Tal vez haya llegado el momento de presentar la obra de una
forma global, es decir, presentarla en su conjunto mediante un índice que muestre lo que hemos
realizado hasta ahora y lo que queda por exponer. Éste se podría haber presentado
desde el principio pero no está mal hacerlo ahora por varias razones. Una de
ellas es que se separa o diferencia con este acto lo que en sí mismo está
diferenciado, los elementos de la teoría social (efecto transistor, inversión
social, principios de verdad) de su posible aplicación en la sociedad, y la
consecuente transformación de la sociedad en otra que denominamos Sociedad Inversa: en este caso, una
cosa sería los fundamentos de la Sociedad Inversa (ya vistos), y otra, la
propia Sociedad Inversa como desarrollo o expresión práctica de esos
fundamentos. De este modo además –y esa es otra razón–, no sólo se ha separado
sino que se ha velado u ocultado el resto de los contenidos en tanto se
ponderaba la problemática principal y los fundamentos teóricos del modelo.
Es ahora, por tanto, cuando parece interesante estructurar el
contenido, diversificarlo y representarlo en los diferentes ámbitos de la
sociedad (político, judicial, educacional) para que quede perfectamente
constatado en los mismos el carácter sistémico de las distintas disfunciones y
la obligación de aplicar un determinado tipo de solución. Otra fase o
pretensión tendría que venir expresada mediante alguna clase de programa
político o la concreción del ideario en propuestas, y, antes de eso, en un
verdadero análisis (que en parte ya hemos hecho, y haremos) que esclarezca qué
es lo que se necesita para conseguir que las ideas se conviertan en motores de
transformación social o den lugar a esa transformación social, y qué cosas no
sirven, desvirtúan o nos apartan. No nos cansaremos de decir que las
transformaciones tienen que ser posibles además de deseables, y que para esto
tenemos que dibujar irremediablemente todo un escenario de plausibilidad, que
no es otro que el modelo teórico establecido.
El índice es un índice aproximado que está sujeto a cambios en función del formato, o la variación de algunos de los contenidos o incorporación de otros nuevos, si bien es cierto que a priori se pretende respetar (hasta el momento se ha hecho) la obra original, registrada, tras dos años de elaboración, unos días antes del 15-M.
Se pretende significar con esto que el cuerpo teórico de la
obra no es consecuencia de este fenómeno social o ideado ad hoc (todos los
comentarios coyunturales o asociados al 15-M se han introducido mediante posts),
sino que ha nutrido directamente de los acontecimientos y de la misma inquietud
que dio finalmente con el movimiento social, y de esa otra inquietud que
siempre está presente en los movimientos anticapitalistas y en su literatura,
que no ven en esos acontecimientos sino la confirmación definitiva de sus
tesis, de las que participamos una vez superados ciertos umbrales.
[Nosotros participamos de la inquietud y de la tesis en algunos de sus
planos de entendimiento, no siendo así en otros por comprender que no se trata
o se debe tratar de la confrontación de dos realidades (el dolor y la exclusión
llevan a la confrontación) sino de una desregulación cuasi-patológica y
perniciosa de esas dos fuerzas o tendencias, de la sociedad (economía) y de sus
elementos (la avaricia de los mismos, la competencia voraz, etc.), y la
necesaria regulación mediante un factor clave de intermediación.]
Con el deseo de que la obra esté completa, se incluye además el prólogo de la misma que recoge, anticipa y justifica –como es lógico– todo su sentir, y que inicialmente se omitió por entender que ya se daba una visión inicial suficiente y más pertinente mediante otros contenidos (Manifiesto).
