Desde esta página se está reclamando
constantemente la necesidad de posicionarse respecto a algunas cuestiones
fundamentales. ¿Por qué?, porque no basta con decir qué es lo que queremos sino también qué estamos dispuestos a aceptar
o desechar para lograrlo. Son muchas las cuestiones, pero esto puede ser el
caso de lo referido en el principio de bipolaridad o aceptación de dos
realidades; que no queremos esto, pues bien, ya tenemos un lio frente a esta
cuestión, y una división, los que sí y los que no. Esto es lo que ocurre con la
forma de democracia, si representativa o directa, y ha sido el caso en DRY
respecto a aceptar una cierta representatividad, los que sí y los que no, que
ha derivado en división. No cabe duda que la representativa tiene sus
inconvenientes (los que ya sabemos y vemos) pero tampoco cabe duda que la otra
presenta muchos otros que se están poniendo de manifiesto en cada asamblea (y
que crecen de forma exponencial con su número): finalmente siempre es
tendenciosa y manipulable y sometida a ciertas mayorías que no saben de más
razón que la razón de la mayoría; y esto es peligroso.
…Aprendimos
el método científico y tratábamos el comportamiento con la misma asepsia, desde
la lejanía, tratando de encontrar las leyes del comportamiento. El
comportamiento físico, el comportamiento humano, el comportamiento social.
Nosotros también debatíamos sobre la cotización; pero a nuestra manera.
—Es curioso —le decía yo— como la Bolsa
que es la expresión más acendrada del capitalismo puede ser, en cierto sentido,
la forma más extrema de socialismo.
—¿Por qué?
—Porque la socialización de las empresas
que pretende el socialismo la consigue el capitalismo con el cupón-participación,
vamos, con la acción…
¿Dónde estábamos ese día? Uno podría pensar que ésta es
una conversación que va al hilo de la última sección del telediario de
sobremesa. ¿Dónde estábamos ese día? Habíamos subido al refugio de Zabala, en
pleno Macizo Central. Era una estancia abandonada en un lugar abandonado y
nosotros, como dos hormigas en lo alto de una roca de granito, de un granito
inmenso. Era de noche. Allí no había eco pero si gritabas la voz te volvía por
el otro lado. Era sobrecogedor.
—Dista mucho la socialización de los
medios de producción de la repartición del valor de una empresa entre una clase
pudiente que no quiere alcanzar otra cosa que un valor añadido para deshacerse
de ella—me contestó Sonia.
—Si, por ejemplo, esa clase hiciera,
hipotéticamente, valer su opinión, en lo que llamamos asambleas de accionistas —proponía yo—, se constituirían
verdaderamente como una asociación asamblearia en la que cada acción es una
acción, un voto capaz de cambiar el destino o la filosofía de la empresa.
—Esa clase hace valer su opinión en las
asambleas de accionistas —repitió
ella— y cada acción es un voto, y
cada voto una acción encaminada a mejorar la gestión y el beneficio. La forma
de las cosas no importa, al menos en este caso. Reuniones asamblearias ha habido
toda la vida, pero de nada vale votar lo que se quiera con la mano izquierda si
la derecha está en el bolsillo contando las monedas. O, mejor dicho, sí vale de
algo. Sirve para saber que el espíritu de esa asamblea es precisamente ése…
La cuestión es que la forma de una idea no es la idea, y que
la alternativa a esta democracia adulterada (irreal) no puede ser un
asamblearismo sin corazón (que funciona por mayorías simples o simples
mayorías) y sin regulación, esto es, en el que no ha alcanzado el mínimo
ordenamiento exigible para hacerlo efectivo, que deviene en una
representatividad camuflada e ineficiente (al ser camuflada no se coge oficio)
contaminada por el posicionamiento de todo un colectivo deseoso de participar y
contribuir muchas veces desde la desinformación más pasmosa.
La cuestión es, en consecuencia, si queremos una sociedad en
la que tengamos que estar todos sobre todos los temas o queremos otra en la que
el carpintero se dedique a la carpintería, el abogado a la abogacía, el
político a la política, y, en definitiva, el experto de cada área a su área,
muy al margen de que podamos objetar y reclamar (y llevar en algún caso al
tribunal), si finalmente no cumple las expectativas y no resulta ser tal
experto, como podríamos haberlo hecho en las dos nefastas intervenciones de
Solbes como ministro de economía y las más recientes de Rato y Ordoñez en el
caso de Bankia, no estando en lo que hay que estar (éste último tristemente
famoso por meterse en lo que no le importa, esto es, por estar en lo que no
tiene que estar); y en todos los casos de banqueros forrados a pesar de la mala
gestión, y en todos los que se solapan el interés general y el particular[1].
