestra. Sólo había que hacer las leyes correspondientes para llevarlo a la realidad.
Un factor que muy bien podría venir compensado por otros factores, en una perfecta simbiosis entre sociedad, Estado y empresa. Muy distinto a la supresión de la misma acaecida durante los años 80, en los que se encargaron de cribar todas las empresas mediante los criterios del Capital. Criterios de optimización por los que no se permitía, entre otras cosas, que una empresa pudiera ser ayudada estatalmente, en ese “tú sola, hasta donde puedas, y si no caput”. Que en buena medida nos ha llevado a esto, porque representaron las primeras concesiones al Capital, a su modelo (amparado muchas veces por gobiernos socialistas), presentado como única posibilidad o vía de desarrollo. Criterios por los que no se permitía, entre otras cosas, que una empresa pudiera ser ayudada estatalmente, en ese “tú sola, hasta donde puedas, y si no caput”. Que en buena medida nos ha llevado a esto, porque representaron las primeras concesiones al Capital, a su modelo (amparado muchas veces por gobiernos socialistas socialdemócratas e incluso socialistas), toda vez que es presentada esa optimización como única posibilidad hacia el desarrollo.
La cuestión es, según el marco, cuando es subvención a la ineficacia o competencia desleal, y cuando es el recurso perfecto para la ocupación de la ciudadanía y la viabilidad de las empresas que de otra forma estarían abocadas a la desaparición con todo lo que conlleva. La competencia desleal desaparece cuando se está en condiciones de tabular una contraprestación. Y cuando se está en condiciones de tabular una contraprestación, entonces no son políticas de subsidio sino de  Vasos Comunicantes (VVCC), que son las que se tendrían que haber promovido en esa época.
Toca ahora desarrollar mínimamente la política laboral de VVCC, que muy bien podría ser un germen de todo lo que se pretende (o fase intermedia), que se podría instalar sin más consideraciones en el marco económico actual, en el contexto de una reforma laboral, como ya dije, como solución de urgencia, elegante y efectiva, a todas las problemáticas económicas existentes que estamos tratando.
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Antes que nada hay que decir, al margen de todo lo dicho y de lo que se pueda decir, o, si se quiere, como parte fundamental de todo ello, que hay que corregir una cuestión respecto de los costes laborales:
1ª Dado que el número de trabajadores va a menos, el conjunto Sociedad+Estado tiene igualmente que recibir un fijo por este concepto, al margen de los trabajadores reales. Digamos el 25% del beneficio bruto (antes de descontar sueldos). Dicho de otra forma, el empresario debe pagar el 25% fijo al margen de lo que luego le repercuta al trabajador en sueldos y cotizaciones.
Todo lo que se haga que no contemple esto, es cuento chino. No sirve. Y no sirve porque no contempla la principal causa en la merma del flujo económico a sociedad (la optimización o sustitución de esos trabajadores). Luego se podrá poner una tasa, pero eso no compensa: si queremos distribuir la riqueza, tenemos que tener riqueza que distribuir.
Dicho esto:
2ª Los trabajadores tienen que cobrar un mínimo a cargo de ese 25%.
No sólo el mínimo adscrito al salario mínimo interprofesional (S.M.I), que en realidad podría quedar como un mínimo social. Sino un mínimo profesional real de, por ejemplo, 1400 euros+600 de cotización=2000.
También se puede establecer un máximo (5000 =3700+1300), al margen de que se pueda superar por el abanico salarial de las empresas.
Las cantidades y los % son para el ejemplo.
3ª Ese 25% cubrirá el número de trabajadores sea cual sea, sobre ese mínimo de 2000, y sin sobrepasar el máximo. De tal modo que:
4º Si sobrepasa el máximo, el diferencial es para el Estado (es decir, que si los 5000 euros por el nº de trabajadores no llega al 25%, ese resto iría al Estado).
5ª Si no llega la empresa con el 25% al mínimo para pagar el mínimo salarial por cualquier situación particular de la empresa, el Estado lo compensaría a expensas de contrastar la viabilidad.
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Esto son los VVCC en una primera aproximación, que solucionarían el 90% de los problemas en sociedad. Presentes y futuros. El empresario puede elegir tener más trabajadores o menos sobre el mismo valor del 25% (de acuerdo a sus necesidades y las características de los puestos). A unos les puede resultar interesante engordar el sueldo hasta llegar a uno de los límites y a otros utilizar ese diferencial para nuevas contrataciones.
El Estado sabe que el 25% llega a la sociedad, bien a través de los trabajadores (en forma de sueldos y cotizaciones) bien directamente. En un caso se da lugar a una mayor ocupación y a una redistribución de la riqueza de primer orden a cargo del empresario, y en el otro, a los recursos económicos para una redistribución de 2º orden a cargo del Estado. En ambos casos  se mantiene el nivel de referencia.
El trabajador está sobre un mínimo, y, derivado de su dedicación y de las posibilidades, puede tener una compensación económica real. Y una idea contable del valor de la misma, lo que, además, haría más visible el rendimiento real de las empresas de cara la fiscalidad de las mismas.
Vemos que este sistema no sólo reduce la fractura social y la económica, sino que incorpora una serie de elementos de higiene empresarial y fiscal, y un mantenimiento claro de los sueldos de acuerdo al poder económico de las empresas… Y su correspondiente cotización a la seguridad social, con el consiguiente mantenimiento de las pensiones.
