miércoles, 19 de diciembre de 2012

Resumen de la 8ª entrega de la Teoría social


Necesitamos una evaluación libre de toda de toda sensación o percepción particular, porque, no obstante de todo lo anterior, hay una parte de esto que llamamos desarrollo que parece avanzar y otra que no, y necesitamos resolver si es sí o es no, Necesitamos caracterizar matemáticamente la relación entre el desarrollo y el crecimiento para estar seguros de que efectivamente existe o se da esto que hablamos y determina nuestra percepción.
Matemáticamente, esta determinación se expresa simplemente mediante el concepto de proporcionalidad, que puede ser directa o inversa y que da cuenta, respectivamente de un incremento o decremento de uno de los aspectos cuando el otro se incrementa.
Nosotros encontramos una ecuación de desarrollo que tiene este comportamiento, que es, por otra parte, coincidente totalmente con la curva característica del efecto transistor, lo que nos permite verificar que la realidad obedece a este patrón.
Es decir, por una parte encontramos la tal ecuación de desarrollo que tiene proporcionalidad directa para unos valores e inversa para otros, y por otra identificamos ese cambio de proporcionalidad en la curva característica, lo que nos permite describir el mencionado cambio de proporcionalidad, lo que esta representa socio-económicamente y cómo se da.
La importancia del conjunto ecuación de desarrollo-curva característica es capital, y lo debería ser para el análisis económico que carece de una verdadera aproximación científica o verificación de los postulados, lo que permite vivir en la nada, esto es, decir esto y lo contrario dependiendo de la teoría económica al uso.
Aquí estamos cambiando el lenguaje y estamos determinando de forma sencilla qué y cuánto se puede cambiar de qué porque todo se traduce en una u otra forma de comportamiento sobre el esquema de trabajo: se resuelve directamente la relación causa-efecto entre unas variables y otras, lo que permite pretender unos determinados estados y ajustar las variables para alcanzarlos.SIGUE


martes, 18 de diciembre de 2012

Resumen de la 7ª entrega de la Teoría social

Crecimiento y desarrollo

En la última aportación a la Teoría social nos preguntamos qué cosas se pueden cambiar en esta sociedad por quiénes y en virtud de qué, y si, en consecuencia, es posible algún impulso social que, en caso de necesidad, nos saque (para esto ha sido cada revolución) del sistema establecido y nos lleve a otro distinto (mejor), por lo que, de otra parte, resulta pertinente preguntarnos, de acuerdo con el marco actual, si es necesario ya ese impulso o incluso si está en marcha y qué evolución cabe esperar de él.
Esto nos lleva a la cuestión de qué sistema social es mejor que otro y en base a qué.
(La cuestión no debería surgir o ser una consecuencia del planteamiento inicial sino que debería ser anterior a cualquier planteamiento o propósito social porque si no se parte de esta premisa toda vale como opción, y vale como opción —tal como está ocurriendo—cualquier interés o inercia social.)
Aquí nos proponemos responder a estas preguntas e introducir en el discurso algunos elementos objetivos, caracterizando —como primera aproximación— el bienestar y el desarrollo mediante la calidad de la ocupación (cuestión sospechosamente olvidada o ignorada), para establecer finalmente una dependencia entre dicho bienestar (el desarrollo social, propiamente dicho) y el crecimiento económico.
Esta dependencia vendrá dada por una ecuación de desarrollo que representa un estudio analítico del crecimiento y el desarrollo, totalmente coherente o compatible con la evolución de la curva característica vista en el efecto transistor, y fiel reflejo —en consecuencia— de toda una casuística de comportamientos socioeconómicos, en particular de los puestos en juego en las crisis de superproducción y en los procesos de regresión social en que derivan éstas. Este estudio es esencial en nuestro tratamiento teórico porque es el que nos permitirá comprender el comportamiento coyunturalmente antagónico (en algún sentido de una coyunturalidad ancestral) de estos dos aspectos de la evolución, que finalmente podremos resolver en el bloque siguiente (Desarrollo y crecimiento), donde se pondrán de manifiesto los vicios y contradicciones sistémicas, y su posible solución.
La ecuación de desarrollo explica los diferentes marcos históricos, las tensiones puestas en juego en las diferentes revoluciones, y las tensiones puestas en juego en la actualidad, esto es, da cuenta de quién, y por qué, está estableciendo unas nuevas relaciones de producción, y, propiciando e impulsando un proceso de bipolarización social, que además se presenta como ineludible por llevar aparejado toda una transformación cultural, es decir, toda una manera de concebir las cosas (en base a lo que las cosas son por sí mismas).
La bipolarización social da lugar a su bipartición, que no es otra cosa que la destrucción de la clase media, su degradación social y el establecimiento consecuente de dos grandes grupos sociales de muy distintas posibilidades, una que lo puede todo y otra que se ve sujeta cada vez más a condiciones laborales y personales más deprimentes, tanto en los sectores empresariales debilitados por la propia ley de mercado como en aquéllos para los que el deterioro sólo representa la posibilidad de poner en marcha una ambición vieja: un esquema de funcionamiento socioeconómico más útil y acorde a unas pretensiones diseñadas a largo plazo; en definitiva, el establecimiento de unas relaciones de producción y de toda una serie de acciones motivadas a tal efecto.
Existen razones objetivas como son la propia saturación del sistema y el desarrollo que aconsejan el incremento de la bipolaridad o la hacen necesaria, y existen razones subjetivas o cuestiones de oportunidad: la que brinda ahora el avance tecnológico y posibilita al capital desembarazarse de la servidumbre del conocimiento, esto es, de la ubicación dispersa del mismo en la masa social; lo que no es sino una parte de un proceso más general de estandarización que permite tomar como indistinguible a toda la masa humana como masa laboral. En esto consiste la aludida transformación cultural puesta en marcha desde el renacimiento con la dignificación del dinero y el trabajo, posteriormente en el siglo XX con la incorporación de la mujer al mundo laboral y que ahora incorpora  nuevos mecanismos (ya se verá), que lo son de desespecialización y desestructuración social.
Estas circunstancias hacen de este proceso un proceso de revolución contrario al que se había venido dando, un proceso que se presenta sin oposición real, pues se da por un poder que no tiene un contrapoder claro, y que no parece tener  límite, que presenta unas capacidades de sometimiento inusuales, y ya olvidadas, porque presenta una independencia casi total a la fuerza del trabajo, mientras que la dependencia del trabajador al mismo (a su escasez), y al que lo promueve, va en aumento, lo que no puede derivar nada más que en formas modernas de esclavismo.