La cuestión es si queremos una cosa u otra porque de una forma nos podemos
equivocar y estar sometidos a los juicios intencionados (y pedir
responsabilidades), pero de la otra nos equivocamos seguro, y estamos expuestos
a la ignorancia y a los juicios sin fundamento.
No basta con ser consciente de los problemas sino que hay
que darles solución, y para ello hay que hacer un alarde de madurez
(experiencia y conocimiento) que sólo en determinados casos puede ser eludida o
superada mediante la reflexión profunda, es decir, mediante el discernir
filosófico que nos lleva a delimitar qué cosa es necesaria o qué cosa es
inevitable o qué cosa inalcanzable, y, con esto, a ahorrarnos mucho trabajo y a
no perder fuerzas en cuestiones inútiles, a no perder esas fuerzas en las
propuestas porque o bien son obvias (y adscritas a la demanda natural), como es
el caso de pedir trabajo para todos, o bien son imposibles o contrarias a otras
demandas o realidades, como es el caso de la renta básica universal, que se
contrapone a la realidad económica o se hace imposible con ella, y en cualquier
caso, son tan pobremente estructuradas... Aquí se pone de manifiesto que cuando
se pide no sólo hay que saber lo que se pide, para no hacerlo, si es imposible
(como niños que le dicen al padre “yo quiero una bici,..”, sin tener
conocimiento de su realidad económica), sino, para, si es posible, hacer junto
con la petición una propuesta.
En nuestro caso para saber esa realidad económica sólo hay
que ver los Presupuestos Generales y otros indicadores, ver cuántos somos
generando ingresos y cuántos recibiendo servicios. Si uno los ve se da cuenta
de que la cuestión del recorte no es una entelequia sino una cuestión que tarde
o temprano tendría que aflorar porque resulta que España, siendo una de las
menos endeudadas, tiene una deuda de aproximadamente dos tercios del PIB, es
decir de dos veces los presupuestado anualmente, con una particularidad, que en
lo presupuestado anualmente no hay margen para amortizar el capital, ni
siquiera los intereses que genera el préstamo, de modo que año tras año se debe
lo mismo más los intereses, y hay que renegociarlo, naturalmente a precio de
mercado; y en esas estamos. No es una cuestión menor, es un escándalo que las
necesidades de financiación de este año se correspondan (aproximadamente) con
los intereses de la deuda y que entre esas necesidades y las amortizaciones de
capital tengamos que pagar este año 2012 186.100 millones de euros que no
tenemos y que se llevan el 10% de lo presupuestado sólo en interés (28.848
millones).
Y digo yo, ¿todos estos requisitos económicos no estaban ya
en los criterios de convergencia del Tratado
de Maastricht de 1992 y se habían alcanzado ya? Pues sí, ahí ya se había
regulado justamente para que esto no ocurriera. Sabiendo todo esto hay que
darle un tirón de orejas al ejecutivo (o llevarlo a la cárcel), que no sabe mantener
sus propios acuerdos, que no sabe administrar el dinero del contribuyente, que
gasta sin ton ni son, que no sabe recortar paso a paso, controlar el gasto
público y el fraude, y ahora hace del recorte una necesidad vital. En efecto,
ahora es una necesidad vital, y siéndolo se hace como se entiende o se
prefiere.
¿Dónde estábamos nosotros? Seguramente gastando, eso es lo
que supimos hacer mientras que pasaba todo esto. Gastaba el jornalero que se
veía con dinero y se compraba una televisión nueva de pantalla plana, dejando a
los tres años la vieja que no era Full Hd (cuando todo el mundo sabe que las
teles se cambian a los veinte años) y gastaba el dueño de las teles en un
flamante BMW o un todoterreno, que era lo que se llevaba. Hay que darle otro
tirón de orejas al ejecutivo que no sabe o no ha querido controlar la deuda
privada (la deuda privada es de más de tres billones y, en particular, la de
las familias, de uno), y al respetable que se piensa que el dinero se fabrica
sin más, y que gestionar lo que generan catorce millones de asegurados (los
diecisiete menos los tres de funcionarios), mucho de ellos de baja contribución
a la seguridad social, para pagar a esos tres millones de funcionaros, los casi
nueve millones de pensiones (bajas, eso sí), y todos los servicios sociales, es
poca cosa. No es poca cosa, y como no lo es no basta con decir, queremos,
queremos, queremos, sino que hay que echar cuentas y darse cuenta que para
tener esta sociedad hay que echar números, hay que hacer algo más, hay que buscar
soluciones; algunas de ellas fuera de la esfera de actuación de un determinado
poder. Soluciones dramáticas cuando la escalada de la prima de riesgo puede
hacer que la deuda sea impagable so pena que se esté dispuesto a engrosarla sin
fin.
