martes, 3 de octubre de 2017

Crítica de la razón social



Buena parte de los fundamentos de la Sociedad Inversa serán expresados en un bloque de videos que llevan el título genérico de “Crítica de la razón social”, en alusión a la obra de Kant, por cuanto, busca superar esta forma de razón social, la actual, y cuestionar la posibilidad de que se pueda llegar mediante ella a un conocimiento social real (a la verdad social, a la viabilidad), tal como hiciera el filósofo respecto a la razón pura y su posibilidad de a llevarnos a ese conocimiento sin considerar otras aportaciones.



El trabajo constará inicialmente de 10 videos (de momento van 5), en los que trataré de hacer más accesibles los contenidos, que formarán parte de otro título más genérico (lista de reproducción: “Las cosas en su sitio”), que utilizaré para abordar otras cuestiones que escapan o van más allá del contenido inicial de esta página web, pero que sin embargo representan desde mi punto de vista una forma errónea de concebir las cosas, los acontecimientos sociales, y por lo tanto un lastre o una desvirtuación que nos aparta del modelo que planteamos.

(Esta entrada constituye el inicio de la  página VIDEOS)

Se podrá leer el texto en sucesivas entradas

viernes, 22 de septiembre de 2017

CATALUÑA: Ayer, Hoy y Mañana



 
Lo que está haciendo el gobierno catalán es subvertir los principios constitucionales. Eso es verdad, a partir de ahí todo lo demás que se diga podrá ser verdad, pero es una verdad de orden inferior, sometida a la lucha de opuestos. Eso es categorizar o establecer jerarquías entre nuestras verdades. Podemos imaginar, saber o negar, podemos opinar de tal o cual medida represiva, de la acción u omisión de las partes, podemos opinar de lo fiel o no que se está siendo a la ley, pero de lo primero, no, ni comparar la aplicación por defecto o exceso de la ley con su omisión total: uno se salta la ley y otro aplica con más o menos acierto lo que la ley indica para el caso. Si uno dibuja la línea roja donde quiere no puede reprochar al otro que se la salte.

Se alega, a pesar de esa verdad categórica, que no se puede acallar la democracia, en tanto que es la expresión popular, su derecho a decidir, planteándolo como otra verdad categórica del mismo o superior orden jerárquico, sin tener en cuenta la invalidez contable del proceso por la ausencia de toda garantía formal o instrumental, que se convierte así en una coartada para declarar la independencia. Sin esas garantías es un proceso fraudulento destinado a alcanzar el “Sí” (por la no participación de “No”), en el que una parte decide el qué, el cómo, el cuándo, y, lo más silenciado, el hasta cuándo, lo que lo hace doblemente fraudulento por ser asimétrico puesto que el “Sí” tendría permanencia en el tiempo y el “No” sólo hasta la siguiente oportunidad. Sin esas garantías no es un acto democrático ni ecuánime, es otra cosa, otra cosa que “no es verdad” y que por tanto no puede aspirar a ser “una verdad categórica”.

Pero es que además existe otra parte de la sociedad catalana, tanto como el 50% o más, que no toma esto como una exaltación de la libertad, y que en sí considera el hecho –porque se puede considerar así– de muy diferente manera. En efecto, se puede considerar que lo que está haciendo el gobierno catalán en Cataluña es técnicamente lo que hizo Franco en España, pero sin sublevación militar, sólo política a cargo de la mayoría parlamentaria, de la exaltación patriótica de la mitad de la ciudadanía y del interés económico. Y todo ello con algunos elementos diferenciales que la hacen incluso menos equilibrada porque en la primera el acoso de la mitad de la ciudadanía frente a la otra mitad fue una cuestión de bandos, en tanto que aquí hay una mitad de la ciudadanía que no tiene bando ni defensa, y,  por lo que dicen ellos mismos, no la han tenido en todos estos años de exacerbación del independentismo, o en esa atmósfera social de exaltación-educación patriótica, y marginación-indefensión-acallamiento consecuente. Cuando el otro día Rufían dijo a Rajoy en el Parlamento “saque sus sucias manos de las instituciones catalanas”, muy bien podría haber dicho “saque sus sucias manos españolas de Cataluña”, y hubiera sido lo mismo. Ése es el espíritu.

Es decir, en la primera venció la sublevación y luego se impuso un doctrinario, y la otra ha creado un doctrinario a partir del sentimiento independentista, y lo ha impuesto, para alcanzar la sublevación (al margen de la acción más o menos afortunada del gobierno nacional de turno). Lo que nos lleva a que puede ser que cualquier respuesta política no sólo vaya o tenga que ir destinada a frenar el separatismo sino a reconducir ciertas formas consuetudinarias de adoctrinamiento y exclusión social, por no decir odio (conocido es el empeño y los recursos económicos empleados en catalanizar Cataluña o desespañolizarla, y ahora, a la vista están), es decir, destinada a eliminar las fórmulas de proselitismo que darían finalmente con una mayoría social independentista de facto y, entonces sí, con la inevitable separación.

España ha vivido más de cuarenta años dividida en dos bandos por la idea de lo nacional y Cataluña está ahondando en esta idea, en esta división, que curiosamente ampara la izquierda catalana, incluso el anarquismo, o el propio anticapitalismo (CUP), y ahora la izquierda nacional, en contra de sus principios elementales. Puestos a categorizar existe, en efecto, el derecho a decidir, pero también existe el daño a terceros, el agravio comparativo, y para la izquierda la prevalencia del bien común frente al particular, sobre todo cuando ese particular se apoya en criterios economicistas o incluso clasistas. Cataluña se ha cansado de ser solidaria y está decidiendo ser insolidaria.

Pero hay más, si el espectro social fuera de un 80-20 %  estaría legitimada socialmente cualquier opción de cambio (puede ser que no jurídicamente), pero siendo del 50-50%, no. En este caso, la movilización social que se pretende acuñar, lejos de poder ser considerada como una movilización popular como la del 15-M (la acción del pueblo contra el poder ineficaz y corrupto) es un alzamiento nacional, esto es, el alzamiento de una parte de la población adscrita a un poder político en contra de la otra parte que lo considera ilegítimo, o, lo que es lo mismo, la sublevación popular y su connivencia como herramienta del poder político ilegítimo para legitimarse y normalizarse.   

 AYER, HOY y MAÑANA

La cosa se hizo mal, el gobierno no debería haber impedido el referéndum, sino exigido una mayoría cualificada, simetría y reciprocidad como condiciones mínimas para iniciar la modificaciones necesarias para que el referéndum solicitado entraran en el marco legislativo : 1º se necesitarían dos terceras partes del sufragio (como para una modificación de Estatuto de autonomía) 2ª el resultado sería para siempre, 3º de acuerdo con lo anterior, y en buena lógica, puesto que el “Sí” permanente implicaría la separación, el “No” permanente implicaría abandonar definitivamente esta aspiración.  ¿Cuántos lo aceptarían? ¿Lo hubieran aceptado los independentistas? Yo creo que si se hubiera hecho así no estaríamos hablando de que el gobierno español no quiere referéndum sino que no lo quiere el catalán, que jugaría en este caso a ganar o empatar por lo menos.