1- Crecimiento y desarrollo (7ª entrega)

Resumen. La precariedad y el paro hacen que hablemos de ocupación y que ni por un asomo lo hagamos de la calidad de la ocupación. La precariedad hace que queramos estar ocupados a cualquier precio, de cualquier modo, que esa ocupación sea sinónimo de “oportunidades” y que no quepa otra posibilidad ni ningún cuestionamiento, ni reparemos hasta que punto esta forma de vida se aparta de nuestras posibilidades de estar y se emplean en cambio otras formas de estar que se presentan como inevitables, y que como tal se asumen; y se asume como parte de un proceso natural (parte de la vida o castigo divino) toda degradación, toda ocupación estéril, abusiva o infame.
No sólo nos referimos a la ocupación laboral sino a las posibilidades de ocuparnos en la vida satisfactoriamente o las de poder estar felizmente desocupados. Esto es lo que debería procurar el desarrollo social elevado y lo que ha querido el hombre desde siempre para sí (o debería querer), y lo que no alcanza en tanto se interponen toda clase de contratiempos y servidumbres.
En la 7ª entrega, en ese intento más general de caracterizar nuestra altura social, la relación entre crecimiento y desarrollo, y de identificar en qué puede ser mejorado nuestro sistema social, abordamos la calidad de la ocupación como primera medida de nuestro grado de bienestar o idea que —si bien en algún modo puede ser subjetiva— puede dar cuenta de él, porque puede dar cuenta de hasta qué punto está el sistema orientado a la necesidad (que se trata de satisfacer de cualquier forma) o a todo aquello que se puede realizar con la necesidad cubierta.SIGUE



martes, 11 de diciembre de 2012

El verdadero problema de la educación


Sin duda uno de las cuestiones más importantes que debe tratar una sociedad, al igual que su modelo judicial, es su modelo de educación. El primero para garantizar la supresión de tensiones innecesarias entre los elementos de la sociedad, y el segundo —una vez creado ese espacio de concordia—, para muchísimas cuestiones sensibles y capitales como es la pervivencia del propio modelo social, esto es, su retransmisión a las generaciones futuras, y el establecimiento del propio modelo y su desarrollo en el marco adecuado, que hoy por hoy no puede ser nada más que la sociedad del conocimiento. Esto supone una mirada al pasado y una mirada al futuro.
Precisamente por esto último, es aquí donde más difícilmente se pueden poner de acuerdo los sistemas políticos cargados ideológicamente o que simplemente presentan perspectivas claramente irreconciliables respecto a esos dos momentos. Y es precisamente por esto que es aquí donde hace falta un punto de vista superior. Vamos por partes.
Parece del todo evidente que ni la derecha ni la izquierda tienen la patente de corso o la certidumbre respecto a la supremacía de un modelo educativo, parece evidente que en lo que respecta al fracaso escolar, con todo lo que éste repercute en la vida personal y laboral, estamos a la cabeza de Europa y que ningún reforma ha venido sino a enturbiar el panorama y a ser (salvo para alguna cuestiones relacionadas con la adecuación a los nuevos tiempos) inútil, parece evidente que estas reformas están más encaminadas a buscar parcelas políticas de decisión para hacer y poder hacer cambios interesados, que para hacer verdaderos cambios o transformaciones sustanciales que nos saquen de este pasmo, parece evidente que entre esos cambios interesados están los referidos ideológicos o doctrinales que nada interesan a la sociedad ni le resulta interesantes porque les apartan del verdadero problema.
Este continuo toma y daca ni le resulta interesante a la sociedad ni la sociedad se lo merece: no nos lo merecemos. La sociedad necesita un camino alternativo a la eterna lucha de doctrinas, de la doctrina pseudo-ética con la pseudo-social, y alcanzar una determinación suficiente que nos aparte de la indeterminación improductiva. Esto es el principio de verdad, doblemente necesario por cuanto nos acerca a algo y nos aleja de otro algo que nos consume sin remisión.
Sin remisión, porque ahora llegan éstos y hacen esto y luego llegaron los otros y harán lo contrario, en tanto que nosotros no necesitamos ni esto ni lo contrario sino algo diferente, esto es, un análisis de los problemas o más concretamente del problema de la educación en el seno de la sociedad y de forma particular en el sistema educativo.
Nosotros trataremos esos dos capítulos cuando tratemos los principios de verdad y cuando desarrollemos sus repercusiones en el marco de la propia Teoría. De momento sólo manifestar la sinrazón política, fruto sin duda de la social, y de la ceguera o incapacidad de ver a la sociedad como la presentaba Salvador Espriu en su “Assaig de cántic en el Temple (Ensayo de cántico en el Templo)” y cantaba Ovidi Montllor.


