Una vez centrado el problema y
nuestro esquema de trabajo sobre el principio de bipolaridad y el efecto
transistor vamos a desarrollar una solución o cuando menos un avance a través
de su compresión. En particular estableceremos elementos de ruptura de la
situación actual desde una concepción diferente de la distribución y de la necesidad de la redistribución: la redistribución
no sólo garantiza el bienestar sino la pervivencia del sistema o, lo que es lo
mismo, el mantenimiento de un flujo amplio entre los polos y el mantenimiento
de un valor óptimo de polaridad.
La redistribución, por tanto, lejos
de ser una cuestión que enfrenta a los polos y los separa, y lejos de ser una
cuestión de caridad social, será una cuestión de pervivencia del propio sistema
o de su viabilidad, y más concretamente un mecanismo de ajuste entre dos
situaciones extremas, esas que vienen representadas por dos segmentos sociales,
por dos facciones ideológicas, por dos necesidades en clara confrontación.
A primera vista parece que la
redistribución anula la bipolaridad y por tanto toda posibilidad de
crecimiento. Ahí está el verdadero elemento de confrontación. Pero, ¿es
necesaria una gran bipolaridad para que haya flujo y crecimiento? En realidad no.
De una parte, gran parte de la bipolaridad
actual es superflua o innecesaria pues no está pensada para el desarrollo de
las sociedades sino para la acumulación de una riqueza que posteriormente no se
emplea de ninguna forma. Cuando digo de ninguna forma quiero decir que no sólo
no se aplica al sustrato social sino que es independiente del mismo para su
generación y desarrollo, en cuanto que se realiza mediante procesos mecanizados,
por lo que no se aplica para la empleabilidad. La pregunta es inmediata, ¿Qué hacemos
con el 99% de la población cuando se produzca todo lo que necesitamos con el
1%? ¿Es viable un sistema en el que sólo produzca el 1%, y, por tanto, en el que
sólo consuma el mismo? Parece evidente que no y que la inclusión en la cadena
de consumo de ese 99% mediante la redistribución de la riqueza es necesaria
para pervivencia del sistema señalada.
De otra parte, gran parte de esa fuerza se diluye, en lo que
podemos definir como resistencias del sistema, por lo que sólo se precisa un
grado de bipolaridad escogido y minimizar las resistencias para garantizar un
funcionamiento sostenible, esto es, sólo necesitamos redistribuir
convenientemente la riqueza para que ésta esté donde se precisa, lo que en sí
mismo conlleva la supresión de un gran número de todas estas resistencias
sociales; además de modificar la estructura social (inversión social) y la
política (principio de verdad) con este mismo fin, lo que redunda además en una
mayor eficiencia de todo el aparato social.
Se trata de establecer un orden
y una higiene en el sistema socioeconómico y político, ajustando en ambos casos
el grado justo de bipolaridad, mediante estos mecanismos y mediante el ajuste
de lo que ha venido a ser su motor: el principio de competencia.
Podemos afirmar taxativamente
que esta sociedad se ha regido por el principio de competencia, que ha dado
lugar a una gran bipolaridad, pero que en este estadio social su funcionalidad
es más que cuestionable, y que es precisa su modificación o transformación en
otro más acorde con los tiempos y más útil.
En particular, se trata de
modificar el principio de competencia de los competidores al principio de
competencia de los competentes, que lleva a la plena ocupación de las personas según
su cualificación sin que medien criterios adulterados de oportunidad, y a que
la sociedad se beneficie tanto socialmente como económicamente de ellas.[SIGUE]