Prólogo
Con las crisis económicas se pone
de manifiesto que las dinámicas sociales se saturan hasta que se hacen
insostenibles y que las mismas se producen, las más de las veces, por nuestros
excesos, lo que no deja de constituirse como una buena oportunidad, si es que
la tenemos, de hacer las cosas de forma diferente. También se pone de
manifiesto lo que ya de una forma u otra sabíamos, que el modelo socioeconómico
se desarrolla en un continuado equilibrio inestable, proclive a caer o derivar
a otro despoblado de los elementos de bienestar que le caracterizan. Con la Gran Depresión del
29 pasó algo similar a esto y se puso de relieve que el mercado solo no podía
regular la economía, y que se precisaba la intervención del Estado y la
implantación de un sistema de economía mixta (incorporando los elementos
teóricos de la escuela keynesiana), donde se redistribuyera la riqueza y se
potenciara la inversión pública, al que incluso algunas corrientes marxistas se
adscribieron, estableciéndose una bisagra entre dos mundos en confrontación. La
cuestión capital para las diferentes economías ha sido dónde establecer ese
punto intermedio y, ahora, con la nueva crisis, si es suficiente con establecer
un nuevo punto de equilibrio o, por el contrario, reformular el sistema
económico y encontrar uno nuevo. En la primera fase de esta crisis todo parecía
indicar que se precisaba ahondar en esta estrategia y establecer un nuevo
cinturón de seguridad, yendo encaminadas las primeras acciones a una regulación
más férrea del sistema financiero, pero un rebrote más fuerte ha puesto de
manifiesto que o bien son insuficientes o bien son capaces de generar
reacciones en los agentes económicos, ya sean de forma natural o perpetrada, y
en la economía real —cambios en ésta y en su marco jurídico—, sobre la que los
dirigentes políticos no disponen de ninguna capacidad de maniobra más allá de
la manipulación de las variables conocidas, destinadas a la contención de la
precariedad y el deterioro, o del ajuste de los marcos legales solicitados. El
resultado ha sido, ante un intento de intervención, un intento de supresión de
la legislación vigente allí donde existe (Europa, puesto que Estados Unidos
tiene una legislación flexible), y así, después de rentabilizar la ausencia de
normativa de China y resto de países en vías de desarrollo o subdesarrollo,
abordar, por acción o reacción y bajo el paraguas de la necesariedad (definida
como una necesidad estructural), la acomodación de la legislación a ésta forma
más competitiva (barata) y con menos servidumbres empresariales. De lo que se
puede deducir que (en esta crisis, contrariamente a la anterior, y ya para
cualquier otra) cualquier intento de intervención sobre la economía puede tener
un coste social, y que es, incluso sin mediar esta intervención-provocación,
relativamente sencillo, mediante movimientos especulativos, romper el
equilibrio y alcanzar otro de más bajo nivel, porque es relativamente sencillo
eliminar el valor añadido de la economía, esa parte artificial, y llevarla a
otra más cercana a la subsistencia y, con ella, por una simple dependencia de
la riqueza, de todos los elementos de bienestar afines, esto es, el inicio de
un proceso de revisión social para establecer unas condiciones óptimas de
funcionamiento para el sistema de producción, libre de toda intervención:
pensiones, regulación laboral (facilidades para la contratación y despido,
implantación de la jornada laboral in-extensiva, etc.), y libre de toda
resistencia: ni analistas ni políticos tienen nada que decir respecto a las
consecuencias de la falta de recursos (de la necesidad como argumento).
Toda crisis económica viene
acompañada en realidad de una transformación social precedente y otra
subsecuente, existe de hecho una relación entre las relaciones sociales y las
económicas, ya puesta de manifiesto por el marxismo —que nosotros trataremos de
elevar—, por la que las crisis implican cambios sociales y culturales sin los
cuales no se entienden y sin cuyo entendimiento no se pueden enmendar. Pero en
este caso, tan importantes son las causas sociales que acompañan a la crisis
económica como la crisis económica como tal, o más, pues comportan parejamente
una crisis social y una variación regresiva en las relaciones de producción (o
de la propiedad de los medios de producción), y otra cultural que la permite,
avala o propicia, que define claramente nuestro modelo social y que hace
imposible cualquier freno y oposición, y deja el devenir, frente a todos los
cambios, como un movimiento inercial, al menos, respecto a los adquirientes de
las servidumbres. Esto impide que la solución pueda estar fundamentada en
alguna corrección técnica o política, y lo deba estar en un cambio cultural
profundo, en nuestra forma de concebir las cosas como individuos y ya en
conjunto como sociedad; y como sociedad, ser, por una vez en la Historia, protagonistas
de nuestro destino. Por esto, la crisis actual no es una crisis más y es, como
un repunte de temperatura frente al cambio climático, una muestra de un
problema mayor que, como a ese otro, o se le pone solución y se reconduce, o en
el plazo de cien años estaremos acabados como civilización (como cultura); o
seremos una totalmente irreconocible y sujeta a todos los factores ambientales
(sociales) que se quieran imponer. Y no es una crisis más porque, a diferencia
de la crisis anterior, no existe modelo alternativo, es decir, no existe
ninguna doctrina económica que ponga de manifiesto las deficiencias de ésta,
explique esta repentina falta de recursos y establezca un camino alternativo
que la neutralice. Los dirigentes políticos, como consecuencia, no disponen de
ninguna idea o fórmula correctora, solución mágica, salvo la de plegarse a la
recesión y a lo que, en virtud de la misma, establezcan para salir de ella,
como condición sine qua non, los agentes sociales o por decirlo mejor, los
motores económicos, que de este modo se configuran en un nuevo poder no ya
económico, que lo era, sino político, y con él, y como suele ser habitual, unas
nuevas relaciones de producción como una nueva forma o estadio del desarrollo,
en tanto que aquéllos se muestran como unos necios inoperantes o ignorantes.