No puede ser que se diga “no hay dinero”. El beneficio tiene que ser necesariamente eso que queda de forma razonable después de garantizar el sostenimiento de la sociedad y, por supuesto, el de la empresa que lo genera, y su beneficio.
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Podemos hacer políticas destinadas a acercar los polos distantes, o hacer políticas que contribuyan a aumentar su distancia. Políticas que además sacan lo peor de nosotros porque llevan esa distancia en forma de desajuste, a lo que somos, a nuestra forma de entender las cosas, al plano psicológico. Que a su vez se materializa en conductas sociales (como la competitividad a ultranza, ya reseñada), por cuanto las cosas son luego la expresión de nuestra forma de entender las cosas.
Este es el caso de otro desajuste psicológico, diría moral o emocional que constituye, junto a la competitividad, una de las grandes rémoras de nuestro sistema social (segundo defecto sistémico), y que es el que deriva del concepto histórico de caridad (de la caridad), o, para ser más exactos, de su adulteración (que quedará sin sentido por el modelo en ese marco de saneamiento ocupacional que acabamos de presentar).
En efecto, como indica Diana Wood:
En el siglo XII, Graciano reunió textos patrísticos sobre los criterios necesarios para dar caridad…
Y hubo cambios. Resumiendo a Wood, de la misma manera que se cambió la concepción frente a la riqueza y el trabajo, se modificó respecto a la caridad, llegándose a considerar una práctica ideada para el mantenimiento de vagos (otro lazo de la  Iglesia roto por la burguesía).
Este pensamiento (1), junto a la situación social (2) y la opción personal (3), ha establecido una línea divisoria, por la que nos diferenciamos a nosotros mismos más que por cualquier otra cosa: entre los subsidiados y los que no. Muchas veces, y será cada vez más, sin tener oportunidad (los primeros) de poder dejar de serlo. Y que nos diferenciamos más que por otra cosa cualquiera porque lleva aparejado, se esté en el nivel que se esté, una sensación de expolio o sangrado. En buena medida por la arbitraria administración de los flujos de riqueza, por su inoperancia, o el débil fundamento social. Lo que demuestra que no sólo se precisa de herramientas de redistribución sino también, de un cuerpo teórico que las haga entendibles: un modelo social.
Podríamos decir, como principio suficiente de ese cuerpo teórico, que en sentido estricto nada de lo que tenemos nos pertenece, que sólo podemos y debemos usar las cosas lo mejor posible (también podríamos acudir a la filosofía de Locke), pero hasta que seamos capaces de asumir esto o hacerlo nuestro, de revalidarlo con comportamientos irreprochables, tendremos que buscar otros argumentos.
Sin modelo convivimos con todas esas cosas, con todos esos sentimientos y con todas las disposiciones que se derivan. Sin modelo convivimos también con todas las imposiciones del Capital (sin réplica posible) que llevan implícitas la anulación del individuo, bien, social, por verse incapaz de alcanzar los recursos básicos, bien, moral, porque eso le exige dejar lo que son como personas a un lado. Lo que somos como personas.
No tenemos ni idea del poder que da ser el dueño de los recursos de otro. ¿Ustedes saben lo tirano que puede llegar a ser el dueño de una zapatería (por ejemplo) con un dependiente de la misma? Eso es la anulación del individuo 4, 8, 12 horas al día. Luego, o no hay legislación al respecto, o no  responde  en tiempo y forma, o goza del desequilibrio general que goza toda la legislación.
Quien manda, no tiene ni por qué ser delicado, ni exacto en sus afirmaciones, ni tener razonamientos inteligentes. Por su parte todo es graciable, lo que hace haber, de partida, dos clases de personas en sociedad. La fuerza económica está sujeta al poder del dinero, y la moral o la personal, también.
Ésa es una de las cosas de mi lista de las 100 cosas. En el siglo XXI se quiere resolver el problema del abuso de género y se deja atrás el que he mencionado, que es tan sordo y tan antiguo como aquél, el abuso de poder en todas sus formas (tercer defecto sistémico), y el de la enajenación, la pérdida de dignidad que lleva aparejado. Que establece un conflicto continuo entre polos y una degradación en el flujo porque define una separación, no ya económica sino moral, entre ellos. Contraria a cualquier entendimiento, y, en consecuencia, a cualquier proceso colaborativo o productivo.
Vemos que  los VVCC (junto a la ampliación FPP) es la piedra angular de todo lo que estamos tratando o hemos tratado hasta aquí, pero no sólo de esto, también de todo lo que queramos tratar. Por ejemplo, hablamos de la igualdad entre hombre y mujer, y es mentira, no hay igualdad ni puede haberla: sólo vasos comunicantes.
No se trata de hacer iguales dos cosas que no son iguales (2 polos) sino de que tengan la comunicación óptima. Podemos decirlo de otra manera no pueden pretender ser iguales, sólo alcanzar una relación de simetría entre ellos, por cuanto la asimetría es lo peor que puede haber en una relación.
Podemos hablar de la simetría o de la relación igualitaria entre polos o de VVCC, referido a cualquier orden de la vida, como medida de su altura o nivel de armonía, por cuanto algo que está constituido de partes puede funcionar como un todo (como uno) desde la armonización de sus partes o desde la imposición de una de ellas.
Referido al tema que nos ocupa, también…, pero será después de exponer algunas cuestiones esenciales, y otras formales, que son las que nos permitirán hacer de los VVCC algo más que una herramienta, esto es, que deje de ser herramienta económica para ser fundamento social.