Oh!, què cansat estic de la meva covarda,
 Oh!, qué cansado estoy de mi cobarde,
vella, tan salvatge terra,
 vieja, tan salvaje tierra,
i com m'agradaria d'allunyar-me'n,
 y como me gustaría alejarme,
nord enllà, on diuen que la gent és neta,
 allí al norte, en donde dicen que la gente es limpia,
i noble, culta, rica, lliure,
 y noble, culta, rica, libre,
desvetllada i feliç
 despierta y feliz!


No hace falta estar en guerra ni es preciso un norte físico para anhelar un estado de las cosas mejor como elemento indispensable de toda transformación. Nuestro norte es una idea, una forma de ser y estar, limpia, noble, culta, rica, libre, despierta y feliz.



domingo, 2 de diciembre de 2012

Tasas judiciales


En estos días se debate respecto al incremento o la incorporación de determinadas tasas judiciales.
El hecho,  además de ser más que probablemente anticonstitucional, es del todo abusivo pues deja a todo un sector de la población al margen de la ley, más de lo que ya estaba y más de lo que ya lo estamos todos como consecuencia de la infinidad de cuestiones estructurales que impiden alcanzar el resarcimiento legitimo y legal, o hacerlo de forma útil; y del todo injustificado, teniendo en cuenta que  ese sector sin recursos económicos ya hace —por esto mismo— un uso escrupuloso de la justicia (ponderan la posibilidad de éxito y ahorro de costas) en virtud de lo mucho que le repercute los gastos profesionales (abogado, procurador, etc.).
Son tantas las voces que cuestionan la legalidad de la medida y sus aspectos discriminatorios que parece innecesario ahondar sobremanera en ellos, y sí, en cambio, en los contradictorios, esto es, no tanto en el precio de la justicia como en el precio de la no-justicia y la etiología de la solución. Son, por tanto, tres cuestiones.
Respecto a la primera, el incremento de las tasas, sólo añadir que la solución en modo alguno puede ser encarecer el servicio y luego condonar su coste para determinadas casuísticas sensibles (maltrato, trata de personas, etc.) porque para todo lo que se acude a la justicia es para alguna forma de maltrato. Algo parecido ha ocurrido con los desahucios y el tratamiento especial de determinadas circunstancias y la creencia engañosa de que de este modo se es sensible a las mismas, y como tal se traslada a la opinión pública (son líneas rojas o modas en la propia opinión), cuando hay otras muchas tan dignas o necesitadas como las anteriores; en lo que se presenta como una forma absurda de ponderar las tragedias personales, muy arraigada entre la clase política y la propia población.
La segunda es la aplicación de una solución que siempre va en el mismo sentido maquiavélico, la de dar una solución a cualquier precio, seguramente por no saber dar otra. Estamos acostumbrado a ello: si se quema un bosque la solución es prohibir la acampada o el tránsito; si el organismo judicial está saturado o es deficitario, la solución es encarecerlo o hacerlo accesible sólo por aquéllos que pueden aportarle un plus económico (así gobierna cualquiera). Aquí es donde se confunde la necesidad con la ideología que le ha reprochado el PSOE (aunque no ha sabido explicar), y donde —como en todo lo ocurrido con la crisis— se confunde la verdadera necesidad con pretensiones viejas de otra índole.
La tercera es precisamente la incapacidad de aportar una solución o dar una respuesta que mejore la rentabilidad y la aglomeración a través de la optimización o eficiencia del sistema judicial, esto es, de incidir en los verdaderos problemas que dan lugar a la reiteración y multiplicación de los proceso y, en consecuencia, a la masificación y el gasto: no se persigue depurar los procesos judiciales —en cambiar el procedimiento judicial— sino en suprimirlos, no se persigue la supresión de las causas sino su expresión. No se sabe nada más que de la repercusión económica del problema, no del problema. Por tanto, no se puede conocer la solución.
Esto es muy propio de la clase política, la incapacidad de conocer los problemas, los desencadenantes, y, consecuentemente, la solución, por lo que todo el lenguaje manejado (como si de un programa informático se tratara) es de alto nivel, de usuario, y totalmente inservible para detectar la instrucción errónea. Contrariamente utiliza la incorporación o supresión de grandes bloques de programa (que contiene dicha instrucción errónea) que junto al problema modifica otras partes, dando lugar, junto a la supuesta solución, a nuevos desastres estructurales o de sistema. Esto es lo que se hace aquí con las tasas, coger el problema por las hojas.
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En la sociedad inversa hablamos de higiene. La higiene de los sistemas tiene que venir dada por ambos elementos. Uno sin el otro es ineficaz, el otro sin el uno no tiene sentido y es perverso, y es contrario a una idea elevada de sociedad (lo primero que tenemos que alcanzar): ni las personas pueden tener tantos resquicios jurídicos que les permita agotar las vías (colapsarlas) y burlar la justicia, ni tienen por qué reclamar lo que en buena lógica les corresponde, (ni la sociedad puede permitirse llevar al abandono infinidad de delitos menores y crear ese sustrato social)
Sobre el primero, naturalmente que tiene que haber un cargo del coste (ya se vería como se conceptuaría finalmente), pero antes de eso una tasación real de lo que cuestan lo procesos, y antes de eso tiene que haber una economía de dichos procesos mediante la optimización lógica y material de los mismos. Además de esto, el cargo económico debe ponderar la sobreactuación equivocada sobre una dada como referencia que represente un valor promedialmente acertado de la realidad.
Lo segundo no vamos a desarrollarlo porque será objeto de estudio cuando en la Teoría social tratemos los principios de verdad aplicados al sistema judicial, pero sí adelantar y decir que en un modelo social que se precie para la sociedad del siglo XXI tiene que existir otros mecanismos para resolver los conflictos, y que al igual que ya expresamos respecto a las huelgas o las manifestaciones, se debe ir hacia la verdad desnuda de los conflictos y jerarquía de las razones y a otra forma extrajudicial de resolverlas, según lo expuesto también en el Punto 5º de la Declaración.
Lo tercero entronca con lo anterior. La idea es (contrariamente a lo que da lugar las medidas tomadas) mostrar y demostrar que el hecho delictivo será ajusticiado con todas las consecuencias, siendo esto tan así que en línea opuesta a lo planteado tendría que ser el Estado el que actuara de oficio y velara por la trasparencia en las relaciones sociales y económicas de sus ciudadanos, lo que sin duda terminaría con el delito fácil e impune, o su promoción (con el sustrato mencionado).
Hay que dar otro sentido de justicia y superar un absurdo igualitarismo por el que todos nos enfrentamos al hecho jurídico en igualdad de condiciones, que sólo se esclarecen tras someterse a cien leyes contradictorias u opuestas en vez de una inequívoca o causa primera: todos somos iguales ante la ley, pero lo cierto es que “la paz social” la rompe alguien, alguien no ha cumplido, alguien ha hecho algo esencialmente contrario a lo que se espera, etc.
Aunque no soy muy amigo de los ejemplos, voy a poner uno que engloba de forma aproximada todo lo dicho. Tras la construcción de una vivencia hay defectos. Seguramente el 90% de ellos son tan escandalosamente manifiestos y achacables al constructor que no haría falta para resolverlos nada más que asumir la responsabilidad, representando el no hacerlo la declaración explícita o intencionalidad de eludirla. Para ese 90% no hace falta intermediación (todo lo más administrativa), porque además ya existe jurisprudencia. Si el constructor no asume ese 90% y fuerza al amparo judicial, es responsabilidad suya, si el usuario quiere ir más allá de ese 90% y busca amparo judicial es responsabilidad suya. La cosa es sencilla, la ley debe ser lo suficientemente clara como para ser entendida por las partes (o sus representantes) y aplicarla de mutuo acuerdo, quien no la entienda y busque una interpretación ajena (la del juez) o se vea forzado a ella, quien quiera ampliar la cobertura, debe asumir el criterio equivocado inicial y todo lo que ha comportado (aparato judicial) económicamente, esto es, no sólo las costas de las partes como ocurre ahora (en el mejor de los casos) sino una verdadera penalización. De esta forma el Estado promueve la solución de los conflictos pero controla la sobreactuación y no asume su coste.
La idea, por tanto, es diferenciar las cosas esenciales, separar lo necesario de lo accesorio, establecer una referencia clara (cosa que no suele interesar a casi nadie) e ir hacia una conexión más directa y rápida entre lo pretendido y lo alcanzado, y, por tanto, más barata. Con esta metodología, frente a la vía utilizada, se alcanzaría la supresión de la mitad de los procesos y la mitad del coste social y económico del resto.



miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tercera comunicación transversal del 15-M


¿Y después del 14-N, qué?
En estos días he finalizado el segundo bloque de la Teoría social, lo que me viene muy bien para ahondar en ciertos aspectos que hasta ahora sólo he podido mencionar o tratar de forma indirecta.
Ahí se trata cómo se gestiona la desigualdad de poder político (bipolaridad política) y cómo ésta da lugar (y ha dado) a la lucha de clases, que constituye —con su resultado de fuerzas— el motor de la transformación social.
Aunque la lucha de clases está ya más que estudiada, no se ha llegado como aquí a un esquematismo suficiente que nos permita entender como tal no sólo la establecida por el proletariado sino cualquier otra, lo que nos permite, por otra parte, aplicarlo al momento actual, y alcanzar una mejor perspectiva y un tratamiento eficiente o estrategia, que no es otra que la que ya apunté en El quinto poder —para establecer algún tipo de acción estructurada—, y que luego abordé en la Segunda comunicación transversal del 15M, donde se expresa la necesidad (con la que posteriormente coincidió Felipe González) de que determinados sectores políticos o agentes sociales tomen posiciones, o se planten en ellas.
Según lo tratado, la única forma de hacer una acción efectiva es introducir un polo político intermedio que obligue a un acercamiento de los otros dos en particular al que representa el poder político activo a tomar una posición determinada.
Una pregunta sería quién representa ese poder político activo y otra, quién puede hacer en nuestro contexto de polo intermedio y de qué manera.
Sobre la primera cuestión, hemos entendido que el poder político estaba representado por los mercados, por pusilanimidad o dejación del verdadero poder político, luego hemos visto que era por indefinición interesada, seguramente condicionada por ese poder del dinero. Resolvemos que es verdad que los mercados tienen poder, pero más verdad es que éste se diluye con acciones políticas que hoy por hoy estamos en condiciones de tomar en Europa, y no se toman. Ya sabemos, en consecuencia, sobre quién ejercer la acción.
La posibilidad, por otra parte, de ejercer de polo intermedio viene condicionada por la calidad (lo inmerso que esté en el sistema) y la cantidad de polo (el respaldo social), que sólo es factible en este contexto por quien ya es poder, esto es, por el partido mayoritario de la oposición, que ya dispone de los mecanismos legales (además de los legítimos que puede tener cualquier otro grupo) y buena parte del aval referido (el de los incondicionales y el de los necesitados).
Dicho esto sólo queda que quiera, que comprenda la necesidad de hacer de polo intermedio, y lo que requiere: lo que se requiere para ser un auténtico polo intermedio y para tener todo el aval. Una cosa lleva a la otra, y si no hay más respaldo a las acciones sociales (como no lo hay en la participación democrática actual) es por la dudosa intencionalidad del polo intermedio y del aval incondicional, es decir, del poder que actúa simplemente como contrapoder, y de los sindicatos que por encima de otros planteamientos se alinean con ese contrapoder y se instalan como abanderados del anticapitalismo cuando han sido ellos y son ellos quienes han avalado en las empresas, una por una, estas formas, interesadamente, permitiendo lo que ahora denuncian, siendo cómplices de una gestión empresarial enfocada a la destrucción del trabajo digno, facilitando el precario o de segunda clase a cualquier precio, con los mismos argumentos que utiliza la patronal (mejor minijobs que nada) a pesar de haber sido eternamente denunciado por otros sindicatos minoritarios y profesionales.
Es por todo esto que antes de nada se tiene que definir cómo se va a ser polo intermedio (ya no seguimos a cualquier abanderado) y para qué, que no puede ser nada más que para serlo rompiendo toda ambigüedad o confusión del polo activo definido en la cuestión anterior, esto es, de Europa o la perspectiva europea (aunque, tal como se expresó, tenga su propia justificación).
Hacer de polo intermedio implica (éste es el cómo), en primera instancia, “plantarse”, lo que supone una diferenciación clara del poder y las formas que se están empleando. Esta cuestión no es fácil cuando, utilizando precisamente esas formas, se ha sido parte activa importante (causante) de este desastre, y exige, por tanto, desmarcarse de los antiguos puntos de vista y diferenciarse con otros nuevos: es imposible adoptar un cambio en el modo de hacer (que sea creíble) sin contemplar un cambio en el modo de pensar y adoptar una mirada superior (lo intermedio sin ella es vulgar, es lo que ha sido hasta ahora). Una cosa sin la otra es derribo o mero proselitismo.