Es difícil que nadie frene en este choque. El Estado español tiene el mandato de la ley, la defensa legitima de España y de lo español en Cataluña, su palabra dada, y quizás cierto gusto subliminal de hacer lo que está haciendo. Tiene además buena parte del respaldo político y social, en virtud además de su respuesta aséptica, la única que puede explicar que después de haber sido declaradas inconstitucionales las leyes y haber persistido en ellas, no se hayan deshabilitado los altos cargos. No obstante ha movido fichas, aunque inaceptables para la Generalitat, que tampoco puede frenar. Una mejora en la financiación les podría servir a los antiguos convergentes, pero no a la CUP ni a ERC que se han empeñado en esto, pero incluso por encima de ellos está la ciudadanía, que sea involucrado con la causa, y que a estas alturas lo consideraría inaceptable. Es decir, si en algún momento Puigdemont tuvo la capacidad de decidir, ya no. En consecuencia, a uno no le queda más remedio que ir aplicando paso a paso todos los mecanismos disponibles, y al otro, intentar que la tensión en la calle vaya en aumento hasta la fecha prevista y después, ya sin medida, en forma de clara sublevación popular que él mismo y los suyos incitarían sabiendo que sería lo único que les podría salvar de un proceso judicial de hechos consumados, metiéndoles de lleno, como agitadores, y como responsables, una vez hecha la declaración de independencia, en otro, por un delito de rebelión.  

Todo el mundo se pregunta qué va a ocurrir el día 1 o el 2 de octubre. Yo lo veo con meridiana claridad. El recorrido político catalán llega (si no antes) hasta que se declare la independencia y la posterior convocatoria de elecciones constituyentes (también ilegal), pero queda ahí. Podemos imaginar, si el referéndum va a resultar ser un fiasco en todos los sentidos, qué pueden llegar a ser las constituyentes sin participación política ni medios económicos, porque –y ésta es la segunda parte–, la acción política y judicial del Estado español seguiría con posterioridad. El Estado español ya ha preparado algunas imputaciones de sedición y estará preparando las mencionadas de rebelión que –imaginamos– serán aplicables una vez hecha la declaración de independencia al President, Vicepresident, y a los integrantes imputables (JxSí) de la Mesa del Parlament, que justificaría que hasta ahora sólo hubiese sido imputados con cargos (menores) la segunda línea política. En este escenario sería una nueva Mesa del Parlament o la que quede, de acuerdo con el ordenamiento de la Cámara, la que tendría que decir qué hacer, y, de acuerdo de quienes fuesen, con qué prisa. Esto por un lado, por el otro, y ya con los dirigentes políticos imputados, estaría la acción de la calle, es decir, que a partir de la fecha de referencia la respuesta política del Estado se tendría que medir con la de la ciudadanía, intentando amortiguarla  hasta que se normalice el aparato político, porque si no…




 
 

 

sábado, 24 de junio de 2017

EL PROCÉS INDEPENDENTISTA CATALÁN (II)


CATALexit: EL PROCÉS INDEPENDENTISTA CATALÁN (y II)               (ir a PARTE I)

PARTE II: Las objeciones instrumentales al procés

Sean limpios los sentimientos o no, no se puede luchar contra ellos con otros sentimientos, ni negar -aunque esté mal formulado- un derecho tan fundamental como el de expresarse en  una urna y decidir. Sí podremos, en cambio, poner de manifiesto los elementos que hacen del derecho fundamental algo arbitrario o no definido, como es el caso por varias cuestiones:
La primera es que no queda determinado cómo puede quedar la mitad de la población (menos uno) supeditada a la decisión  de otra mitad (más uno) en un tema tan capital, supeditada a una foto actual, a una instantánea. En qué forma y durante cuánto tiempo, puesto que puede quedar alterado en uno u otro sentido el juicio y el sufragio, supeditados a una variación mínima del censo y de su criterio. Sabemos que el “no” daría lugar a unas elecciones autonómicas y el “sí” a un proceso constituyente, pero nadie se cree que un anhelo frustrado no querría buscar mejor suerte a la menor oportunidad, perpetuando la esquizofrenia social, en tanto que el “sí” por la mínima la llevaría a su convulsión, al sentimiento de quebranto. ¿Por cuánto tiempo se daría un resultado por bueno? ¿Un año? ¿Una década? ¿Una generación? ¿Para siempre? Parecería lógico desear y garantizar que la determinación se mantuviera en el tiempo y no fuese reactiva.
Para que tales cuestiones tengan validez, esto es, aceptación y posibilidades de permanencia en el tiempo tienen que venir respaldadas por un diferencial notable, que evite una continua reedición, de unos y de otros, y el caos. Sin esta garantía no puede existir proceso.

La segunda es qué no está especificado o diferenciado el supuesto sufragio por áreas geográficas o entidades políticas, ni tampoco el más que pertinente tratamiento, dado que, llegado al extremo, mientras exista una de esas entidades políticas contrarias a la CATALexit (salida cataléptica de Cataluña, je,je), esto es, con el derecho y decisión de permanencia, puede obligar a la misma. Esto que parece extraño no lo es tanto, puesto que hasta en una comunidad de vecinos lo nuevo se aprueba por la mitad más uno, en tanto que lo ya aprobado y los estatutos precisan del consenso total, precisamente para evitar esta suerte de mayorías coyunturales en los fundamentos. Aquí con más razón al tratarse de un cambio de paradigma.

Además, sólo hay que aplicar la misma lógica de autodeterminación política, que se reclama, en las diferente entidades jurídicas que tienen representación, y la misma prevalencia de la legitimidad frente a la legalidad (que básicamente es cierta) en cualquier órgano representativo que quiera hacer uso de ella, para entender que lo mismo que el estado español no podría violentar esa legitimidad, tampoco lo podría hacer el catalán con las otras legitimidades. Sin esta garantía no puede existir proceso.

Estas dos garantías se podrían resumir en una sola que podría ser trasladada al electorado con una pregunta previa sobre el proceso (que no resuelve el dilema pero lo acota), y que es “¿con qué diferencial estaría dispuesto a asumir esa deriva nacional?”, por cuanto habría una parte dispuesta a la conformación del nuevo Estado sólo con esas garantías, como ocurre de hecho con Catalunya Sí que es Pot, que aboga por la regulación. Eso por la parte catalana, por la otra, por la española, si bien es cierto que sacar la Constitución para frenar la expresión democrática roza lo ridículo no lo es menos que la salvaguarda de los garantías básicas citadas sí tendría esa legitimidad, más allá de la legalidad, puesto que están en liza principios básicos, agravios comparativos evidentes y daños a terceros. Esta verdad se puede decir y defender sin complejos. El procés desconsidera profundamente a esos terceros.
Si contraponemos la legalidad nacional frente a la legitimidad pro-sí catalana gana esta última, pero si contraponemos la legitimidad pro-no catalana frente a la legitimidad pro-sí (que dispone además de todo el aparato político) gana la primera que se ve tutelada o guiada, y ninguneada. Esto es lo que no ha sabido establecer el Estado español como condición insoslayable del proceso que hubiera dejado a los promotores sin argumentos y sin opciones, es decir, en vez de quitar la expresión democrática, exigir un extra de democracia, de trasparencia y determinación política y social (que deberían dar los propios promotores, a sí mismos y a sus ciudadanos). Y esto es lo que deberían demandar estos partidos de posición confusa, que dicen sí con la boca pequeña, porque no quieren decir no, y no saben establecer los argumentos, porque no saben establecer unas jerarquías claras entre unos derechos y otros. Esto es sobre lo que debe hacer hincapié el Tribunal Constitucional cuando aborde las resoluciones catalanas, hechas con todo mimo para, precisamente, pasar los filtros de la Carta Magna.