martes, 20 de noviembre de 2018

CRÍTICA DE LA RAZÓN SOCIAL 7/10


ACCIÓN POLÍTICA


(1) Terminé la parte anterior preguntándome al respecto de la eficiencia del poder político, y por cuáles habían sido sus aportaciones sobre una cuestión tan importante para el desarrollo social como la jurisprudencia, que dice mucho de la altura social.
No me refiero al desarrollo de las leyes sino al funcionamiento del sistema judicial. Hablo de la respuesta a este problema, que lleva aparejada una mejora estructural, funcional y seguro que económica. Me pregunto por “en qué consiste su verdadero estar en las cosas” del poder político.
A decir verdad por los resultados de los veinte últimos años, ni los partidos ni el poder político, han tenido ni tienen un planteamiento de mejorar de las cosas a este respecto. Llenan los programas electorales siempre de las mismas cosas, y las importantes se la dejan atrás.
La cuestión incluso puede ser sencilla. ¿Nadie ha pensado, por ejemplo, en hacer una ley de consumo ambiciosa que lleve toda esa morralla judicial a un perfil administrativo de forma eficiente: una primera instancia? Dando solución por un lado y desahogando por el otro.  Como hace Paypal, a efectos de los conflictos asociados al comercio, para que nos entendamos, pero con más pretensiones y con la garantía del Estado.
¿Nadie está ahí para apuntar en qué falla el sistema y mejorarlo? Está claro que no. Está claro que al poder político no le interesa un sistema judicial ágil y eficiente, le interesa uno que preserve lo que a él le interesa preservar. Entre otras cosas, lo que circunstancialmente les puede representar como negocio, o se lo representa al gremio profesional con el que tienen un vínculo natural.
(2) Lo mismo o más se podría decir de la educación. Llevan, eso, veinte años cambiando los modelos pero sin llegar al meollo del asunto, es decir, no llegan a imaginar ni de lejos qué es lo que hay que hacer para que los alumnos aprendan más y mejor. ¿Se trata de eso, no?
Tal vez no. Cambian o tratan de cambiar por la ley cien cosas, y las cinco que sirven se las dejan atrás. Son cinco cosas, las únicas que establecen la diferencia entre un ambiente propicio para enseñanza y el aprendizaje, y otro que no. Y ellos, los políticos, no las cambian. Mitad Ignorancia, mitad intencionalidad (la de, según quien, favorecer y no molestar a unos y sí a otros). La de tocar sí, pero según qué cosas.
Nada de someter todo a criterios de calidad y eficiencia educativa e igualdad de oportunidades. No les interesa la enseñanza, les interesa el modelo: Educación para la ciudadanía versus religión. Gratis versus no-gratis.
Eso es todo, y todo lo que es, es como eso. Y todo lo que no es como eso es dejación estructurada, elevada al 3 por los recortes interesados: mundanización de la educación y socialización del fracaso de unos, y articulación de los mecanismos para conseguir que la educación gratuita no sea completa ni de calidad, de los otros.
Esto último es el Plan Bolonia, consecuencia, como ya dije, de la elevación del potencial del polo intermedio.
(Pensemos que el grupo de los desarrolladores no precisa un amplio soporte social, se puede nutrir de las clases pudientes y de aquéllos que destaquen claramente. Lo demás es gasto, competencia, conocimiento inútil, contrario al modelo que se quiere establecer).
(3) Volviendo a la cuestión presupuestaria, hay una necesidad ya de 2000 millones para pagar, digamos, un 2% más en pensiones, tenemos un colchón de 60.000, y nadie dice nada. Están: “vamos a ver de dónde lo sacamos…”. Parece evidente que si hay una solución y no se aplica es que no quieren, que algo que no sabemos se lo impide. Y que se lo ha impedido sea cual sea el gobierno a lo largo de los últimos veinte años.
Y vemos que eso que se lo impide se lo impide hasta que ocurre algo que se lo deja de impedir, y se saca el dinero. Lo que demuestra que por encima de las políticas presupuestarias hay otras, otras finalidades superiores que son las que marcan las actuaciones de su calendario, para el modelo del Capital, improrrogables a no ser que algo aconseje contemporizar y dilatar, porque, como dije, ellos no quieren precipitar al colapso sino que todo vaya llevando poco a poco el ritmo de lo inevitable, de lo que va cayendo por su peso. Y para que caiga sacan justo los 2000 millones, no 4000 millones.
(4) A decir verdad, más bien parece que no quieren recaudar esos 60000 millones para no verse en la obligación de tener que hacer esta sociedad mejor (lo que cuadraría con lo de los objetivos del Capital, una vez más). Incluso tener un déficit equivalente al PIB podría ser la cuartada perfecta. Pensemos que han preferido endeudar el país, recortar 5000 millones en sanidad y educación, dejándolos en cuadros, antes que buscar ese dinero, correspondiente a la fiscalidad del 20% del PIB defraudado, que muy bien podría saldar nuestra cuenta en pocos años, además de generar riqueza.
Y se demuestra que no quieren arreglar nada porque no arreglan ni siquiera cuando no lleva aparejado un gasto. Pongo por caso el rescate de la banca:
Vamos a suponer que desde alguna perspectiva fuese necesario socorrer el desastre (según Rato provocado por unas declaraciones de De guindos). Bueno, vale, pero ¿por qué no forman parte del pago todas las viviendas de su parque? Propiciando un más que interesante parque estatal de viviendas, con todo lo que supone esto respecto al dinamismo profesional y social.
Y, sobre todo, esto mismo sobre las que llevan aparejado un expediente de desahucio. Yo remití una propuesta a la Presidencia del Gobierno en este sentido, que luego subí a change.org, en la que mostraba cómo simplemente haciéndose el Estado copropietario de las viviendas se solucionaba el tema social habitacional sin costarle un euro a nadie, a expensas de pasar a propiedad del ciudadano desahuciado si pagaba finalmente por cesar su calamidad económica o del Estado si no lo hacía. Podía ser esa una solución a tres bandas (en la que cada una se beneficiaba de algo). No se entiende que no se hiciera esto o algo parecido. Bueno, sí se entiende en la clave que he presentado, la de cargar más el déficit para que parezca más inalcanzable cualquier mejora social, y mantener el polo superior a su nivel.
Una vez más algo impide actuar, o aconseja hacer lo contrario de lo que todos podríamos entender razonable.
(5) Si nos fijamos he ido de la ineficiencia presupuestaria del Estado para abordar los temas, a la ineficiencia “a secas”, sin gasto, para abordar los temas, y de ahí a la ineficiencia interesada o perpetrada para abordar los temas. Y antes de eso, desde la incapacidad endógena, es decir, esa que les inutiliza o inhabilita por lo que son o pretenden, por su credo, su memoria o sus dependencias.
Podría pensarse que es ganas de airear toda la mierda, pero es que son todos los temas: financiación de partidos, Tribunal de cuentas, cupo vasco, ley electoral, independencia del poder judicial y su CGPJ, aforamiento de diputados, Senado, y más, además de lo ya expresado. De todos los temas importantes hablan lo justo para mostrar que tienen un posicionamiento, pero no arreglan. No encuentran la oportunidad. Nunca la encuentran.
Ellos mismos se encargan de desinflarlos, de pasar a la siguiente cuestión cuando les sobrepasa o les interesa. Se queda ahí… Y si luego tienen la oportunidad, pasan a la cola, porque ahora ya no les conviene. Ahora que son poder y no necesitan el consenso no les conviene que el poder judicial sea independiente, ahora que son mayoría no les conviene otra ley electoral. El gesto es solemne, pero los actos, no. Todo, mentira.