No sirve un programa electoral, no sirve plantear unos presupuestos que corten aquí y pongan allí (ese engaño manifiesto), esto lo deben hacer los administrativos, no los políticos ni los líderes sociales y políticos. Sólo sirve un nuevo diseño.
Los cambios deben ser, por tanto, cambios sustanciales en la vida económica, política y social, y deben ofrecer una forma totalmente distinta de hacer y de concebir las cosas, en primer lugar porque la misma forma no sirve de nada, en segundo lugar porque ya la hacen otros; y que además sea posible y congruente con la realidad.
La sociedad Inversa (Manifiesto)
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Este cambio de posición es imprescindible, por otro parte, para su pervivencia como grupo. Ya se dijo en el Manifiesto: “La socialdemocracia necesita una teoría social que revigorice su proyecto…”.
Estamos diciendo que la solución para la situación social y para su proyecto es la misma cosa, que les debe llevar a un mismo debate, que es el que deben hacer en un congreso: sólo sirve a la sociedad un proyecto viable, sólo se puede liderar un proyecto viable (y quieren liderar, ¿verdad?).
El debate es, para empezar, si lo que implica el socialismo es lo que necesita esta sociedad o si por el contrario se precisa un cambio cualitativo, aun conservando parte de su espíritu. La cuestión no es cualquier cosa, es determinar si las formas usadas de manera inercial están a la altura de los tiempos y/o si están entrando en contradicción con nosotros mismos y con los propios tiempos. Tampoco sirve romper esa inercia a base de experiencias traumáticas o mecanismos de reacción, esto es, mediante pequeños ajustes que llegan tarde, y que muestran que se va detrás de los acontecimientos.
Pensamos que sí, pensamos que el socialismo y por extensión aquella parte de la sociedad adyacente, de acuerdo al momento actual y, sobre todo, de acuerdo a esa altura de los tiempos (por muchas razones está civilización está entrando en otra Edad), tiene que reeditarse. Algunas premisas están superadas, otras son viejas, otras son claramente contraproducentes o incoherentes, y no soportan un debate intelectual, o no son acordes a la idea que queremos tener de nosotros mismos (una idea elevada), como lo ya referido respecto a los mecanismos de expresión social, que hay que superar, y antes de eso, saber superar.
La cuestión es determinar cuáles tenemos que desechar, cuáles mantener, qué aspiraciones del clamor popular son asumibles, factibles, y cuáles no, y por qué, y establecer con ellas una hoja de ruta clara, desde el afán de alcanzarlas, desde la honestidad.
Eso supone desideologizar, esto es, abandonar ideologías y estrategias ideológicas que hacen del partido o del grupo una empresa.
Desideologizar no es sólo abandonar ideologías, es tomar otra perspectiva de la sociedad más global y armoniosa y abandonar una praxis absurda, segada o imposible y, sobre todo, dañina: la mayoría de nuestros problemas provienen de nuestros excesos.
Desideologizar es la condición necesaria indispensable para albergar otra estructura de las cosas, y, ahora como hemos visto hace falta otra estructura de las cosas, una que permita integrar a los dos polos sociales en una realidad superior, una que permita  frente a la tendencia actual de corregir los excesos con otros excesos (ley del balancín) corregir el problema fuente o neutralizarlo en el sustrato social (sin sentimientos reactivos, por una ley de los vasos comunicantes), lo que implica una exigencia social, una socialización real de las penalidades y la implementación de ese sustrato en un nuevo modelo social.
La sociedad Inversa (Manifiesto)
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Un nuevo diseño, estructura o modelo social exige la modificación del modelo económico que lo sustenta, y, antes de eso, la contemplación de otros fundamentos o principios de funcionamiento, que nos permitan descubrir toda una dinámica de estados, o posibilidades. Una cosa sin la otra es mera iluminación, o simplemente mentira.
El polo intermedio debe superar el lenguaje economicista y plantear grandes estrategias, esto es, superar el organigrama socioeconómico actual y plantear otro tipo de superestructura, y luego ejercer su acción, destinada a alcanzar la máxima simplicidad, la máxima higiene social o supresión de resistencias mediante resoluciones justas y claras.
El polo intermedio tiene que plantearse qué cosas tiene que hacer para hacer de esta sociedad una sociedad viable económicamente y completa (sólo así seducirá). Esto es lo que se plantea en La Sociedad Inversa.
Si no se dice algo bien diferente, se está diciendo lo mismo. Y claro, ir por ir…



