Crecimiento y desarrollo
En la última aportación a la Teoría social nos preguntamos qué cosas se pueden cambiar en esta sociedad por quiénes y en virtud de qué, y si, en consecuencia, es posible algún impulso social que, en caso de necesidad, nos saque (para esto ha sido cada revolución) del sistema establecido y nos lleve a otro distinto (mejor), por lo que, de otra parte, resulta pertinente preguntarnos, de acuerdo con el marco actual, si es necesario ya ese impulso o incluso si está en marcha y qué evolución cabe esperar de él.
Esto nos lleva a la cuestión de qué sistema social es mejor
que otro y en base a qué.
(La cuestión no debería surgir o ser una consecuencia del
planteamiento inicial sino que debería ser anterior a cualquier planteamiento o
propósito social porque si no se parte de esta premisa toda vale como opción, y
vale como opción —tal como está ocurriendo—cualquier interés o inercia social.)
Aquí nos proponemos responder a estas preguntas e introducir
en el discurso algunos elementos objetivos, caracterizando —como primera
aproximación— el bienestar y el desarrollo mediante la calidad de la ocupación
(cuestión sospechosamente olvidada o ignorada), para establecer finalmente una
dependencia entre dicho bienestar (el desarrollo social, propiamente dicho) y
el crecimiento económico.
Esta dependencia vendrá dada por una ecuación de desarrollo
que representa un estudio analítico del crecimiento y el desarrollo, totalmente
coherente o compatible con la evolución de la curva característica vista en el efecto transistor, y fiel reflejo —en
consecuencia— de toda una casuística de comportamientos socioeconómicos, en
particular de los puestos en juego en las crisis de superproducción y en los
procesos de regresión social en que derivan éstas. Este estudio es esencial en
nuestro tratamiento teórico porque es el que nos permitirá comprender el
comportamiento coyunturalmente antagónico (en algún sentido de una
coyunturalidad ancestral) de estos dos aspectos de la evolución, que finalmente
podremos resolver en el bloque siguiente (Desarrollo y crecimiento), donde se
pondrán de manifiesto los vicios y contradicciones sistémicas, y su posible
solución.
La ecuación de desarrollo explica los diferentes marcos
históricos, las tensiones puestas en juego en las diferentes revoluciones, y
las tensiones puestas en juego en la actualidad, esto es, da cuenta de quién, y
por qué, está estableciendo unas nuevas relaciones de producción, y,
propiciando e impulsando un proceso de bipolarización social, que además se
presenta como ineludible por llevar aparejado toda una transformación cultural,
es decir, toda una manera de concebir las cosas (en base a lo que las cosas son
por sí mismas).
La bipolarización social da lugar a su bipartición, que no
es otra cosa que la destrucción de la clase media, su degradación social y el
establecimiento consecuente de dos grandes grupos sociales de muy distintas
posibilidades, una que lo puede todo y otra que se ve sujeta cada vez más a
condiciones laborales y personales más deprimentes, tanto en los sectores
empresariales debilitados por la propia ley de mercado como en aquéllos para
los que el deterioro sólo representa la posibilidad de poner en marcha una
ambición vieja: un esquema de funcionamiento socioeconómico más útil y acorde a
unas pretensiones diseñadas a largo plazo; en definitiva, el establecimiento de
unas relaciones de producción y de toda una serie de acciones motivadas a tal
efecto.
Existen razones objetivas como son la propia saturación del
sistema y el desarrollo que aconsejan el incremento de la bipolaridad o la
hacen necesaria, y existen razones subjetivas o cuestiones de oportunidad: la
que brinda ahora el avance tecnológico y posibilita al capital desembarazarse
de la servidumbre del conocimiento, esto es, de la ubicación dispersa del mismo
en la masa social; lo que no es sino una parte de un proceso más general de
estandarización que permite tomar como indistinguible a toda la masa humana
como masa laboral. En esto consiste la aludida transformación cultural puesta
en marcha desde el renacimiento con la dignificación del dinero y el trabajo,
posteriormente en el siglo XX con la incorporación de la mujer al mundo laboral
y que ahora incorpora nuevos mecanismos
(ya se verá), que lo son de desespecialización y desestructuración social.
Estas circunstancias hacen de este proceso un proceso de
revolución contrario al que se había venido dando, un proceso que se presenta
sin oposición real, pues se da por un poder que no tiene un contrapoder claro,
y que no parece tener límite, que
presenta unas capacidades de sometimiento inusuales, y ya olvidadas, porque
presenta una independencia casi total a la fuerza del trabajo, mientras que la
dependencia del trabajador al mismo (a su escasez), y al que lo promueve, va en
aumento, lo que no puede derivar nada más que en formas modernas de esclavismo.
1- Crecimiento y desarrollo (7ª entrega)
Resumen. La
precariedad y el paro hacen que hablemos de ocupación y que ni por un asomo lo
hagamos de la calidad de la ocupación. La precariedad hace que queramos estar
ocupados a cualquier precio, de cualquier modo, que esa ocupación sea sinónimo
de “oportunidades” y que no quepa otra posibilidad ni ningún cuestionamiento,
ni reparemos hasta que punto esta forma de vida se aparta de nuestras posibilidades
de estar y se emplean en cambio otras formas de estar que se presentan como
inevitables, y que como tal se asumen; y se asume como parte de un proceso
natural (parte de la vida o castigo divino) toda degradación, toda ocupación
estéril, abusiva o infame.
No sólo nos
referimos a la ocupación laboral sino a las posibilidades de ocuparnos en la
vida satisfactoriamente o las de poder estar felizmente desocupados. Esto es lo
que debería procurar el desarrollo social elevado y lo que ha querido el hombre
desde siempre para sí (o debería querer), y lo que no alcanza en tanto se
interponen toda clase de contratiempos y servidumbres.
En la 7ª entrega, en ese intento
más general de caracterizar nuestra altura social, la relación entre
crecimiento y desarrollo, y de identificar en qué puede ser mejorado nuestro
sistema social, abordamos la calidad de
la ocupación como primera medida de
nuestro grado de bienestar o idea que —si bien en algún modo puede ser
subjetiva— puede dar cuenta de él, porque puede dar cuenta de hasta qué punto
está el sistema orientado a la necesidad (que se trata de satisfacer de
cualquier forma) o a todo aquello que se puede realizar con la necesidad
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