Luego nosotros tenemos que aguantar sus mentiras y elegir al menos mentiroso, al menos dañino. Y sufrir el deficiente avance social que permiten las pocas cosas que no son mentiras, las pocas que no comportan algún tipo de impedimento. ¿Qué hace realmente el poder político o ha hecho tradicionalmente? Aprobar leyes que prácticamente no tienen incidencia social, leyes técnicas que vienen a corregir, matizar otras, mientras que las cuestiones que tienen una trascendencia social están en barbecho, en un barbecho intencionado, salvo que tengan un carácter restrictivo  o sea tan fundamentales o ineludible como la Ley de Presupuestos: 1500 votaciones en 2017, y yo no he notado nada en sociedad.
Las cosas importantes se agotan en el debate izquierda-derecha, en el que algunas de las partes verdaderamente no quieren cambiar nada porque piensan que están bien como están, y que en realidad no quieren mejorar la sociedad, la quieren estable para hacer sus negocios, es decir, los del Capital, o cambiarla en función de éstos. En tanto que los otros están ausentes de un verdadero hilo conductor, y sólo sirven para recoger desesperanza, y en el mejor de los casos mitigarla, pero sin un plan real, o sin determinación.
(6) Cuando uno piensa en solucionar las cosas y dar ideas para ello, incluso en tratar de definir claramente el problema (como intento ahora yo), llega a comprender que no merece la pena, que no es una cuestión de soluciones, sino de actitud… Que en realidad sobran las ideas, y que en buena medida les sobra cualquier idea.
Voy a dar una idea, una idea de esas que sobran porque ya la saben: “El Tribunal de cuentas”.
Está claro que es inoperativo, que no tiene poder ejecutivo, que actúa tarde y mal. La diferencia entre lo que hacen y lo que deberían hacer la sabe el poder político. Si no lo saben se lo decimos. El camino entre una cosa y otra también. No lo hacen, no lo recorren, porque no quieren, es evidente, porque no les interesa.
No pueden alegar ignorancia. Tampoco pueden alegar falta de consenso. Se trata de que funcione, de que cumpla la función más elemental. Sobre eso no hay discrepancia posible. No pueden, en consecuencia, acreditar limpieza. Sólo interés particular.
La pregunta es: ¿si ya saben lo que saben por qué no lo arreglan ya, en cinco minutos, sobre la marcha, como quien tiene un problema que le importa porque le está afectando al funcionamiento de la sociedad, de su sociedad? Como harían con un problema personal.
¿Y (no haciéndolo) por qué no nos dan explicaciones serias? Resulta que la limpiadora que se olvida limpiar un servicio tiene que explicar por qué, y ellos que tienen la responsabilidad más alta, eluden responder de sus actos, y de sus dejaciones (incluso con altanería), y se encubren utilizando, además, todos los resortes del Estado, todas las posibilidades de un Estado, que no son pocos (incluido un trato judicial deferente). Y mienten sobre lo evidente como si tuvieran que perder más que nadie, con toda la indignidad. Tal vez, sabiendo que todo lo que pierden.
Como dije con el Capital, que sepan que nos estamos dando cuenta, que lo hacen, pero que nos damos cuenta.
 (7) Efectivamente, muchas veces no es una cuestión de soluciones, sino de actitud, pero otras muchas es una cuestión de soluciones, de las carencias reales de esas soluciones, de la falta real de propuestas, de la incapacidad de salir de las recetas de siempre a los problemas (de siempre), planteados siempre en la misma clave… (p.ej. los mercados), de la incapacidad para inventar. A pesar de ser, supuestamente, los más listos.
Ya dije, y sabemos, que esas recetas no van a servir para el futuro… ¿Cuándo acudimos, cuando el daño sea irreparable? Sólo se sabe corregir o enmendar los excesos. Este es el caso de tantas y tantas serie de acciones y reacciones, reducidas a lucha de opuestos, como la Reforma Laboral.
Que las políticas de derechas utilicen este mecanismo, se entiende, pero que las de izquierdas sólo sepa actuar desmoronando (o medio desmoronando) las acciones es lamentable, desalentador, sobre todo porque las primeras (las de las derechas) así van hacia su modelo y las de izquierdas, a ninguna parte. De tal modo, que en cada vaivén derecha-izquierda nos alejamos de un modelo y nos acercamos al otro.
Hay que superar esa lucha de opuestos, la fractura social, cambiar las políticas de balancín (basadas en el interés), que oscilan a un lado y a otro, por las de vasos comunicantes (VVCC), que ya hemos mencionado.
¿Qué es una política de VVCC? Bueno, pues una que vincule la suerte de los dos polos: el contratador y el contratado, por ejemplo, a efectos de lo laboral. A estos efectos, puede ser algo, tan sencillo como hacer por ley a los asalariados partícipes de la empresa, es decir, que tengan una participación temporal en ella. Eso sí es transformar. Eso sí es revolucionar. Eso sí es salir de esa dualidad. Eso sí es inventar.
Lo desarrollaré más adelante, pero podemos darnos cuenta, sin más, que esto además de mejorar el circuito económico introduce un elemento de higiene social, tanto en la empresa como en la sociedad, definida la higiene social como eso que sanea el funcionamiento de una sociedad.
La función del político es encontrar esos elementos de higiene social. A partir de ahí el debate social puede establecerse limpio y productivo sobre lo que de verdad importa.
(8) Hablemos de las cosas menos grandes que repercuten en la vida de la gente. Cosas, algunas, que funcionaban y han dejado de funcionar (como tener un médico o un trasporte o una medicina).
¿Hay preocupación o no hay preocupación? Sabemos de gente sin médico en zona rurales, pero sabemos también que en las urbanas tardan un año en obtener una cita de especialista y que el médico de familia hace lo imposible por no promoverla. Y, que probablemente ese deterioro se convierta en la gratificación o el “incentivo por objetivos” de alguien. ¿Hay preocupación o sólo gestión?
Yo no conozco toda la problemática pero otros sí. Están los secretarios, subsecretarios y directores. Para eso están, para catalizar las problemáticas o elevarlas. Para eso están las comisiones de seguimiento, para seguirlas y desarrollarlas.
No creo que sea por falta de políticos, Tenemos esos más de 8000 alcaldes, que se entienden comprometidos. ¿Por qué no se hace cada uno de ellos responsable de una de esas problemáticas, encargado de su seguimiento, elevan un encaje social, y motivan toda una suerte de posibilidades? Y tenemos además más de 80000 concejales.
La función pública y la política como parte de ella parece estar sustentada en la indeterminación de la tarea y en la indeterminación de quien la asume, lo que la hace escasamente fiscalizable. Llegado el caso hasta el ministro dice: “no, esto, no, yo esto no…, esto no es mío” (inadmisible). Pareciera como si el político no tuviera objetivos y todos los objetivos alcanzados fueran graciables o tuviéramos el “cero” como referencia en nuestras aspiraciones. Amparados muchas veces en la cuestión presupuestaria.
La cuestión presupuestaria en cualquier caso es sólo una excusa o una forma de camuflar la ineficiencia de la que hablo. Hay cosas en sociedad que no representan gasto, que no están sujetas a la percepción, que representan una injusticia o una agresión flagrante y que sin embargo están ahí, recordándonos lo poco desarrollada que es nuestra sociedad.
Yo no conozco todas las problemáticas, pero algunas sí: alquiler-ocupas-booling-venta excedente energético de autoconsumo (en la tele salen tres todos los días).
Un ejemplo: sabemos que el mundo de la cultura tiene un conflicto entre el cobro de la pensión y cualquier otra actividad en el ámbito cultural. Digo sabemos porque este colectivo tiene voz, de otros ni lo sabemos.
La cuestión es: ¿por qué no lo arreglan? Lo digo otra vez: ¿por qué no arreglamos por lo menos lo que no está sujeto a criterio, no representa gasto, es claramente lesivo y sólo precisa regulación?
Lo útil va por un lado y la política por otro. No hay un mínimo sentido de “utilidad pública de la medidas”. De esfuerzo inteligente, definido, entregado a esa utilidad.
Y otra pregunta: ¿por qué no arreglamos las cosas que sabemos y luego vemos lo que no sabemos? Y vamos tachando: la lista de las 100 cosas. Y avanzando.