Decía Ortega y Gasset que las revoluciones son esencialmente injustas porque nos quitan el derecho a seguir como estábamos (no podemos forzar a nadie ni para mejor) ¿Esto quiere decir que no se puede conformar Cataluña como un Estado, que no podemos hacer revoluciones o cambiar? En modo alguno. Las revoluciones están más que justificadas cuando hay una opresión grande de un poder y una imposibilidad de vencerla mediante mecanismos democráticos o la simple expresión del deseo. La revolución frente a la opresión no necesita mayorías, basta la indignación de una sola persona. Cuando no se fundamenta en la opresión sino en el anhelo o el interés se necesitan mayorías. La mayoría simple es la extrapolación del mecanismo asambleario, pero hay cuestiones que no soportan ese mecanismo, que resulta ser una suma aritmética del interés, que nada sabe del interés general o de la repercusión global, esto es, de alteraciones notables en nuestro modo de vida o en relaciones de orden superior. Es cuando existe este interés general o repercusión global cuando necesitamos mayorías abultadas que hagan coparticipe a toda la sociedad de los riesgos. Esto se podría dar si porcentualmente hubiera un número de partidarios que pusiera de manifiesto que obedece a un sentir general, que garantizara (garantizaría) esta determinación en el tiempo, sobre la base del mínimo legal o mayoría simple para cada uno de los entes jurídicos que conforman su realidad, lo que seguramente precisaría del setenta por ciento del sufragio. Ésa es la revolución de la mayoría silenciosa. Hasta llegar a ese punto, educación y sentimiento, como lo entienda cada uno. A partir del mismo, pues a ponerle precio a las cosas y sacar facturas.  No hay otra.
La tercera cuestión es que de igual manera que Cataluña puede tener el derecho de alcanzar una nueva relación con el resto de España, el resto de España lo puede tener de tenerla de una forma dada con Cataluña. O unas partes con otras. ¿Cómo vería esta parte catalana una determinación de este tipo? ¿Tendría derecho Madrid a arrogarse toda la riqueza de Madrid, siendo como es una consecuencia de la capitalidad que ha disfrutado durante siglos? Esa capitalidad que le permite tener una mayor renta per cápita, incluso después de dar miles de millones para para las zonas más desfavorecidas. Está claro que no.

Está claro, existen dos Españas, o dos identidades dentro de ella, una que nunca ha tenido nada y no sabrá si algún día lo tendrá, y por esto vive en régimen de gananciales en los territorios y en el seno de las familias, y otra que tiene y teme perder y por esto reclama una separación de bienes territorial, ésa misma que en el ámbito del hogar pueden convertir una comida familiar en un apunte contable.
 
ESTO FUE TRATADO COMO PARTE DE LA TEORÍA SOCIAL EN:

El principio de verdad y la bipolaridad política
 
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viernes, 23 de junio de 2017

EL PROCÉS INDEPENDENTISTA CATALÁN (I)