lunes, 12 de noviembre de 2012

La Manifestación como solución


Ahora que está próxima la huelga del 14-N parece buen momento para decir algo al respecto, o del derecho que la ampara. La derecha está loca por restringir el derecho (supuestamente por entrar en confrontación con otros), y la izquierda, léase sindicatos y resto de agentes sociales afines, por mantenerlo o preservarlo como si fuera el súmmum del derecho democrático o del ejercicio de la libertad.
Aquí engañosamente se pone en liza dos derechos, el de un sector social, a revindicar (trabajadores, por ejemplo), y el del resto de la sociedad, a seguir su curso normal (y no ser afectados para la producción), cuando el derecho real es el derecho de las personas a tener lo que justamente les pertenece sin tener que verse obligada a ejercer otro tipo de presión o manifestación, cuyo quebranto da lugar a la contaminación del sistema social con ese tipo de manifestaciones y a la reacción lógica del resto del sistema.
Con este engaño se oculta una forma estúpida de hacer las cosas, y más que estúpida, interesada, como a la postre resulta serlo el establecimiento de una vía de escape respecto a todo conflicto que queramos tratar: la policía ejecuta una carga y deja una vía de escape para que los manifestantes se disuelvan (lo tienen así estipulado), el poder ejerce una inusitada presión o acción injusta, y deja una vía de escape para que la sociedad diluya su enojo o absorba gradualmente sus efectos.
Es decir, se aplica una estrategia que permita/e administrar el hecho injusto y paliarlo, no en sus causas (la determinación primera o hecho injusto y lesivo), no en sus efectos, tan sólo en la manifestación del descontento, o si se puede (como suele ocurrir en el tema laboral) en la aplicación de algún tipo de compensación al daño mediante un pretendido daño, susceptible de ser suprimido si resulta ser particularmente dañino.
Creemos que eso hay que solucionarlo, que la cuestión no es regular el derecho de huelga porque sea abusivo sino que más bien hay que regular las causas que la ocasionan, el estado permanente de indefensión, la falta de mecanismos o soluciones reales.
No es que haya que regular la huelga porque rompa la armonía, el discurrir de la sociedad moderna (o incluso, si se quiere, su riqueza económica), es que hay que dotar a esta sociedad de mecanismos contra el abuso que la hagan verdaderamente moderna, de otros métodos que hagan prevalecer la razón sin tener que acudir a fórmulas anacrónicos o a la confrontación.
La huelga, la manifestación, ya no es la solución porque las personas de este siglo no queremos responder a las agresiones, queremos que éstas no se produzcan, queremos simplemente no estar sometidos a las arbitrariedades en cualquier ámbito, que nos obligan a romper nuestra normalidad y acudir a las calles como hordas furibundas, y que este hecho se tuviera que producir sólo en contadas ocasiones, sujetas al análisis.
Eso es sólo un apunte, que desarrollaremos bastante más adelante, de hasta que punto en el ámbito social y jurídico nos vemos obligados a reclamar cosas que nos pertenecen por derecho: cuestión que se aparta de la idea de sociedad moderna y nos lleva a otra que hace del escapismo, la negación o la anulación, su modo de vida y su fundamento; y de hasta qué punto el derecho está polarizado o, por decirlo mejor, lo justo judicializado.
En este sentido está planteado el principio de verdad, en el de superar el debate jurídico y otras formas de confrontación en aquellas cosas que la sociedad acepta de una determinada manera, que por un lado descontamina la acción social (y judicial) y de otro permite centrarnos en aquellas cuestiones sobre las que no hay resolución alguna ni solución. El principio de verdad está ideado para alcanzar esto por sistema y no por un eterno e inacabado debate sobre cuestiones particulares que, una vez más, sirve para justificar la acción siempre “en fase de” del político, en tanto que nos deja eternamente postergados, y anclados a una forma de sociedad incompleta.
En estas ideas claves y sencillas debe estar establecida cualquier propuesta de futuro que pretenda conectar con esa sociedad cada vez más numerosa que no se deja engañar. Menos mojigatería, menos discurso pretencioso y más plantear objetivos claros y verdaderas palancas de transformación social para obtenerlos.