Los afectados por la cuestión del ejemplo podrían  (deberían), como agravio comparativo y derecho fundamental, llevarlo al Constitucional. La cuestión es: ¿por qué tenemos las personas que reclamar algo fundamental, dado que es fundamental, y lo fundamental tiene que estar por defecto? ¿Por qué nadie lo hace suyo, parte de su responsabilidad?
Lo podemos preguntar de otra forma, ¿cuántas de las cosas que funcionan mal están en la lista de alguien, de “cosas que están mal”, o por el contrario las tenemos asumidas y abandonadas?
¿Cuántas en una comisión de seguimiento que no sigue nadie?
(9) ¿Por qué el poder político no hace nada, y, cuando lo hace, lo hace porque no tiene más remedio, tarde y mal, ralentizando hasta lo indecible el avance social? ¿Es interés (en otras cosas)? ¿Es desinterés? Como si los temas estuvieran ahí y ellos en otras ocupaciones. Más que para arreglar cosas parece que el poder político esté para garantizar que la sociedad se mantenga en un eterno y penoso equilibrio indiferente (que no represente un problema).
Si esto fuera una empresa privada estarían todos en la calle, por incumplimiento, por ineficacia, por ir en contra de los intereses de la empresa (por falta de entrega y compromiso), por falta de resultados, y por muchas más cosas. Y sin embargo tienen la mejor consideración social y todas las oportunidades. Y no porque todos tengan esa falta de compromiso y todo lo demás. No es así. Pero esto es como la rueda de una noria, en la que unos empujan, y otros tiran del revés (la lucha de opuestos otra vez). Y en la que, en cualquier caso, por mucho que se empuje no va hacer otra cosa que dar vueltas en círculos. Por eso muchos, muchos…, muchos, no hacen otra cosa que colgase en ella, y dejarse arrastrar y llevar. Esperando la oportunidad de dar el salto.
El movimiento previsible sólo sirve a los especuladores, no a la sociedad.
Yo soy de dar ideas. ¿Alguien se imagina diciéndole a alguno de estos políticos imputados (o imputables) una idea para mejorar algo cuando en realidad tienen la cabeza en sus asuntos, atentos a no decir lo que no pueden decir para que no le pillen, y atentos a decir lo que tienen que decir para aparentar? Bueno, pues con corrupción o sin ella, la política lo que hace es eso.
La política lo que hace es preocuparse de no decir lo que no debe y decir lo que debe, a derecha e izquierda. Eso son muchas personas diciendo una cosa por un lado y mucha diciendo otras por otro, y muy poco espacio para la verdad y para la determinación, para la transformación real de la sociedad. Mucha gente con la cabeza en sus asuntos. 
Mucha gente gestionando y poca resolviendo.
Por cierto, que eso de gestionar y no resolver es muy de nuestros tiempos en todos los ámbitos, muy de la estandarización, promovida por el Hombre del dinero, que ya comenté. En efecto, toda la realidad está empañada de ese requerimiento. No se precisa gente que resuelva sino meras correas de transmisión o de amortiguación de los diferente canales, propios o extraños. Ése es el perfil que se busca y es el que encuentra encaje. La política como cualquier actividad precisaría hombres libres, y así sólo los encuentra hipotecados en origen. Convirtiendo la democracia en una guerra civil, sin sangre, pero de bandos. Y como se sabe, en las guerras no se progresa, y cualquier avance es sólo sobre las líneas enemigas (como se evidencia en el parlamento cada día).
Tenemos que volver a hablar (a propósito del parlamento) de la efectividad política para poner en pie esta realidad Ya dije las votaciones realizadas, y sobre qué. Son 1500 votaciones repartidas en unas 40 sesiones realizadas martes y jueves, básicamente de unas 20 semanas a lo largo del año. 1500 porque para decir “no” hay que decirlo por partes, 15 votaciones para cada cosa.
La información se completa cuando asociamos esas votaciones a los verdaderos elementos de decisión de la actividad plenaria de la legislatura. Así tenemos que en la X (con mayoría absoluta del PP) salieron adelante 6/217 Proposiciones de Ley. Y en el primer curso (año) de la XII (sin mayoría) 2/125 PL y 28/448 PNL. Lo demás a la basura. No parece mucho. No parece muy útil
En todos los trabajos, hay días en los que echando cuentas del resultado, el poco resultado del día, uno se dice para sí: “hoy he hecho una mierda aquí”. Y se ha estado, ocupado, incluso no ha parado, pero por una serie de cuestiones ajenas, el trabajo no ha sido efectivo. Yo me imagino que de acuerdo a la efectividad del trabajo, del que se ve por lo menos (y nos importa), la mayoría de los políticos se deben ir para su casa diciendo lo mismo: “hoy he hecho una mierda aquí”. Aunque psicológicamente, y por lo que les vale, tengan que llenarlo de importancia.
(A) Se trata ahora de hacer cosas importantes, cosas de verdad. La democracia, o esta forma de democracia, está bien cuando se llega a resultados válidos, rápidos y visibles. No siendo así, a lo mejor tenemos que buscar otra forma mejor de proceder, otros mecanismos que nos saquen de la abulia. No podemos estar toda la vida echando pulsos sin fin, dando vueltas en la noria. Subvencionando y respaldando tamaña estafa.
Sabemos que la negociación es lo mejor cuando la alternativa es la confrontación, pero salvado esto, ¿de verdad ésta es la única opción? ¿No hemos aprendido nada? ¿No sirve de nada todo lo que sabemos de todas las disciplinas? ¿No somos capaces de fijar algo que esté por encima de nuestras miserias? Como dije en la presentación, una jerarquía natural de las ideas. ¿No nos damos cuenta que seguimos siendo bárbaros?
Como sabemos hay tres tipos de problemas, los domésticos, los estructurales y los sistémicos. Nadie duda de que los políticos se ocupen y que muchos lo hagan desde la vocación social, pero la verdad es que, no dando solución a las cuestiones capitales, para el tratamiento de las domésticas, para ese grado de complejidad, no nos hacen falta políticos, con administrativos nos vale.
Otros políticos (ya lo dije) simplemente están instalados y sólo llevan una agenda para su uso, viviendo en la apariencia. Y algunos otros incluso emponzoñan el funcionamiento y la paz social al querer dar al interés particular, de un grupo, una relevancia mayor de la que le es natural.
Tenemos por delante problemas de otra importancia y vemos que quien tendría que hacer su trabajo no responde ni con los actuales. No sabe, no puede o no quiere (lo que hace pensar que esconden algo, que participan del mismo credo, o que simplemente no sirven). Tenemos ahí a las puertas la 4ª revolución industrial y nadie dice nada, unos miran al cielo y otros se frotan las manos calculando la oportunidad de negocio.
Es la falta de entrega real y de repuesta a las cuestiones usuales, reales, sobre las que se puede actuar de forma manifiestamente clara y efectiva, la que pone en entredicho sus capacidades frente a las cuestiones en formación, no tan tangibles, que son susceptibles de convertirse en endémicas.
(B) Si nos fijamos todo lo dicho en este subbloque sólo ha servido, al margen de la introducción de algunos elementos de saneamiento económico, para constatar lo que ya dije en la parte anterior, que por "H" o por "B" no existen herramientas para frenar el deterioro de los veinte próximos años… Al igual que no han existido para los anteriores. Ahora sabemos por qué o cómo se sustancia.
O que sí existen, como las que he planteado, pero hay que tomarlas, estar en esa necesidad. No tomándolas, el poder político no hará nada más que certificar que la realidad nos lleva a tal o cual medida, o alargar la agonía mediante otras. Otras como el beneficio fiscal para la constitución de rentas vitalicias a cargo de los bienes inmuebles (ya mencionado), que son, claro está, pan para hoy y hambre para mañana.
Es esta falta de resolución la que pone en entredicho la propia función política, y la que hace que tengamos que buscar otros caminos, otras fórmulas, otras soluciones.