CATALexit: EL PROCÉS INDEPENDENTISTA CATALÁN (I)                     (Ir a PARTE II)
PARTE I: Las objeciones sentimentales al sentimiento independentista
El sentimiento independentista es un sentimiento. Nada podemos ni debemos decir de los sentimientos si no trascienden, si no se materializan en algún tipo de acción. Es cuando se materializa en una acción cuando nos cuestionamos el sentimiento y tratamos de ver si se acompaña o contamina de otros elementos.
Sentimientos, los hay buenos y los hay menos buenos. Es decir, hay sentimientos que encarna determinados, y apreciables, valores de identidad, y son buenos, y sentimientos que encarnan esos valores asociados al interés, al miedo o el desprecio hacia lo ajeno y extraño, hacia lo que se presenta como lastre o se entiende de orden inferior; que son peores y más habituales. Por ejemplo, entre un grupo de amigos de un colegio mayor el sentimiento de hermandad es bueno, pero ya no lo es tanto cuando lleva aparejado las señas del clan, la defensa frente a terceros o incluso su neutralización o exclusión, acoso o extorsión.
La expresión de esa naturaleza de las cosas, llevada al ámbito que nos ocupa toma la forma de separatismo: el separatismo se sustenta en la idea de que la identidad diferenciada, además de ser fiel a la realidad, tendrá un mayor desarrollo, unas mayores posibilidades de cambiar lo que quieren cambiar y preservar lo que quieren preservar, por tener una voz propia, así como la posibilidad de un mayor aprovechamiento económico.
En realidad, este desarrollo ya lo han venido alcanzando los nacionalismos no separatistas a través de la relación política, en forma de traspaso de poderes y compensación económica continuada. Respecto a lo primero, sólo hay que comparar la actual relevancia social y política de Cataluña con la de Castilla, Extremadura, Canarias…, y, por otro lado, la capacidad de autogestión, para sacar conclusiones. Respecto a lo segundo, recordar la autonomía recaudatoria y las ventajas fiscales del País vasco y Navarra, a la que ha aspirado Cataluña, que no tiene pero que va a la zaga.
La cuestión, desde la óptica estatal, es determinar si lo natural es establecer nuevos y mayores ventajismos económicos o eliminar los existentes. Teniendo en cuenta además que buena parte de ese ventajismo es el pago en especies, y la compensación del silencio, de los diferentes gobiernos, incluidos los franquistas, en detrimento de otros territorios esquilmados y comparativamente agraviados (a los 500 millones de euros con los que han sido nuevamente agraciados los vascos en los presupuestos de este año me remito). Es lamentable que los vascos tengan ese trato histórico diferenciado y este otro, no histórico sino actual y puntual, que se traduce en el diferente montante de recursos para ayudas y protección social que reciben para un sinnúmero de supuestos en comparación con los de las otras zonas de España. De eso no se habla, se habla del PER de Andalucía (aunque también tenga su conque). Y, lamentable, que casi ninguna voz política se haya expresado en estos términos, mucho menos que haya establecido una línea de trabajo programática orientada a revertir las diferencias territoriales.
El separatismo catalán no quiere este ventajismo, en realidad quiere más, quiere todo. Incluso no contempla el federalismo como organización territorial que permita un reparto más higiénico y eficaz de la riqueza, y paso intermedio, y en principio más que suficiente, al republicanismo ansiado por muchos. El procés se presenta como una cuestión mercantilista en la que se baraja la posibilidad de mejorar las arcas estando fuera, una vez que se ha agotado la posibilidad de hacerlo desde dentro, aprovechando la posición de privilegio económica y empresarial, y entendiendo, por encima de cualquiera otra cuestión, que el Estado español, que tiene el control de su economía, le está robando.
Que Cataluña aporta más dinero que el que recibe está claro, la cuestión es si esto es objetable, y sobre todo si lo es por partidos de izquierdas, contrarios a priori a la recentralización del capital en áreas de influencia y a las diferencias territoriales a que da lugar. La izquierda independentista es localista, no quiere saber nada del déficit económico de las regiones desfavorecidas de España, aplica principios socialistas en la comarca y nacionalistas y economicistas (por esto se entiende tan bien con la derecha), fuera de ella, que son acompañados de un anhelo romántico de expansión territorial o recuperación de territorios… ¿A qué me recuerda esto? Parece el germen de un delirio: anhelo, identidad nacional, expansión territorial, recuperación de la economía nacional…, que tradicionalmente acaba en drama porque es pertinaz. Un delirio y un apego a la posesión y a la pertenencia, como la de los fantasmas de los muertos, esos que dicen que moran en sus propiedades y las vigilan con celo, incluso cuando les resulta inservibles, dejándoles irremisiblemente atados a lo material durante siglos. La pregunta es si los catalanes afines comparten esta doble mirada y la atrocidad potencial que subyace bajo las demandas aparentemente inocuas y, por otro lado, si tomarían esta deriva por cuestiones estrictamente identitarias (sin mediar rentabilidad económica alguna), lo que debería ser un cuestionamiento previo y necesario para discriminar las motivaciones y con ellas su carácter ético o socialmente aceptable.
Todo esto se suele sustentar en cuestiones históricas, respecto a lo que hay que decir varias cosas, al margen de que los hechos históricos expuestos sean discutibles, y hayan sido, en efecto, discutidos. Historia tenemos todos. Todos los pueblos fueron una cosa y luego otra. En consecuencia, ¿en qué punto situamos la Historia? Seguramente entre el Imperio Español de Felipe II y lo que somos ahora podríamos escoger un momento dulce, pero después hubo un tratado, una invasión, una guerra... Aragón podría reclamar su independencia porque antes de ser algo junto a Castilla que finalmente dio con esto, tuvo entidad propia. La Historia es historia: tenemos un territorio y lo perdemos, ya no tenemos el territorio, es historia. Las musulmanes reclaman el Al-Ándalus, ¿Y qué? Yo tenía un coche y lo vendí, y ya no lo tengo. Cataluña perdió el condado de Rosellón con la firma de la paz de los Pirineos, ¿por qué no se lo reclama a Francia, lo anexiona, y hablamos luego? ¿Qué conservan los catalanes actuales de esa identidad nacional, si ni siquiera los de entonces la tenían, porque no existía el concepto de nacionalidad? Pero es que además, la Historia nos lleva o nos debe llevar, y así ha sido desde que es Historia, a la conexión y equiparación de los pueblos, a la eliminación del hecho diferencial mediante toda suerte de tratados y alianzas. No parece lógico establecer que se es diferente porque se haya sido diferente o por tener una lengua alternativa, cuando el 95% de lo que somos es actual y es común, y poner el acento y aprovechar ese residuo histórico del 5% para sacar rendimiento económico, y poco más, por cuanto, por las identidades supranacionales, el poder económico está cautivo, la soberanía política,  cedida o traspasada, y la voz propia, esa que se añora, enmudecida… Los Estados Unidos hicieron una nación después de una guerra levantada sobre una cuestión o diferencia identitaria tan fundamental como la esclavitud y todo el desarrollo y uso económico que comportaba, y ahí están. La antigua Yugoslavia tenían una diferencia identitaria irreconciliable y ahí están también, partida en tres.
La identidad lleva además connotaciones psicológicas. Uno puede sentirse diferente o no igual a los otros pero no querer diferenciarse, o sentirse diferente y querer diferenciarse. Cuando ocurre esto último es que se entiende diferente, pero mejor, de otra clase, y no quiere que le confundan, que le mezclen. Dicho de otra forma, hay una identidad diferenciada clasista y otra que no lo es. Pero incluso dentro de la identidad diferenciada clasista hay dos tipos, uno que se entiende mejor y da la mano, y otro que se entiende mejor y la suelta, desdeñosa, que pone una distancia, que es separatista. Esto nos sirve para establecer quién repudia a quien, es decir, que aunque las relaciones son reciprocas y tienen reciprocidades lógicas de desafecto, parten de motivaciones diferentes, uno se pone a una distancia por rechazo identitario y el otro no puede nada más que tratarlo con la cercanía o afecto que da esa distancia. Luego viene la sensación de no ser querido (Junqueras dice: “No quiero que mi gente comparta su futuro con gente que no la respeta, que no la quiere, que no la quiere escuchar”), lo de aumentar la distancia (más, cuánto más extraños sentimos que nos sienten) y buscar el nuevo país como espacio amigo, como amparo o refugio, como el seno de la madre. Imaginemos que cada comunidad es una pareja y la relación de las comunidades como una relación de cada pareja con las otras, pues bien, tratamos a Cataluña de forma dual, como a esa pareja en la que él es un Gollum desconfiado (¡mí tesoro!), rácano y desdeñoso, y ella una persona bella, hospitalaria, inteligente, amante de la música, precursora, subversiva, de elevada conciencia social, comprometida, y un montón de cosas más que nos dan envidia: no queda otra. Determinar, como catalán, qué identidad tiene más fuerza y predomina, es saber de su verdadera esencia, lo que la sustenta, de la pureza de los sentimientos.
Sentimientos hay muchos, pero no todos son limpios, los violentos tienen los suyos. Ellos también derraman lágrimas como Junqueras, pero éstas no dan un átomo de verdad, porque el sentimiento es sentimiento y bien nace de lo mejor de nosotros como de lo peor, y nos emocionamos igual, y temblamos, aunque sea abyecto. La identidad habla fundamentalmente de la vanidad resentida, del ego ultrajado. Las lágrimas hablan de frustración,  la frustración de un deseo no satisfecho, y el deseo de un apetito o un sentimiento de vacío o pérdida que muy bien puede ser patológico (por inexistente) o un objeto del delirio: no parece de recibo que mientras media humanidad está apostando por el mestizaje, por la elevación de la naturaleza humana, de las personas, y el abandono de atavismos estúpidos, aquí se esté apostando por su reedición y por la segregación. Aquí se tiene un sentimiento de menoscabo y se cubre de emociones entrañables, llevando a la confusión de su verdadera naturaleza a propios y extraños, provocando incluso ese dilema en las personas, que en modo alguno quieren decidir sobre este particular, y que quieren abandonar un traje que ha podido servir durante un tiempo, pero que no sirve ahora por mucho que se empeñen, porque es de otra época. Esto le ha pasado al terrorismo (que seguro han vivido los propios terrorista como épico). Le ha costado aceptar que era la herramienta inadecuada para un fin equivocado. Eso le pasa a esa parte de la sociedad catalana que busca, y si no encuentra se las inventa, señas de identidad que en algún momento pudieron ser significativas o tener significado pero que ahora son viejas y expresan una idea pobre de ellos mismos, obsoleta, en un mundo que busca, sustentado en el conocimiento, otro tipo de identidad más transversal, dejando atrás las formas del pasado.
Algunos catalanes han necesitado acendrar las señas de identidad y ahora son esclavos de  esas señas de identidad, de ese vínculo. Existen ejemplo de personas de izquierdas que superan esta idea (la izquierda en sí es contraria) y sin embargo están constreñido en ella. Contraponiendo independentismo y nacionalismo, como si fueran ideas distantes o no incluyera una a la otra, y maquillándola con la heterodoxia del republicanismo para parecer otra cosa. Curiosamente, incluso esa izquierda apátrida, el anarco-independentismo catalán (que debe ser el único anarquismo nacionalista del mundo), busca la patria catalana, mientras que esa otra, anticapitalista o antisistema, se constituye en pieza clave de la constitución de un sistema promovido por la burguesía más capitalista de España, la catalana, amparando criterios e intereses economicistas. El sentimiento lo puede todo, es superior a los esquemas de ordenamiento social, les parasita y les lleva a la contradicción. Estar parasitado es eso, tener una personalidad pareja que modula nuestra relación con las cosas, que se exalta y nos hace pensar que estamos exaltados, y se entristece y nos entendemos tristes, por mor de una quimera.
Existen ejemplos del mundo de la cultura que viven parasitados por ese vínculo, como Lluis Llach, abanderado del independentismo, que ha cantado a esta forma de amor y al amor extenso de los pueblos y que está inmerso inevitablemente en esta contradicción y este absurdo, al enfrentar una forma de amor al otro rudimentario, ligado, pequeño, que excluye, separa y limita, al no amor. Una cosa es la identidad como sentimiento y otra su expresión social. La identidad estaba bien cuando no existía o te la querían quitar, cuando había que recuperarla, pero existiendo hay que saltar por encima de ella, hay que establecer, cantar y perseguir otros ideales más elevados: la convergencia para ser humanos iguales a otros, el rechazo de una afiliación, identidad o cualquier forma de psicologismo, que es eso que se apodera, a través de la forma social e intelectual, de nuestra alma libre, y nos impide ser esplendidos, esto es, iguales a los demás. Raimon, cantó a la rebelión y a la espiritualidad de Espriu, siendo por dos veces atento y capaz. Llach tendría que tener fácil superar los anhelos que no lleven la marca del amor, porque sus melodías vienen del alma. Él no tiene que inventar el discurso o cambiarlo, sólo recordar, decir lo que sabe, aplicarlo:
Pero afuera, Pilar, hay tanta mierda, mierda, mierda.
La mierda de banqueros que cagan miseria para los pobres de mierda.
La mierda de políticos con horizontes de mierda.
La mierda de nuestros intelectuales con cerebros de micrófono,
que desde sus babosas poltronas nos mandan ideas de mierda.
O tal vez no, y por encima de todo haya una fijación delirante y un apego a la tierra y a los sentidos. ¿Quién sabe? ¿Quién sabe si los sonidos bellos son como las lágrimas de Junqueras? Itaca es más que eso, o debe serlo:
Cuando salgas para hacer el viaje hacia Itaca
has de rogar que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimiento.
Has de rogar que sea largo el camino…
Has de llegar a ella, es tu destino,
pero no fuerces nada la travesía.
Es preferible que dure muchos años
que seas viejo cuando fondees en la isla
El camino largo es el que nos permite decidir si la búsqueda que iniciamos es verdaderamente nuestra búsqueda y es lo que de verdad ansiamos, o es un sinsentido y una obcecación. El camino largo es el que nos permite dudar. Y, sin embargo, se ha forzado la travesía,  desechado lo aprendido y tomado por suficiente.
Tú no tienes que inventar el discurso o cambiarlo, sólo recordar, decir lo que sabes, aplicarlo, y darte cuenta que aquéllos banqueros, aquellos políticos e intelectuales son ahora tus compañeros de viaje, que son los que verdaderamente parasitan para hacer lo suyo más y mejor, haciendo de esta identidad un negocio nacional o personal, y, algunos, de esa nacionalidad, un pasaporte hacia la impunidad. ¿No ocurre a veces que dudamos de nuestras convicciones cuando las escuchamos en los demás, porque es en los demás donde vemos el despropósito, el exceso de pasión? Pues escucha a todos ellos y duda.
Tú no tienes que inventar, sólo recuperar la libertad.