Por motivo de la crisis, se presentan, por tanto, no uno ni dos, sino tres
problemas, el primero salir de la crisis, el segundo, no ya sólo para cada
gobierno sino para toda la socialdemocracia europea, inventar un nuevo modelo
social pues todo aquello que lo representaba se ha presentado como inviable o
suprimible, el tercero hacerlo creíble: ¿cómo liderar un cambio social
perecedero?, ya sea mediante la acción política o la sindical, ¿cómo justificar
la reivindicación de lo arrebatado?; y son tres grandes problemas porque no es
posible un nuevo modelo económico sobre la arquitectura precedente, por lo
mismo que no es posible establecer entre dos puntos (asociados a una u otra
política de intervención) otra cosa que un punto intermedio.
Los modelos económicos actuales
explican o interpretan los sistemas mediante conceptos de alto nivel (las
llamadas magnitudes macroeconómicas, y afines) pero no pueden dar cuenta de
toda la casuística posible porque escapa de sus pretensiones, posibilidades de estudio
y lenguaje (por esto nadie puede anticipar el comportamiento). Este lenguaje de
alto nivel alejado de una realidad subyacente más primordial es el causante de
que no haya una relación causa-efecto clara entre determinados sucesos y sus
acciones. En los modelos actuales las soluciones se corresponden con los
problemas en clave de Sol, por lo que la cuestión es pasar a clave de Fa, o
forma de relación biunívoca e inapelable. Un nuevo modelo debe entender bien
las relaciones económicas y superar su lenguaje, es decir, establecerse como
modelo meta-económico: un esquema. Para alcanzarlo tenemos que bajar de nivel y
darnos cuenta de que los sistemas socioeconómicos son antes que nada sistemas
(y que este hecho condiciona el comportamiento y lo limita), que como tales
operan, o pueden hacerlo, en fases de inestabilidad que le son propias, que, de
otra forma (la actual), sólo se pueden explicar por la evidencia y relato de
los hechos. Nosotros erigiremos nuestro esquema de funcionamiento del sistema
sobre el principio de bipolaridad —o de constitución de dos polos o
polaridades— mediante el que estableceremos un estudio analítico del
crecimiento, el devenir histórico y el desarrollo de las sociedades, poniendo
en evidencia sus fallas y sus debilidades sistémicas y la necesidad de alcanzar
otra fórmula de desarrollo social, dado que ésta camina hacia el agotamiento o
hacia formas degeneradas impulsadas y amplificadas, sin duda, por factores
exógenos como los demográficos, energéticos, y otros connaturales al propio
desarrollo como son la dispersión educativa o la globalización, que nosotros
tomaremos —todos ellos—como simples mediadores genéricos o elementos de
intermediación. Nuestro esquema se basará, por tanto, en dos polos y en un
elemento de regulación que nos permitirá estudiar los cambios de situación o
estados respecto de los primeros, esto es, las transiciones posibles o
imposibles entre dichos estados, y en virtud de qué, que llevados a los
sistemas concretos nos permitirá saber finalmente a qué obedecen y cuáles son
las fórmulas naturales de desarrollo o evolución, y las de corrección. Pero,
inicialmente, y sobre esta base, determinaremos una cuestión capital, y que lo
es porque su solución o apreciación particular es la justificación última de la
necesidad o no de algún tipo de transformación social: si verdaderamente, a
pesar del aparente desarrollo técnico y social, la sociedad sigue un movimiento
ascendente respecto a la altura social, o no, es decir, si ambos desarrollos
han seguido y siguen un mismo movimiento o, por el contrario, si se ha
producido algún punto de inflexión, y, en su caso, debido a qué causas, y, más
aún, si éstas son producto de un proceso natural o promovidas, que es tanto
como saber si tenemos que preocuparnos por las citadas crisis o, por el
contrario, podemos incluirlas —contra la tendencia a diferenciarlas o sentirlas
especiales, y nuestra propia manifestación— como partes no tan relevantes
(ciclos) de un proceso más general que avanza en una clara dirección de
progreso.