jueves, 15 de noviembre de 2018

CRÍTICA DE LA RAZÓN SOCIAL 6/10


SOLUCIONES ORDINARIAS





(1) Para empezar podemos preguntarnos, ¿bueno, y qué se puede hacer? ¿Cuál es la solución?
Vayamos primero a unas consideraciones previas que enlazan las realidades planteadas en el capítulo anterior con este bloque, además de presentar toda una serie de consignas, diría de actitudes o de mentalidad frente al escenario socio-político (y frente a las demandas).
En todo lo dicho se pone de relieve que se quieren excluir a esa parte de la sociedad que no pasa el corte, aunque esto pueda suponer llevar a toda una sociedad hacia el subdesarrollo endémico. Mala suerte, dirán: ya se vio con Grecia. Donde, por cierto, vimos lo más parecido que conocemos a un poder fáctico en ejercicio, la troika.
En realidad, la parte amable de ese poder fáctico, la que incluso pone condiciones, la que se deja ver. La que, como dije, sólo tiene que atender a la realidad, a las leyes del mercado para asfixiar, para hacer una prueba de fuerza y dejar claro que la economía, el desarrollo de los pueblos está en sus manos, en manos del Capital, y que no está dispuesta a permitir esa forma de beneficencia, de intermediación gratuita de los Estados o la falta de rigor presupuestario.
Hay otra parte de ese poder que ni siquiera se expresa: que hace.
(2) Sea cual sea la solución, la solución no puede ser negar la realidad o gritar que es injusta, y ya está… inventar algo que está fuera de la realidad, desconectada de ella.
Algo que está fuera de la realidad es algo que sea inviable económicamente. Es decir, a nosotros puede no gustarnos un ajuste económico pero no sólo tenemos que decir que no  gusta sino también como podemos sortearlo, sobre todo cuando el ajuste (para el caso de las pensiones) obedece a algo tan ineludible en el modelo actual como esa razón de proporcionalidad entre activos y pasivos, que puede ser de valor 1 (1 por cada 1) o inferior. Sortearlo es decir qué cambiar y cómo, y todo ello sin parecer timoratos o faltos.
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Ese camino (el de la irrealidad) sólo lleva a la desesperanza. Ése es un camino corto y doloroso, por eso todo el que lo recorre al final se cruza con el otro, con el de la ortodoxia, con el del pragmatismo, y se entrega a él. Con más fuerza que los  pragmáticos en origen. El otro camino (el del pragmatismo) tampoco lleva a ninguna parte. El pragmatismo llevó a Roma al éxito y al fracaso. No es garantía (el pragmatismo se acomoda, intenta sacar partido, pero nada más).
La cuestión es que el pragmatismo se presenta como una resistencia al cambio, que sólo se puede descomponer con otro pragmatismo más categórico. Ése es el que tratamos o trataremos de formular. Se trata, como dije, de dibujar la proyección de ese camino (el actual: una recta entre puntos), y alcanzar la convicción de que sólo saliéndonos del itinerario establecido tendremos una oportunidad, que vale la pena, por tanto, explorar. Aunque puede no ser suficiente, porque para el Capital incluso el conflicto es parte del precio (lo vemos en las guerras), y la miseria sobrevenida, una oportunidad.
Por esto, por ese más que probable fracaso, es bueno decir en voz alta lo que ese poder fáctico va a hacer, relatar lo que está ocurriendo… Para dejar evidente que no nos engaña, que lo va a hacer, pero que nos estamos dando cuenta.
Caracterizar el daño es esencial, porque sólo así se entenderá que tal o cual cosa que se diga para remediarlo no es fruto del capricho o del delirio. Pero caracterizar no es repetir todo esto (que digo yo, por ejemplo), y que quede como un ruido de fondo en la sociedad, como un zumbido. Las personas pensamos algunas veces que defender lo nuestro es eso, y no lo es (aunque sea necesaria la pedagogía). El poder utiliza el ruido de fondo para que el mensaje se pierda en él, entre los otros mensajes. Tampoco es salir a la calle, aunque eventualmente pueda ser bueno expresarse así. Es marcar el camino que queremos, de una forma tan seria y tan vehemente que no quepa duda. Si el mensaje es claro, es claro.
(3) Todo lo que se puede hacer tiene que venir a través de medidas políticas que tienen que ser medidas decididas. Algunas de esas medidas son regulaciones casi imposibles de aplicar porque son poco menos que ir contra el sistema desde el sistema, precisamente contra aquello que están intentando instalar o alcanzar, que no es otra cosa que recuperar todo el terreno perdido en estos 60 años, diría en estos seis siglos de conocimiento.
Esta dificultad es la que hace que todo lo que sea susceptible de empeorar, empeore, y la que hace que todo lo que se diga para reventar esa dinámica suene a cuento de hadas, a excesivo o inservible… Excesivo e inservible, sobre todo, cuando los interlocutores políticos están conformes con la evolución del sistema y sobrestiman su estabilidad (subestiman el carácter problemático). Es decir, se está en la lógica del sistema. La misma conformidad y la misma lógica que promovieron las políticas austericidas durante una década, que son las que nos han llevado a esto, a pesar de estar basadas en estudios económicos con errores en sus tablas de cálculo (el excelgate). Y que se siguen promoviendo mediante el Pacto de Estabilidad que representa ¾ de lo mismo.
La misma conformidad y la misma lógica que hacen que a cada problema se le trate de dotar de una solución discreta, como la del IPC de subida en las pensiones bajas, y ya está, hasta el año que viene, o hasta dentro de cinco, a pesar del panorama.
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Pensemos, respecto a ese panorama,  que la generación de los 60, que es la última que cotizará en condiciones, lo hará hasta los años 30, y que habrá que pagarles entre los años 30 y los 60 sin haber buenos cotizantes para hacerlo, y que a partir de los años 60, de este siglo, prácticamente todos, por salarios y por pensiones, estaremos a un nivel entre muy bajo e intermedio de solvencia económica (tomando como referencia buena la situación actual, en la que ya el 60% de las pensiones están por debajo de 600 euros).
Podemos dar una década o dos de margen, pero no más. Esto sin tomar en consideración la tasa de sustitución de “La reforma de la pensiones” que dejaría todas estas cifras al 50 por ciento mediante el factor de sostenibilidad y de revalorización, que no voy a desarrollar ahora, pero que representa la solución sencilla, la más fácil, la que no hay que luchar contra nada: si no hay dinero se paga menos, se reparte el dinero disponible entre las pensiones. Manteniendo el poder adquisitivo (en el mejor de los casos) de las que ya de por sí no tienen ese poder adquisitivo. Como medida quirúrgica e inservible.

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Una vez más, la poca entidad de la solución o de la respuesta quita entidad al problema o pretende quitársela. Pero partiendo de que el problema no tiene poca entidad, llegamos a la conclusión de que lo que tiene poca entidad es la respuesta. Lo que nos lleva a separar la realidad en partes para así ver bien los problemas, las respuestas, su entidad y la entidad de quienes la promueven.
Lo que sigue es posible que no sea la solución, pero está (por todo lo dicho hasta aquí, y por lo que voy a decir) en el camino de la solución, lo que otros ya quisieran.