ESTO FUE TRATADO COMO PARTE DE LA TEORÍA SOCIAL EN:

El principio de verdad y la bipolaridad política

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jueves, 26 de enero de 2017

Podemos CONTRA Podemos



Podemos CONTRA Podemos


(Lo que aquí se expresa es anterior a los documentos de propuesta de Vistalegre II. Pero no sólo es anterior en el tiempo sino en el fundamento puesto que es el marco en el que hay que interpretar dichos documentos que encuadra la sinergia social pretendida o el espíritu que subyace bajo dichas propuestas, lo que no resta que luego los documentos puedan tener otras valoraciones al margen) 


En febrero se celebra el II Congreso de podemos, Vistalegre II, donde se presentan proyectos y candidaturas y se reelige al secretario general. Éste es el Congreso de la disyuntiva Errejon- Iglesias. Voy a tratar de racionalizar esta disyuntiva para tener una visión más clara de lo mejor y lo peor, de la verdad y la mentira de los discursos, esos que han aflorado sobre todo a partir de la Universidad de Podemos 2016.

Para ello voy a responder a varias cuestiones, que son las siguientes:

-¿Quién ha cambiado el discurso?

- ¿En qué consiste ese cambio?

- ¿Por qué se ha cambiado?

- ¿Qué candidato tiene más proyección?

- ¿Qué proyecto tiene más recorrido?

- Y, ¿qué ha fallado en el proyecto Podemos?


La primera pregunta es:

¿Quién de los dos ha mantenido el discurso del pasado y  lo ha cambiado?

El movimiento 15M, llamado movimiento de la indignación, fue la reacción ciudadana al panorama político y social.
El llamamiento del 15M, que asumió Podemos, era a toda persona indignada con los desequilibrios del sistema social, contra quienes los provocaban: los de abajo, contra los de arriba, se decía.
Ese fue el primer jalón del sincretismo político que se perseguía: la transversalidad.
La transversalidad no fue ni es establecer un perfil ideológico y hacer un llamamiento: eso se llama captación de adeptos. La transversalidad es superar en el fondo y las formas ese perfil ideológico, entendiendo que los problemas y las soluciones nos atañen a todos.
De acuerdo con esto, Errejón, afín a esa transversalidad, ha mostrado una mayor sintonía con el pasado y los ideales iniciales, desmarcándose del rumbo de la formación, que ha ido a una deriva inasumible en este sentido; aunque se intente mantener un clima de unidad y trivializar la importancia del desencuentro, que versa sobre cuestiones fundamentales.


La segunda pregunta es:

¿Tan significativo es el cambio en Podemos, cómo se caracteriza?