Nuestro estudio permitirá analizar
todo esto y, posteriormente —revalidándonos en nuestra tesis inicial—, establecer
un modelo social alternativo (La Sociedad Inversa) sobre el citado esquema y sobre
dos condiciones iniciales e imprescindibles de higiene social y política: la
inversión social (o estructuración social eficiente), y los principios de verdad, como nuevo
principio de civilidad.
ÍNDICE
|
|
Prólogo
|
2
|
El Principio de bipolaridad
|
6
|
I.
El efecto transistor
|
10
|
A.
El transistor, tal cual
|
11
|
B.
El efecto transistor y los sistemas económicos
|
16
|
C.
Modos de funcionamiento y condiciones iniciales
|
21
|
II.
El hombre bipolar
|
22
|
III.
Bipolaridad del poder político
|
28
|
A.
La bipolaridad y la lucha de clases
|
29
|
B.
La lucha de clases y la Historia
|
32
|
IV.
Crecimiento y desarrollo
|
39
|
A.
La calidad de la ocupación (desarrollo y servidumbre)
|
39
|
B.
Ecuación de desarrollo
|
42
|
1.
Genealogía de la proporcionalidad directa
|
44
|
2.
Genealogía de la proporcionalidad inversa
|
47
|
C.
De hecho accidental a hecho causal
|
56
|
D.
Hacia unas nuevas relaciones de producción
|
58
|
E.
Límite del proceso de inversión
|
61
|
V.
Desarrollo y crecimiento
|
|
A.
Sobre la regulación y la redistribución
|
71
|
B.
El flujo continuo: la redistribución como necesidad
|
74
|
C.
Principio de competencia (un poco más cerca de las causas)
|
78
|
Principios de verdad
|
82
|
I.
El juicio cierto en el discurso
|
82
|
A.
El discurso en la vida pública
|
84
|
II.
Los juicios del alma: los principios
|
84
|
A.
Metacategorías individuales y universales
|
87
|
B.
Principios de verdad
|
89
|
C.
Principios, verdad y jerarquías
|
93
|
III.
Principios y el efecto transistor: la desintegración social
|
95
|
A.
Despolarización política: los principios y la judicialización de la vida
|
96
|
B.
Bipoaridad socioeconómica: la arquitectura familiar
|
104
|
C.
El principio de verdad o el retorno a la esencialidad
|
113
|
Inversión social
|
116
|
I.
Principio de incompetencia
|
116
|
II.
Sobre la eficacia
|
118
|
A.
La ineficacia política como paradigma
|
120
|
B.
La eficacia: competencia ejecutiva
|
121
|
C.
La eficacia competencia operacional
|
124
|
D.
Ineficacia y bipolaridad
|
129
|
LA SOCIEDAD INVERSA
|
131
|
I.
El principio de verdad y la bipolaridad política
|
131
|
A.
Sobre el derecho de los pueblos a ser diferentes
|
132
|
B.
Sobre el derecho de las gentes a ser iguales
|
134
|
C.
Sobre el derecho a ser igual y diferente
|
135
|
II.
El principio de verdad y la acción política
|
137
|
A.
La relativización de la acción
|
137
|
B.
Más allá de la arbitrariedad
|
141
|
C.
La arbitrariedad estructurada: la corrupción y el entramado político
|
142
|
D.
El grupo y su acción
|
148
|
E.
El poder político como necesidad
|
153
|
III.
El principio de verdad y el hecho jurídico: retrato de nuestro sistema
judicial
|
160
|
A.
La ley y la razón teórica
|
161
|
B.
La ley y la razón práctica
|
163
|
C.
El principio: lo justo, consistente y completo
|
167
|
IV.
Retrato de nuestro sistema educativo
|
171
|
A.
Sobre los “Objetivos para la década 2010-2020”
|
173
|
B.
Sobre el ejercicio de la autoridad y el control
|
177
|
C.
El verdadero control de la enseñanza
|
183
|
D.
De la especialización a la descoordinación
|
190
|
E.
Las líneas maestras
|
195
|
V.
Inversión social-Sociedad inversa
|
202
|
A.
Los fundamentos de nuestra realidad social
|
203
|
B.
La ocupación en la Sociedad Inversa
|
207
|
C.
La inversión (o la eficacia social)
|
211
|
D.
Hacia la sociedad del conocimiento
|
211
|
E.
Sobre argumentos de viabilidad y sostenibilidad
|
221
|
F.
Viabilidad económica
|
225
|
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Posterior | |
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