jueves, 8 de noviembre de 2012

Inicio a la dinámica de estados


El principio de bipolaridad no es sólo un esquema de funcionamiento o la expresión de la dualidad la naturaleza de las cosas, sino la expresión de la dualidad a la que nos somete dicha naturaleza o la nuestra propia como parte de ella. Somos oprimidos u opresores, pasivos o activos, trabajadores por cuenta ajena o propia, etc.…, y en función de esto tendremos una perspectiva u otra, un posicionamiento en la vida. Por todo ello es además la expresión de nuestra visión parcial, sesgada e incompleta, de nuestras limitaciones e incapacidades.
Frente a un único sentido de la vida (el nuestro), el principio de bipolaridad nos enseña otro, y cómo ambos se presentan como fuerzas complementarias para el crecimiento y el desarrollo de las sociedades, si bien es cierto que con muy distinta servidumbre.
En lo que respecta a la riqueza, el sistema necesita de una determinado reservorio de riqueza (efecto de la desigualdad) para funcionar, un sector hace de esa desigualdad su materia prima, en tanto que para el otro es intrínsecamente nociva (causa de más desigualdad); además de ser contraria al desarrollo natural de las sociedades. Es decir, que la desigualdad necesaria para el crecimiento y desarrollo de las sociedades es esencialmente contraria porque crea nueva desigualdad y por la bipartición de la masa social en dos clases bien distintas al desarrollo de las sociedades. Esto es una paradoja que hay que resolver.
Para unos, por tanto, hay que crecer y para ello hay que aumentar el diferencial (la ddp), y para otros hay que llegar a la igualdad, lo que implica una ddp menor y un menor crecimiento. Esto también hay que resolverlo.
La solución no puede ser el aumento del crecimiento a costa de la igualdad ni el aumento de la igualdad a costa del crecimiento (que es la capacidad de corrección de los ajustes macroeconómicos) o incluso a costa de la viabilidad de nuestro sistema socioeconómico: poner en juego nuestra supervivencia o caer en la subsistencia. La solución tiene que ser otra.
Tendremos tiempo de hablar del problema y de la solución (ya esbozados en el Manifiesto, y que retomaremos en el tercer bloque de la Teoría social), pero entre tanto podemos decir que un proyecto de futuro, o modelo social que se precie, tiene que dar solución a esta cuestión, esto es, debe imaginar un esquema de funcionamiento económico suficiente que no esté basado en la desigualdad… Y debe darla de forma urgente e inexcusable porque la situación va evolucionando de forma natural (por difusión) en el sentido contrario, esto es, en el de necesitar cada vez más un mayor diferencial para funcionar, y esto por causa del propio desarrollo, de la optimización (tecnificación) de procesos y la globalización.
El grupo que asuma dicho modelo debe estar en esa idea y debe llevar a la sociedad (a los dos polos) a la comprensión de la misma. Esto no es fácil porque un colectivo está en una idea y otro en otra, dando lugar a dos facciones sociales irreconciliables y una lucha de clases, pero no es desatinado ni desechable porque, al igual que ocurre con el cambio climático, aunque existan dos grupos con intereses bien distintos, hay una realidad y una necesidad superior común: la supervivencia.
La evolución natural de la sociedad debe ser hacia el bienestar y hacia la consolidación de una extensa clase media, pero esto entra en confrontación con la dinámica del sistema y con los mecanismos actuales de crecimiento. La realidad nos empuja a hacer las cosas de una determinada manera. El afán de muchos se pliega a esa realidad en tanto que otros tratan de superarla mediante anhelos imposibles: sólo se sabe empujar hacia uno de los dos estados extremos de la naturaleza bipolar (también en el planteo de la solución de la propia crisis). Esto debe cambiar.
Las medidas aplicadas deben tener una finalidad muy clara en este marco (el de la bipolaridad), muy distinto de los diferentes ajustes macroeconómicos aplicados en el marco de la economía de mercado (aunque luego aquélla tenga repercusión en ésta).
Un cambio en la cultura económica debe cambiar el lenguaje y las pretensiones. El lenguaje actual sólo sabe de medidas correctoras de los índices fuera de rango a costa de sacar a otros de margen. En cambio, un diagrama de potenciales y flujos (variables naturales de la bipolaridad) sabe de estados o estadios socioeconómicos. Una economía nueva debe tratar de la dinámica de estados.
Hablar de estados es hablar de las pretensiones finales del sistema económico.
Si no se sabe hacer esto no se está ofreciendo nada nuevo.