Podemos siempre ha estado en una constante reformulación y contradicción. Ya en los inicios se estableció una brecha entre las improvisadas y multitudinarias aspiraciones y la realidad, entre los problemas y sus soluciones programáticas, que se intentó salvar haciendo sucesivas depuraciones hasta alcanzar un grado de coherencia, un producto más o menos aceptable, que, estableciendo una conexión entre lo deseable y lo posible, pasara al menos el filtro de la inteligencia.
Ahora se establece esa brecha entre lo que se pretende políticamente y lo que se pretende socialmente, que es la brecha entre la transversalidad hipotética y la real, entre el perfil disperso de sus votantes actuales y su verdadero público, esto es, la izquierda afín y los beneficiarios directos de las políticas de reparación, los doloridos del sistema.
Esto, que parece ofensivo no lo digo yo, lo establece el propio Iglesias como punto de partida, cuando dice en la conferencia de clausura de la universidad (36:10), lo siguiente:
(…) el espacio en el que coinciden muchas tradiciones políticas, la de la transversalidad, que es la de la politización del dolor (…), ser transversal (…) es parecerse a la paz y las tradiciones políticas que de alguna manera se han acercado a nosotros.
Donde vemos que se reivindica en un sectarismo basado en el dolor, partiendo la transversalidad en dos para reencontrarse con los suyos, consiguiendo además que parezca emotivo.
Aquí Iglesias se presenta, en efecto, sectario pero también falso, porque hasta la fecha había realizado un reclamo diferente, utilizando una identidad falsa (la del 15M), que ahora ha reideologizado.
Y, por otro lado, esclarecedor, porque, en buena lógica, si no somos de esas tradiciones políticas o somos pero no compartimos la distinción, sobramos, y si sobramos dónde quedamos.
Podemos ha sido el receptor de cinco millones de votos que han depositado su confianza en Podemos porque otros “no nos representan, no”. Y ahora Iglesias dice que él sólo representa a las tradiciones políticas de la izquierda. Esa es la brecha.
Brecha que se puso de manifiesto en la imposibilidad de alcanzar un consenso en las primeras elecciones, y de hacerlo en las segundas, y ahora se está poniendo de manifiesto aquí, en la disyuntiva planteada entre Iglesias y Errejón, que encarnan ambas formas de transversalidad, la excluyente y la integradora, y, por tanto, dos proyectos de Podemos.
Antes de todo esto, se puso de manifiesto en toda la escenificación y exacerbación del desencuentro con Rivera (al principio se querían y luego no), por cuestiones meramente estratégicas, donde se pone de relieve que no sólo quiere el cambio “liderado para” sino “liderado por”.
Podríamos decir: no sólo liderado para un tipo de transversalidad, sino liderado por un tipo de transversalidad.
Esto, tampoco lo digo yo, lo dice el propio Iglesias en la frase que antecede a la cita anterior refiriéndose a la posibilidad de co-liderar los cambios sociales con otros partidos nuevos. Dice (36:10):
Ese debate ya no es tan sencillo, ése no es un debate entre viejos y modernos (…), es el debate de una fuerza política que aspira a ganar y que aspira ganar siendo el rompeolas y el espacio en el que coinciden muchas tradiciones políticas.
Como vemos, un “liderado por” condicionado por el afán de protagonismo y por la desconfianza que le suscita los acuerdos firmados con las demás fuerzas políticas. Como dice más tarde (31:35):
Hay otros que dicen, bueno a cambio de un programa, muy social… Eso está mucho mejor, pero todos sabemos que los programas y los papeles se los lleva el viento…
Cuestión ésta que no es de recibo en alguien que hace política y que no debería ni decir ni pensar.
Vemos, por tanto, que utiliza el dolor, el sectarismo, la falsedad y la desconfianza, para construir un discurso que habla o debe hablar de la construcción de una sociedad superior, libre de dolor, sectarismos, falsedades y desconfianzas.
Y utilizados para poner freno a la oportunidad de oro que hubiera supuesto iniciar determinadas transformaciones, y establecer una transversalidad política factible y representativa de la transversalidad social que quiere dejar el pasado y las formas del pasado atrás. Él lo dice (35:30).
No pactamos con Ciudadanos diciendo que el eje era regeneración o viejo. Pactamos con quien pactamos.

Imperdonable. ¿A cambio de todo esto qué se ha hecho? Nada


La tercera pregunta es:

¿Por qué se toma este camino?

Podríamos preguntarnos también por qué se exagera el desencuentro con Errejón y se toma como enemigo interno, y se exageran las diferencias, tal como ya se hiciera antes con el líder de Ciudadanos.
La sociedad transversa es plural, pero la izquierda no es plural, es dual. Es siempre la misma película, que se pone de manifiesto en cada encuentro, en cada debate: hay dos izquierdas. Una,  reformista y la otra rupturista, una abierta y la otra cerrada. Es cerrada porque es dogmática y no está entre sus preceptos que se puede llegar de un sistema a otro mediante cambios, o siendo permeable a los cambios que derivan del marco vigente.
Se es de una clase o de otra.
Iglesias ha vivido en la esquizofrenia ideológica hasta que finalmente se ha decantado, ha recuperado su verdadera identidad, y ha hecho una confesión pública de su propio posicionamiento.
Tradicionalmente en los encuentros políticos, esa parte cerrada ha tomado a la otra como irrelevante o contraria a sus intereses y la ha anulado, por lo que esa otra parte no encontrando encaje termina desalentada o enajenada.
Todo va bien mientras te mueves en la ortodoxia y digas la cosas que digas desde la ortodoxia, pero en el momento que disientas, no te incluyen en el grupo y si ya estabas en él, te sacan, eres un trol o un vendido, y cargan sobre ti como lo ha hecho Monedero con Errejón, como con un desconocido, sin respetar vínculos emocionales, con todo el desdén. O te ves sometido a un mobbing  político que este en el que ha participado hasta el secretario general de organización.
Esa forma de debate dual es una forma muy particular de debate. Iglesias lo explica también de una forma muy particular que pone de relieve (una vez más) hasta qué punto las frases grandilocuentes y emotivas encierran argumentos falsos  e intereses velados. Dice (38:30)
Es demasiado amplio, demasiado plural lo que hemos creado para que pueda ser un espacio de combate entre corrientes políticas que se construyen como partidos dentro del partido por eso es tan importante el debate teórico.
Y después sigue:
Debatir sirve y no porque las ideas sean complementarias (…), eso es una estupidez, una suerte de sincretismo (…), debatir implica elegir hacer política implica decir que sí a unas cosas y decir que no a otras.
Lo primero está bien si se acompañara de hechos, es decir, si se hubiera prestado al debate de las propuestas, al margen de quien las lidere, como quería Errejón. Ha sido el recelo de Iglesias el que ha originado las corrientes pues no ha dejado más opción que acompañar las propuestas de una candidatura, y en consecuencia, crear facciones.
Lo segundo, toma un color especial por lo primero pues no accediendo al debate aislado de las ideas, no pudiendo ser las ideas complementarias (argumento que atenta a la inteligencia), y estando sin cuestionamiento el liderazgo, no hay nada más que una voz y un proyecto a la hora de decir sí a las cosas o decir no. En una palabra: manipulación para cerrar el paso a todo lo que queda fuera de su dibujo.
Esto fue lo que ocurrió en el proceso de votación aplicado en la primera asamblea de Vistalegre, que se muestra como paradigma de la participación democrática, por el que salieron para el consejo los que ellos quisieron, los que estaban en la primera línea, los visibles; y del que se adoptó para la elección de los documentos en el mismo congreso.
Son muchos los ejemplos personales de todo esto, que son ejemplos de manipulación. Baste poner por caso lo relatado en el post que hago a propósito de mi propio intento de participación en un círculo (un círculo sin puerta) de Podemos pertrechado por la vieja guardia, una casta, a la que le tienes que decir exactamente lo que quieren oír para que empiecen a notar que eres de los suyos.


La cuarta pregunta es:

¿Qué candidato tiene más recorrido?