 Para empezar hay que poner todas las cosas en valor. No se trata de romper nuestro mundo sino de reconducirlo a otra fórmula más sostenible. Marx escribió:
La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario[…] Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales[…] La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas.
Si el primer marxista reconoció esos logros de la burguesía, no veo por qué no podemos hacerlo nosotros.

 De todo lo dicho, se pone de manifiesto que el  Capital tiene un proyecto claro, un objetivo, pero la sociedad no, en consecuencia, tampoco determinación.
Se comprende que en el tiempo que se ha socializado el bienestar (hasta los 90) se modulara y compartiera el discurso, pero ahora no. Ni compartir ni sacar un discurso viejo (el de la izquierda) con recetas del pasado que no sirvieron ni en el pasado. El diagnóstico es siempre el mismo pero la respuesta debe ser otra.
En realidad, ni siquiera el diagnóstico es el mismo porque ahora debe estar desideologizado para que sea inclusivo, efectivo. Es decir, inclusivo para que sea efectivo
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Ésa otra respuesta, aunque olvidado del destinatario final (el Capital con mayúsculas), fue creo la que intentó dar Errejón antes de ser fagocitado. Lo cuento en el post “Podemos contra Podemos”, que aproveché precisamente para manifestarme al respecto, y aquilatar la transversalidad y la calidad de esa respuesta frente a la otra, entendiendo que también el análisis ha sufrido una evolución, por cuanto hasta la derecha tradicional (autónomo-comercio) ha sufrido el hambre voraz del Capital, que quema etapas, que no tiene amigos.
Siendo esto algo que deben saber los que se erigen en defensores a ultranza de sus bondades. Siendo además la razón por la que he establecido la disyuntiva entre Capital y sociedad (o no-Capital) y no entre derecha e izquierda (utilizada sólo para hacerme comprender).
Esta transversalidad no sólo se caracteriza o es una mera ampliación de la lista de damnificados, también es una consecuencia de la inclusión de sus puntos de vista, los mismos que acabo de expresar en la cita de Marx, que diferencia el poder del Capital, de su perversión.
Hay que regular la máquina del desarrollo (cambiar su modo de trabajo), no pararla, ni tratarla como si fuera una cosa ajena a nosotros, porque no lo es: somos  nosotros.

Lamentablemente todo esto tiene una cara-B.  Ya dije que había políticas de derechas y de izquierdas. Hay políticas para los contratadores y para los contratados, que son las que hacen que este país esté verdaderamente dividido entre unos y otros (las sociedades en general), y que no se responda o se tenga criterio político u orientación más allá de esa primera necesidad…, y eso es inadmisible.
Se hizo la reforma laboral por mandato del capital, cierto, pero media España que contrata se frota las manos. ¿Cómo salir de esto si no es a través de una política de “Vasos Comunicantes” entre polos? Ya hablaremos de esto.

 Esa respuesta tiene que dar cuenta de que junto a la capacidad de transformación de la burguesía (que acabo de expresar en la cita de Marx), venida a más en la actualidad, está la capacidad de romper cualquier regulación que pueda ser un impedimento para la comercialización. Esto es un hecho constatado en todos los procesos de desregulación ya mencionados, que yo llamo estandarización porque persigue esto, un estándar único de sociedad que no represente una traba para la producción, incluso un estándar de familia, de persona.
[Desregulación que ha venido a menos con Trump, que representa a otra forma de ser del Capital (la del Capital no estandarizado), que establece un nexo entre las izquierdas y las derechas. No voy a desarrollarlo ahora, pero se podrá entender, no obstante, que haya un Capital contrario a la estandarización (como lo está la izquierda radical) por cuanto no sólo forman parte del Capital aquellos que rompieron el dogma de la Iglesia (de acuerdo con Wood) sino aquéllos que lo respetan o forman parte de él.]
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En cada época de la historia, el Hombre del dinero ha querido algo y ha utilizado a la parte de la sociedad que ha creído conveniente para conseguirlo. Pues bien, ahora lo que quiere el hombre del dinero es el desarrollo de un nuevo estándar como es el TTIP, por el que quedarían derogadas la mayoría de las restricciones garantistas del comercio, dando al hecho comercial supremacía frente a ellas y frente al derecho básico de los Estados, sus Constituciones.
El TTIP es un peldaño más en ese proceso de estandarización que pone de relieve que sí que existe un poder económico transversal que lo quiere todo, y que lo puede todo porque ya tiene en realidad mucho camino hecho al respecto, poniendo en evidencia que por encima de la capacidad de los Estados frente a las Empresas está la del Capital frente a los Estados. De hecho, para ese Capital no existen los Estados, sólo unos territorios con unas determinadas regulaciones económicas eludibles, a los que pueden imponer sus condiciones, su modelo o excluir de la lista de agraciados.
O ambas cosas, porque esas condiciones redundan en la idea de liberarse de toda suerte de fiscalidad o sujeción, sin contrapartidas, salvo la del contrato laboral [que lleva ya su propio proceso de liberación mediante fórmulas que alcanzan o persiguen ese mismo grado de asimetría contractual (en este caso, de dependencia, pobreza laboral y uso alienante)].

Salvado este inciso, es ahí a donde he querido llegar en este punto, a que toda solución que se precie, toda perspectiva elevada de la situación tiene que pasar necesariamente por restringir esa especie de extorsión económica o imposición unilateral. De una parte regulando el marco en el que se mueve el Capital y hace sus aportaciones en la Unión Europea, pero también mediante la cobertura estatal y social a los productos de la competencia que no responden a este fraude. Si bien dada la coyuntura actual cuesta exigirle a una empresa que realice su compromiso fiscal por la venta de sus productos de una determinada manera, si podemos condicionar la compra de los mismos a la forma de hacerlo. Digamos que nos ignoramos recíprocamente. Ellos a nosotros de una forma y nosotros a ellos, de otra.