Ya he tratado anteriormente el riesgo que hay de caer en una
economía de subsistencia, también he dicho que más que establecer una nueva
Constitución habría que establecer un nuevo modelo de sociedad, pues bien, para
ser exactos, antes de esto, lo que habría que establecer un nuevo modelo
económico (como haremos en La Sociedad
Inversa), es decir la viabilidad económica de las diferentes
transformaciones sociales. Esto no se resuelve a mano alzada, o estableciendo
un decálogo de anhelos (útil en época de bonanza), se resuelve pensando,
pensando mucho. Por ejemplo: ¿existe algún tipo de iniciativa, que pueda ser
ejercida por un gobierno de forma particular, que neutralice el fraude
proveniente de los paraísos fiscales y de las sicav, y que no tenga efectos
secundarios? No he visto ningún comentario que contemple, estudie o planteé
alternativas o establezca un avance de lo que pueda suponer económicamente tal
o cual pretendida medida social. Mucho menos, alguna iniciativa. ¿Esperamos a
lo que nos depare buenamente el porvenir una vez tomadas determinadas
decisiones sociales? ¿No parece más lógico definir qué tipo de sistema económico
es posible, y entonces tomar las decisiones pertinentes o las directrices
precisas? Sí parece más lógico en un mundo que está a punto de cruzar
determinados umbrales (superpoblación, materias primas, agua, etc.), y parece
más lógico además teniendo en cuenta que el dinero es miedoso (ya lo estamos
viendo en Grecia), el de los cien millones, el del BMW y el de la tele plana,
todo el dinero.
Puestos a decir, tenemos dos problemas respecto al dinero:
uno que no lo tenemos y otro que lo tienen otros. Uno nos lleva a la
subsistencia y otro a la dependencia económica, a la regresión social y moral,
que es otro camino más largo para llegar a la subsistencia o incluso a la
miseria. ¿Qué camino cogemos, el largo o el corto?
Renegar de las formas económicas instaladas está bien cuando
se tiene algo que ofrecer. Por lo sabido podemos decir que donde impera esta
forma burguesa, con todos sus vicios, existe crecimiento, que de otra forma no
está presente: no habiendo esa forma de crecimiento ha hay subsistencia e
incluso supervivencia (donde no existe el (99+1)% existe directamente el 100%).
¿Tenemos algo mejor que ofrecer? En esta fase del desarrollo humano no nos
podemos permitir errores ni ningún tipo de soberbia ni urgencia: el camino
corto nos da lo que nos da, el largo nos da tiempo.
En esta fase del desarrollo con los problemas citados
connaturales al mismo, o somos capaces de alcanzar una forma de crecimiento
suficiente en el modelo que queramos implantar o mejor nos estamos quietos,
porque o damos una buena solución o quedamos sin solución. Esto es lo que se
pretende hacer desde aquí, plantear alguna medida económica que sea efectiva y
congruente con el sistema social que queremos instalar, o que representa una
medida higiénica en el actual, y plantear propiamente el sistema social. Y es
lo que haremos en los posts siguientes, además de seguir con la Teoría social y
establecer una Declaración de las pretensiones sociales (orientaciones sociales
asumibles), definir una solución particular a la cuestión de los Mercados, en
tanto surgen medidas políticas de otra índole.
[1] La
iniciativa 15MpaRato va en la línea de lo que estoy diciendo, en la de tratar
por todos los medios que la ineptitud y la despreocupación no queden impunes.
Sería muy interesante que de las primeras cuestiones claras y concretas en las
que se pusiera de manifiesto una forma del poder popular fuera la de conseguir el
establecimiento de determinadas comisiones y la modificación de determinadas
leyes que contemplaran más claramente todo el espectro punitivo adscrita a la
figura del político, lo que daría otro contenido a la fiscalía del Estado o la
posibilidad de ejercer una acción popular, en cuanto que existe el daño
particular; de hecho ese daño ya permitiría al accionariado de Bankia ejercer
esa acción.
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