Bueno, si antes teníamos un candidato, un líder, y ahora dos, es porque el primero está cuestionado. Es por todo este cúmulo de contradicciones y carencias por lo que al final se cuestiona el liderazgo. No se puede utilizar al electorado ni engañarlo con una idea del proyecto y de uno mismo equivocados. Al principio se manipula para llegar, luego para medrar, luego sin una razón específica salvo que todo se convierte en un puro cálculo.
Una cuestión aritmética o susceptible de cálculo es también para Iglesias la modulación del discurso, de la que ha hecho uso, lo ha dicho él, pero que abandona para “ser duros”, de acuerdo con su nuevo doctrinario y la supuesta rentabilidad del mismo. Él dice (24:00):
Mi sensación después de haber sido el portavoz principal de aquella campaña es que perdemos de credibilidad cuando tratamos de presentarnos como moderados en las formas. (…) Se nos percibió como: “son unos mentirosos”. Al decir que son socialdemócratas están diciendo que son moderados y, unos: “eso no nos lo creemos” y, otra gente: “eso no nos gusta”. Y ahí creo que si intentamos, si nos obsesionamos con parecer lo que no somos, si nos obsesionamos con no dar miedo me temo que ni conseguimos traer a los que faltan y por desgracia se nos van unos cuantos de los que están.
De ello se derivan dos cosas, una, que si en vez de tener efectos negativos, fueran positivos no dudaría en modular el lenguaje como lo ha venido haciendo, otra, que el que habla tanto yerra por necesidad, y terminamos sabiendo nosotros más de sus motivaciones íntimas que él mismo (lo que le resta entidad).
La cuestión no es decir lo que viene bien, es decir algo que claramente entendamos todos, algo que suene a verdad. Él no ha dicho verdad, él ha dicho para causar un efecto, abusando del feedback, de la perfomance, de las circunstancias y de la suerte. La batalla que habría que librar para la redefinición de las superestructuras sociales, no admite chistes ni shows. Ha agotado el crédito. Pero además del crédito, ha agotado su capacidad de convocatoria, ha llegado al límite de lo que puede hacer, y debe dejar a otro, porque modulando el discurso pierde votos pero sin modularlo, me temo que también.


La quinta pregunta es:

¿Qué proyecto tiene más recorrido?

La pregunta es, de cara al futuro, qué parte del electorado o incluso de los inscritos, se decantan o decantarían o deberían decantarse por un proyecto u otro, teniendo en cuenta que la transversalidad de ese electorado es real, teniendo en cuenta que buena parte del mismo dejaría de serlo si no se logran avances, porque habrá otros que sí serán capaces de darle a esto una mano de pintura: a los hechos me remito con los últimos acuerdos PP-PSOE que dejan a sus virtuales contrincantes políticos (Ciudadanos-Podemos) sin mucho fundamento o relevancia.
Teniendo en cuenta, por otro lado, que hay una parte del electorado (de los inscritos mismos) que podría sumarse, pero que está esperando una definición más clara para dar su confianza, y que no encuentra en esta dinámica oficialista nada más que argumentos para salir corriendo, como han salido ya un millón de votantes por esto…, y todavía se están preguntándo por qué.
Está claro el porqué. Como ya he justificado, gran parte de ese espectro electoral simpatizante no es netamente de izquierdas sino que obedece a otros planteamientos filosóficos o sociales que engloban lo que se propone pero que va más allá, que ha podido reaccionar a los cantos de sirena, incluso adherirse eventualmente,  pero que podría no hacerlo si el mensaje no es útil o no contempla otras lecturas.
Por esto la necesidad de un proyecto transversal. Pero la necesidad de tener un proyecto transversal tiene razones más profundas que la simple oportunidad o pervivencia del proyecto. Si reparamos en el carácter real de la deriva social impulsada por el liberalismo feroz, no estamos hablando sólo del empobrecimiento ciudadano, estamos hablando del empobrecimiento súbito de nuestro concepto de civilización mediante una alteración de las relaciones de producción. Esto es un problema sistémico y un episodio funesto de la lucha de clases en el primer mundo; el único que había alcanzado logros.
Dicho de otra forma, no hay un tipo de problema, hay tres tipos de problemas, los contingentes, los estructurales y los sistémicos, de categoría u orden ascendente que afectan correlativamente a una transversalidad social más amplia. El último afecta al  conjunto de la humanidad. Pero es que, además, cualquier movimiento en este orden superior hará que todo lo que se pretenda y todo lo alcanzado en los órdenes inferiores no sirva de nada, y vuelva atrás. Por esto es tan importante la transversalidad, la implicación de toda la sociedad. No tenemos el dominio de nada: podrían llevar el mundo a la esclavitud chasqueando los dedos, o en cincuenta años, no hay diferencia.
La transversalidad, que es el medio y el fin, no necesita de la dureza de acción para implantarse, simplemente tiene que llegar a ser inabordable para lo que queda fuera de ella. La cuestión está, por tanto, en comprenderla, hacer pedagogía de ella, y encontrar el argumento para desarrollarla de forma efectiva, esa es su verdadera fuerza.


La sexta pregunta es:

¿Qué ha fallado en el proyecto Podemos?

Lo que ha fallado va al hilo del último comentario. Cuando yo puse en marcha la web (La sociedad inversa), ya en la Presentación se estableció que había tres cosas necesarias para que el movimiento social prosperara, una la masa social, y ésta la teníamos con el 15M, otra, una cabeza política, que posteriormente vino de la mano de Podemos y en particular con la figura de Pablo Iglesias, y otra, un ideario.  Estos eran el cuerpo, la cabeza y la columna vertebral. Ha fallado la columna vertebral y como consecuencia la cabeza se está cayendo, o, si se quiere, la cabeza se ha torcido a un lado y ha provocado escoliosis en una deficiente columna vertebral.

¿Qué más ha fallado?

Podemos se ha integrado en el panorama político y ha querido ser como los otros partidos, y ese no es su papel, primero porque no lo es: debe ir  (debería haber ido) a lo esencial, segundo porque para todo lo demás ya están los otros (incluso ya estaba Izquierda Unida), tercero porque se ha mimetizado y ha adquirido sus servidumbres.  Dicho de otra forma, estaba más (dada su breve historia y su orígenes) para obligar a hacer, que para hacer.
Frente a esto Iglesias reivindica los orígenes, un Podemos outsider y duro, iniciativa que, como la violencia, nace de la frustración de no encontrar una metodología de cambio clara, salvo ese atajo que luego restringe a la capacidad de decirle a Europa, esto, esto otro y aquello.
Decir es lo que siempre se ha hecho. Podemos debe hacer. Podemos debe estar en las instituciones, pero no para mal ocuparse si no para poner en marcha mecanismos de ruptura a la inercia, el bloqueo y la desidia institucional, y a todo aquello que la ampara o encubre. Esa es la mejor ruptura, la de la eficacia y la trasparencia. Es decir, hay que estar, pero con los objetivos claros.

¿Qué necesitamos, por tanto?

Necesitamos una nueva cabeza, que podría ser Errejón. Una cabeza que haga un buen uso de la masa social, y fortalezca la columna vertebral.
Esa columna vertebral es un ideario claro, inequívoco, que contemple una hoja de ruta. No hay consenso posible de las diferentes facciones de Podemos sin ese ideario de referencia. No hay electorado transversal sin propuestas verdaderamente transversales, universales. Propuestas higiénicas, ésa es la palabra, orientadas a la elevación del orden social. No de derechas, no de izquierdas: higiénicas, de ahí la transversalidad. Y no  meros mecanismos de reacción, reparación y contentación de unos y de otros, de ahí la transversalidad también.
Seguramente no se puedan establecer más de cuatro o cinco de esas propuestas, pero serán entendidas y, de llevarse a efecto, serán verdaderas palancas de transformación.
Necesitamos otro tipo de Podemos. Desde luego, lo mismo que no necesitamos un Podemos que sea una copia de Izquierda Unida, tampoco necesitamos uno que se una copia del partido socialista. Necesitamos un Podemos que sepa poner los límites y sea guardián, y los defienda políticamente donde proceda, abogando por unas superestructuras jurídicas que regulen o acoten el devenir.
Hay que establecer los límites antes de que sea demasiado tarde y alguien los sobrepase.