 Una cosa es la deslocalización de las empresas y del valor económico que generan (que acabamos de ver), y otra es la deslocalización y administración desleal del flujo económico propiamente dicho a través de las inversiones.
Voy al hecho, ya mencionado, de que uno de los grandes problemas es la deslocalización del capital, pero en realidad, voy al otro hecho de que quien maneja ese capital también maneja el nuestro, es decir, que es muy fácil o probable que se esté utilizando el capital acumulado por la clase media (su ahorro) para ir en contra de la clase media.
Voy más allá en realidad, y esto es lo grave, no es que le estemos dando el dinero al Hombre del dinero y lo utilice contra el sistema, es que nosotros somos el hombre del dinero. Nosotros somos el hombre del dinero cuando lo dejamos allí (donde se guarda) y queremos un 4% de rentabilidad en vez de un 3% como expresión de nuestra codicia, codicia que el Hombre del dinero utiliza para cortar los árboles del Brasil, si llega el caso, que son los que nos dan ese 4% (a ellos el 10%, el 15%, o el que sea). Por eso es tan importante recuperar el control, que no se puede alcanzar sino con medidas políticas, claras, destinadas a ese fin.
Ahora se ve claro que no podemos parar o aniquilar el sistema, y que no se puede porque somos parte de él. Y que todo cambio lleva implícito un cambio de mentalidad.
Yo escribí un post al respecto, hace tiempo (que, por cierto, envié a la Presidencia del Gobierno), que trataba de evaluar si estábamos en condiciones de tomar control de ese dinero y condicionar el circuito económico, y cómo… Explorando la posibilidad de constituirnos la propia clase media en un polo económico que jugara su papel en el tablero de la economía (modular el transistor) , puesto que somos la Base. Ahí quedó.
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Tanto por este punto como por anterior, no estamos hablando de localismo o del proteccionismo a la producción, tipo Trump y tantas otras políticas de derechas conservadoras, aunque se parezca porque es la expresión de la contra-estandarización que, como dije, comparte con la izquierda a estos efectos (no a otros). Estamos hablando de que las empresas con actividad comercial aquí, paguen aquí y no en Irlanda. Estamos hablando de que el menoscabo, o ausencia de compromiso, de determinadas empresas, tengan respuesta. Estamos hablando de hacer frente a un complot fiscal supranacional y consecuentemente inmune a las leyes, que además tiene consecuencias en la desvertebración o desequilibrio económico (de la U.E., en este caso), que es el que siempre ha estado presente entre el norte y el sur, entre el centro y la periferia por las mismas causas.
Luego, aprovechando que son centros económicos que capitalizan toda la riqueza se quieren adueñar de ella, independizarse, como Cataluña, olvidando que los polos económicos son polos en representación de otros sitios que no lo son, por decisión del Capital que ha dicho como tiene que estar distribuida, y que la riqueza, por tanto, es consecuencia de esa representación, y no les pertenece. Si no fuera así antes de ser candidata para el Centro del medicamento (por ejemplo), como ha ocurrido en pleno process, hubiéramos tenido que pujar entre nosotros para la candidatura, entre las diferentes autonomías, y no ha sido el caso. Si cedemos algo, nos tendrá que repercutir en algo, es decir, que habrá cierta reciprocidad entre polos.
De esto también hay algún post. No es el tema, pero viene a colación de cuan “Hombre del dinero” somos todos. Viene a colación porque es una muestra de cómo hasta el anticapitalismo (toda la izquierda independentista, en realidad) sucumbe al ansia de dominio del Capital, aunque luego se adorne ese ansia de ideales, de supuestos agravios del pasado y de sentimientos (de la añoranza de un Mediterráneo imperial). Todos tenemos pasado y sentimientos.

¡Existe hasta anarcoindependentismo! (no queremos Estado, pero puestos a elegir, éste).

Eso que se busca es lo que quiere el Capital, bipolarizar, diferenciar el potencial. La izquierda no divide ni aparta. Por razones supremacistas, menos. Y si la izquierda lo hace, o alguna izquierda, esto que digo, no desde luego.

5º Estos procesos de relocalización y control (que he citado) están bien, pero en realidad, antes de esto hay que ver qué cosas se pueden hacer desde la propia lógica de funcionamiento del sistema para mejorar los ingresos y disminuir los gastos, es decir, el flujo (+ - ) en la organización del Estado, entre polos.
En este sentido, nos encontramos que no se realizan determinadas acciones lógicas para recaudar más y mejor, ni para gastar menos y mejor, poniéndose de relieve un comportamiento político más que cuestionable.

Si vamos al capítulo de los INGRESOS, los sistemas se desmoronan porque no son sostenibles económicamente y en éste resulta que se están perdiendo más de 60.000 millones de euros todos los años en evasiones fiscales, que representan un delito, más otras cantidades derivadas de la ingeniería fiscal o el tratamiento ventajoso, que ni siquiera es delito, como las rentas del capital (gravado al 19%), las sicav (al 1% de carga fiscal), frente hasta el  más del 50% de las del trabajo. Hay claramente un trato privilegiado, y un defecto en la persecución del fraude (protocolos y medios), a decir de los propios inspectores de Hacienda.
¿Por qué esta forma de operar? Porque desde la óptica del Capital se prefiere recuperar parte del dinero (destinado a convertirse en gasto corriente por el usuario) a desmoronar la acumulación de capital, aunque ésta pueda tener algo de fraudulenta.
De una parte, quien acumula dinero son de los suyos, los que prefieren políticas que amparan al Capital, y lo nutren de su materia prima. De otra, porque en esta lógica de la acumulación siempre se podrá producir algo, pensemos que gran parte del gasto de lujo sirve para habilitar un dinero oculto, y, a la contra, gran parte de todo lo accesorio que existe en este mundo se sustenta mediante un dinero que de otra forma no podría aflorar.
Esto es la desigualdad entre polos como motor del crecimiento hecho dogma de fe o principio, principio de funcionamiento, si se quiere (como dije, objetivos claros del Capital).

Si vamos al capítulo de los GASTOS, resulta que tenemos un modelo territorial que está sobredimensionado: administraciones duplicadas, administraciones improductivas-saturadas-ineficientes. Derroche injustificado que no ayuda a fortificar la idea de que nuestro dinero tiene una utilidad incuestionable (que está bien gestionado) y que, por tanto, no alienta el gusto por la contribución fiscal a la Hacienda Pública.

Quiero hacer entender tres cosas al respecto:
Una, que de cara a lo que estamos tratando del balance presupuestario, que luego pueda afrontar los gastos en pensiones y otros gastos más, el resto del gasto público debe ser, lógicamente, escrupuloso.
Dos, que en realidad ni siquiera sería ésa la prioridad o su fundamento sino que éste sería más bien el de posibilitar mediante esa ocupación racional y eficiente un sinnúmero de cometidos sociales que en el contexto actual no se pueden afrontar, dentro de su propia área o de otras (hablemos de la dependencia, recursos para la enseñanza).
Tres, que, como desarrollaré más tarde, la solución de nuestra situación actual pasa (o pasaría) por una universalización de la ocupación, y aunque esta lleva aparejada elementos de racionalidad y eficiencia distintos, no se puede abordar desde la irracionalidad e ineficiencia actuales.
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Se trata de racionalizar todo. Poniendo de ejemplo el ministerio de justicia, que está sobrepasado, a lo mejor hay que dotarlo de nuevos medios y nuevos procedimientos para hacerlo eficiente  y ver realmente lo que esta sociedad necesita al respecto.
Pudiera ser que costase 100 millones de euros (nada comparable a los más de 40000 millones de rescate a la banca o 5000 del plan-E), o pudiera ser incluso que el ahorro presupuestario derivado de la simplificación de los procedimientos costease el gasto de los medios, y que la ocupación fuese la misma, pero más eficiente, o que incluso proporcionara recursos para servicios extras.

Esto es un planteamiento sobre este particular. Yo les pregunto a los políticos, cuáles son los suyos. A decir por lo que han hecho al respecto en los últimos veinte años, ninguno.

Lo dejo en este punto, para la 2ª parte