En la matemática tenemos
el aporte del espacio y el tiempo para alcanzar nuestro conocimiento, en la
física tenemos las categorías para el mismo fin. Ambos se comportan como principios. En la metafísica
también disponemos de principios (ser, mundo, dios) pero resultan ser
trascendente y por tanto inútiles como esquema del conocimiento. Debido a esto
necesitamos y tenemos otros principios no trascendentes para los juicios
humanísticos y para una forma de metaconocimiento. De forma análoga podemos
decir que en correspondencia a las categorías tenemos un repertorio de
metacategorías o conceptos puros del metaconocimiento. Estas metcategorías
definen como síntesis otro tipo de principios.
Las metacategorías están en
contacto con el mundo por lo que se ven alteradas y redefinen constantemente a
los principios, los principios no sólo dependen de las metacategorias (lo que
soy) sino lo que quiero llegar a ser por lo que alteran y condicionan a éstas.
Es decir, existe una constante contradicción entre los principios y las
metacategorías y entre éstas y el mundo, sobre el que podemos definir unas
metacategorías universales o forma de entenderse el mundo a sí mismo.
Para las metacategorías universales
no existen principios universales (o verdad reconocida) porque no hay un
sentido interno capaz de realizar la síntesis, pero sí podemos asociarles unos
principios de verdad: no es verdad reconocida pero casi, no son principios pero
son principios potenciales. El principio
de verdad se compone por ese conjunto de cosas que la sociedad quiere que
sea de una determinada forma. Ser de una determinada forma implica un conjunto
de deberes y consecuentemente a una jerarquía entre los mismos, lo que implica
establecer una jerarquía natural entre los diferentes principios de verdad que
fundamentan esos deberes.
La edificación social de las
sociedades sobre unos principios de verdad o sobre otros que no lo son
(pseudoprincipios) y la diferentes jerarquías (la natural y otras) da lugar a
los diferentes tipos de sociedades.[SIGUE]