Caso contrario, todo esto está condenado, perdido.


Hay que decir dos cosas además respecto a la transversalidad (que son argumentos autosuficientes):

*Por un lado, se está imponiendo un paradigma que básicamente consiste en la descohesión social mediante la supresión de la clase media que era su pegamento natural. Tenemos que hacer frente a esto cambiando nuestro concepto de democracia y de cohesión social, es decir, reintegrando a los opuestos dentro de la misma realidad social, superando la lucha de clases entre nosotros  (esto es la transversalidad) porque, en la verdadera lucha de clases –se verá con el tiempo-, todos somos de la misma clase.

*Lo segundo es que el decurso histórico tiene que venir por la superación de los opuestos, tesis-antítesis, mediante una conveniente síntesis. Ese es el camino de la universalidad filosófica de las propuestas que tendría que haber iniciado Podemos (y no lo ha hecho), en la convicción de que la lucha de clases del siglo XIX no sirve para ahora, y que nada de lo que está inventado sirve para la actualidad, y que hay que inventar otra cosa.

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Sobre círculos y otras formas de exclusión




Lo que aparece en este post data de noviembre del 2014, a propósito de la selección de candidatos para el consejo ciudadano, y es el escrito que elevé a la entonces cúpula técnica de Podemos (pues se están eligiendo los miembros), del que no obtuve contestación, en la que ponía de manifiesto las arbitrariedades de todo el proyecto de selección, y otros comportamientos que nos obligan a caminar al ritmo de los más lentos, o de los mejor instalados. Esto es algo que sucede de forma recurrente, y que queda oculto porque no siempre se está en posición de sobrepasar esa forma de acallamiento, por no contar con la visibilidad suficiente, como la que tiene Errejón, y que le ha permitido (no sin esfuerzo) dar un paso al frente.
Es referido ahora y no entonces porque sé que entonces sólo hubiera servido para desahogarme, sin conseguir hacer un caso de mi ejemplo, en tanto que ahora sirve de ejemplo del caso Errejón, y de argumentario (ver video) que él no está en condiciones de aplicar ni expresar abiertamente, ni hacerlo parte de su batalla.

ESCRITO
Buenos días, de acuerdo con el punto 2 del  REGLAMENTO PARA LA ELECCIÓN DE ÓRGANOS INTERNOS, el propio Reglamento debe estar en concordancia con los Documentos político, organizativo y ético.
Quiero poner de manifiesto una vez más (porque ya lo hice en la rueda de masas), y denunciar, que en ninguno de los documentos aparece que las candidaturas tengan que estar avaladas (adjunto documento Word con todos los epígrafes). Es más, ni las candidaturas tienen que estar avaladas ni entre las funciones del círculo está la de avalar.
Quiero así mismo manifestar que, además de ser una clara ilegalidad, es un contrasentido. Este contrasentido lo puse de manifiesto igualmente en PLAZA PODEMOS donde expuse que para casi la mitad de los inscritos, los de la última semana, era prácticamente imposible alcanzar esos credenciales. De hecho, si nos atenemos a la configuración de los círculos, podemos decir que no sólo es imposible alcanzar los credenciales para esa mitad sino para la inmensa mayoría, como he podido comprobar por mí mismo. Me explico.

En el círculo (de cuyo nombre no me quiero acordar), en el que estoy inscrito, hay según pude saber unas 350 personas, en tanto que a la asamblea ordinaria que fui, como a la extraordinaria para la candidatura, acudieron no más de 30, que son las 30 que acuden y llevan los trabajos desde su formación. Se puede entender que esas 30 personas te vean como una persona extraña o incluso como un oportunista (que es más o menos lo que me dijeron). Se puede entender que el mensaje ideado (por alguien extraño)  para el consejo ciudadano se aparte de la visión y la necesidad municipalista de la “parroquia”. Se puede entender que esa persona extraña con una visión no municipalista no va a ser una buena conexión (particular, vip) con su círculo, y que les puede resultar más interesante alguien propiamente del círculo aunque no tenga discurso propio (como de hecho pasó con otro candidato).

Como se puede entender todo esto, se puede entender que no es la mejor fórmula para que se ponga de manifiesto la excelencia, y en cambio sí lo es para que se perpetúen ciertas formas que deberíamos dejar atrás, formas que tratan de esclarecer y evaluar, además, el perfil ideológico más allá de lo establecido por el documento de principios éticos. Cuestiones sobre el posicionamiento en las municipales, por ejemplo, que es opcional e irrelevante, pueden ser letales en medio de esta muerte anunciada. No importa lo que puedas aportar, importa cómo de igual eres a ellos.
Cuando terminó la votación se aplaudieron por “el gran acto de democracia” cuando fue un acto de vergonzoso clientelismo, clientelismo que sin duda se impondrá si no se corrige de raíz. Ellos no lo saben, pero todavía no han accedido a ningún órgano de poder mediante las municipales, tal como aspiran, y ya son casta, otro tipo de casta, o peor, porque pusieron a la misma altura (grado de aceptación) mi candidatura (que adjunto tal como la he presentado en asamblea) a la de una persona poco menos que analfabeta, lo que da idea del grado de recelo.
Esto es un contrasentido también porque los elementos del consejo ciudadano se tienen que alcanzar el aval por ellos mismos y ser ellos, demostrando su altura de miras, los que se encuentren en situación de fiscalizar a los círculos. La única forma de hacer esto es siendo elegidos de forma trasparente por la asamblea, sin intermediarios. Entiendo, además, que para la intermediación territorial ya están los otros 17 miembros.
Este sistema da lugar a una pluralidad condicionada y a una democracia condicionada o amañada, que es la que luego crea susceptibilidades de todo tipo en las bases que quieren participar (el círculo es una cosa y la asamblea otra), pero ven que otros que están en primera fila, ya le han marcado lo que puede ser y lo que no. Y ven que toda la pluralidad y toda la democracia se resume a lo que marca esa infinidad de grupos de 30 miembros (y dentro de ellos 4 o 5) del panorama nacional. 30 personas han decidido mi valía personal como candidato suplantando a 200.000, podrían haber sido 5. El aval entre compromisarios tiene sentido en una proporción 30/1000 votantes, no en 30/200.000, o dicho de otra manera no en 30 sin poder acceder al aval de los otros 199.970.

Las razones son infinitas en todos los órdenes, aunque quizás sólo una persona acostumbrada al discurso filosófico pueda captarlas en su punto justo.
Abandono la deontología para volver a la legalidad de los primeros párrafos, que también debe preservar un código ético: en modo alguno un reglamento puede ir más allá de lo establecido por la ley, sólo instrumentalizar lo que allí se dice. No es el caso.
No aspiro a una enmienda porque para hacerla habría que ser valientes, decir digo donde se dijo Diego, y poner las cosas en su sitio. Poner las cosas en su sitio es prescindir de los círculos para este efecto, ya que no se hizo desde el principio o no se le dijo que su función como avalista era testimonial o formal, nunca la de dar cartas de recomendación, que recuerdan a otros capítulos de nuestra historia.


Seguramente esto no sirva, pero no importa, estoy acostumbrado a hacer cosas que no sirven, y aquí estoy.
 
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