Tanto el gobierno socialista
anterior como éste han demostrado ser unos ineptos. Son unos ineptos porque no
son capaces de vislumbrar (no predecir) mínimamente una solución, son unos
ineptos porque no tienen una formación (dígase económica, humanística, etc.) como
para comprender las situaciones que se dan, y son unos ineptos porque en virtud
de esa ignorancia, y la ignorancia –aunque bien guarnecida académicamente– de
los que le rodean, son incapaces de predecir si las medidas que toman surtirán
o no efecto, por lo que estamos a manos de la suerte, del devenir.
La pregunta es, ¿si estamos a
manos de la suerte, para qué carajo los necesitamos?
Pero sobre todo son unos ignorantes
profundos porque no saben ver que el modelo éste en el que estamos inmersos, el
neoliberalismo a ultranza, es un modelo que tiene una falla innegable, para la
que no tiene solución el propio modelo, por lo que es incompleto.
Si en vez de ser tan ignorantes,
fuesen un poco más listos y estuviesen un poco mejor documentados, sabrían que
los sistemas incompletos –como ocurre con los sistemas matemáticos– son
incompletos y que no sirve darles vueltas, sólo añadirle una condición más.
Ellos no hacen esto, ellos se
empeñan en aplicar la tal medida que surtió efecto en la tal situación, según
les contaron en alguno de sus masters, sin comprender la diferencia entre una
variable de modelo económico más o menos ajustables y aquellas otras
independientes o sistémicas para las que el
sistema no nos brinda mecanismos de regulación.
En este caso estamos ante un
sistema que no pone ninguna condición frente al capital, frente a esa reserva
de dinero, que la tengan unos u otros representa la acumulación en su forma
imperecedera del trabajo y el esfuerzo hecho por las sociedades. ¿Ustedes saben
que ocurre si ese reservorio no se aplica o se va a otro lado?: que vamos
camino de la economía de subsistencia. En esa estamos.
Aquí estamos, por tanto, respecto
de los modelos económicos habidos, entre uno que no salía de la subsistencia y
otro que nos lleva a ella (y a la esclavitud) cada vez que le da la gana o se
pone de manifiesto una falta de previsión. ¿Qué hacer?
Es evidente que hace falta un
plan nacional o internacional, no para el empleo (a pesar de estos más de seis
millones de parados) sino para establecer ese nuevo e ineludible mecanismo de
regulación, que nos lleve definitivamente a otras capacidades de control del
sistema, y con ello a un
nuevo orden social.
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