Buscando un símil bastante doméstico, podemos decir que nuestro sistema social es un ordenador con el Hw estropeado (requisitos mínimos en la arquitectura económica que permitan un funcionamiento estable), el Sw deficiente (marcos jurídicos y políticos), manipulado por un operador torpe (clase política). Parece claro que primero hay que cambiar lo primero, luego mejorar lo segundo, para finalmente reemplazar si es posible lo tercero, y que el Sw solo no puede mejorar el rendimiento del Hw si éste está fatalmente deteriorado (cuestión que hay que determinar).
Empecemos pues con lo primero. La idea es simple. No nos
gusta la realidad, pues cambiémosla, pero hagámoslo como únicamente se puede
cambiar la realidad. No es una cuestión de ser duros o aguerridos, es cuestión
de ser inteligentes, de desarrollar una inteligencia social o, lo que es igual,
de establecer una pedagogía de la subversión o
aprendizaje de la estrategia que la hace posible. Esa idea simple tiene que
estar amparada por el sentido común y esto sólo se logra cuando lo que se
persigue es necesario, posible, y no está contaminado de otras cuestiones
(memeces) o cosas inservibles y contraproducentes.
Como se puede advertir, esto exige un estudio serio de
nuestras posibilidades. En efecto, hay cuestiones que no podemos cambiar aunque
queramos, ni nadie puede, porque su sustitución exige un cierto orden de
intercambio una cierta metodología, y esto porque la propia arquitectura lo
impide (la realidad). El devenir histórico es la historia de la concreción de
las cosas posibles. Los sistemas físicos como los sistemas sociales, como un
mecano, se montan en un orden o secuencia clara de hechos, eventos o movimientos,
y se desmontan en otro (el inverso). Alterar ese orden es romper el mecanismo.
De otra parte, hay otras cuestiones sujetas a la decisión
política o determinación entre derechos o males de diferente orden (males y
males peores). Ser capaces de decir lo que queremos es ser capaces de decidir
sobre estas cuestiones.
No ser consciente de estas dos cuestiones o no contemplarlas
en el análisis es vivir en otro mundo. El
sistema representativo puede ser erróneo porque puede ser interesado, pero la
decisión directa puede ser igualmente interesada y, además, insensata, toda la
insensatez que puede desprenderse del desconocimiento de las cosas (la
ignorancia es atrevida).
Sustituir el poder político es quitar el vigente para poner
otro que tome las decisiones del anterior con algún (otro) fundamento o con un
mandato: tenemos que dar ese fundamento o ese mandato. Esa es la decisión que
tenemos que tomar (si somos capaces) y es la que en cierto sentido tomamos
aunque de forma indefinida cuando salimos a la calle. La cuestión es que
tenemos que salir a la calle con la decisión tomada y no con un criterio
dispar, ambiguo, indefinido, y para eso hay que tomarla. Vamos a tomarla.
¿Sobre qué cuestión? Como dijimos sobre lo primero expuesto,
que se concreta en la Deuda, esto es, en el problema financiero que nos está
arruinando.
El dilema es pagar o no pagar; y sus consecuencias. Nos
estamos centrando en el problema, y la cuestión es resolverlo, establecer los
imperativos sociales pertinentes, y acabar con esta angustia social estúpida. Vamos
a ello.
Si el pago de la Deuda está ocasionando este destrozo sólo
caben tres opciones: someternos y pagarla, intentando alcanzar mediante
presiones políticas posiciones financieras más razonables y asequibles; no
someternos y no pagarla en tanto no cambien dichas posiciones financieras,
intentando establecer mediante presiones sociales un cambio real y una acción
efectiva de las acciones y posibilidades políticas de la Unión Europea ; no someternos y
no pagarla, sin paliativos, esto es, negarnos a pagarla por
entender que la sociedad no es responsable y no se puede hacer solidaria con
ese cargo.
La primera (mismo Hw local-la placa base) deja el sistema a
su suerte, a lo que quiera evolucionar y cómo (a un nuevo equilibrio o al
desequilibrio final). La segunda equivale a un “Rodea el Parlamento
europeo”, es decir, a dirigir la presión social hacia los que verdaderamente
tienen la acción política (sobre el Hw europeo que no está irremisiblemente
dañado). La tercera es cambiar un marco económico por otro, (un Hw local por
otro) lo que supone quedar en suspenso durante el intercambio y esperar que los
programas se adapten al él.
Es decir, que frente a la posibilidad de aventurarnos a
poder pagar o no la deuda, con todos los sacrificios que supone, está la de
deshacernos de los 30 mil millones de euros de gastos de financiación (3.5% del
PIB) con dos diferente perspectivas, una la de forzar la transformación del
marco político europeo (aplicación rápida de las medidas que sabemos que sirven)
con la amenaza real de irnos del Euro, y otra con la ejecución real de esa
amenaza o la salida forzada, con todas las repercusiones económicas asociadas,
decremento de PIB (seguramente superior a ese 3.5%) y descrédito.
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