lunes, 29 de octubre de 2012

Resumen de la 6ª entrega de la Teoría social


En la 6ª entrega seguimos tratando la lucha de clases como expresión del principio de bipolaridad política, y su desarrollo o evolución de acuerdo con el efecto transistor. Sobre esta base se presentan las diferentes revoluciones sociales habidas a lo largo de la historia y sobre la necesidad de modificar las relaciones de producción, lo que de otra forma no son sino relaciones de propiedad (Marx). Aquí se hace un recuento y descripción de esas grandes revoluciones sociales y se alcanza una confirmación de este esquema o patrón de comportamiento, y de su evolución natural.[SIGUE]

sábado, 27 de octubre de 2012

Resumen de la 5ª entrega de la Teoría social


En la 5ª entrega tratamos los aspectos sociales de la bipolaridad política, esto es, de qué manera se establece socialmente una relación entre polos (que son relaciones de poder), cómo se presenta el poder económico como poder, y cómo esta relación se altera mediante el concurso de un polo intermedio, en lo que resulta ser la aplicación del efecto transistor a la organización social, dando lugar al acercamiento o alejamiento de los grupos sociales distantes y la modificación de las relaciones de propiedad en función de las necesidades de producción, o, lo que es lo mismo, a la lucha de clases. Es la necesidad de modificar las relaciones de producción la que permite variar las relaciones de propiedad o acercamiento entre polos o estamentos distantes. Esto, económicamente, se produce mediante el desarrollo de formas secundarias de producción, y políticamente, con el concurso de un polo político intermedio emergente que apoyado en lo anterior hace buena y necesaria una nueva forma de pensamiento que incluye una nueva forma de relación social.[SIGUE]

lunes, 15 de octubre de 2012

Segunda comunicación transversal del 15-M


La Sociedad Inversa no quiere imponerse como arquitectura del movimiento social o de los grupos, tan sólo llevar a una forma de pensamiento suficiente y necesario para la inquietud social —tiene carácter filosófico y/o sociológico—, y proponer igualmente un esquema de sociedad igualmente necesario y suficiente, plausible y alcanzable.
El esquema de sociedad se obtiene del desarrollo y la transformación de un par de hábitos sociales que son verdaderamente perniciosos (de los políticos y de la población en general), por lo que es aquí donde hay que poner verdaderamente el empeño, según lo apuntado en el Manifiesto y lo desarrollado (o por desarrollar) en los diferentes elementos teóricos. Ese será el trabajo.
La pervivencia y consolidación del movimiento social precisa la adscripción e integración de los diferentes grupos a esta forma de pensamiento, y de forma más general de las personas.
¿Por qué deben los grupos y las personas adscribirse a esta forma? Porque la forma de funcionamiento actual de los grupos no ha encontrado sus referencias y marcha hacia ninguna parte, porque no tiene una lógica de funcionamiento ni objetivos claros y concretos, y, en consecuencia, una capacidad suficiente de convocatoria y/o acción efectiva y descontaminada.
Contaminar las ideas significa juntar las verdades con anhelos, deseos, cargas ideológicas, etc., esto es, con otras cosas que no son tan verdades. Contaminar es quedarnos sólo con nuestras verdades sin tomar en consideración las verdades que se oponen a las primeras en una lucha de opuestos, en un Ser o no Ser
Lo vamos a repetir una vez más, las razones que se esgrimen no sólo tienen que servir a los que las promueven sino al resto de la sociedad, y eso es imposible cuando la atención se dispersa o se equivoca el foco de atención: nuestra clase política no es el problema ahora, y su sustitución/destitución, tampoco; la Constitución no es el problema ahora, y su sustitución, tampoco. No hablemos del sinnúmero de frustraciones históricas. Aquí se está equivocando el foco de atención (esas razones).
Aun partiendo de que esta clase política sea una negada, no es el principal problema ni el prioritario, y sin embargo se está actuando como si lo fuera, circunstancia que aprovecha (promueve) la oposición (corresponsable, en verdad) para establecer un acoso y derribo del gobierno (15-S), y los radicales (de izquierdas y de derechas) para establecer un acoso al sistema y dar rienda suelta a su violencia (25-S); y eso no nos conviene (ni una cosa ni otra): sin esa necesaria Deontología de la subversión, las verdades parecen menos verdades a los ojos de la sociedad expectante y necesitada de referencias claras e incuestionables.
Lo peor es que nos apartamos del problema y de la solución. Si quitamos a esta clase política seguimos teniendo el problema que tenemos, que es otro, si iniciamos un proceso constituyente, tenemos —como ya se ha expresado— el mismo problema, porque el problema es otro.
Esto no quiere decir que no se pueda iniciar un proceso constituyente y pedir responsabilidades políticas, quiere decir lo que ya se ha dicho.
El problema es el inadmisible poder político de los mercados (la capacidad de distorsionar la estructura social si no se somete a otras sujeciones) y el agotado modelo de sociedad. El problema es, de otra parte, la escasa voluntad política europea de aplicar esas sujeciones, que, ya testadas, han demostrado ser suficientes.
Y si tan fácil es esto de salvar las economías… Si la solución existe y no se quiere aplicar quiere decir que abiertamente se está jugando con los tiempos, con una finalidad.
El problema no es, por tanto, la Deuda, el problema es que se está manipulando el precio del dinero para que nos resulte casi imposible pagarla o lo hagamos con un gran coste económico y social, y  pérdida de poder político. Esta sociedad podría incluso asumir lo primero (lleva haciéndolo años), pero lo que no puede tolerar es la alteración fraudulenta y sus consecuencias.
Las condiciones económicas las está planteando mal Europa y las está asumiendo peor España. El auxilio económico no debe venir ligado al paquete de medidas impuesto porque se crea una identidad perniciosa entre ambos.
Si no hay auxilio, sube la prima de riesgo — si sube la prima de riesgo, las medidas tomadas no son suficientes — si las medidas tomadas no son suficientes, no hay auxilio.
Esta identidad sólo se puede romper o establecer en positivo acordando un paquete de medidas insoslayable y una ayuda incondicional, y la voluntad de modificar las medidas y la ayuda en función de las circunstancias.
El poder político local no tiene ningún as en la manga salvo la interminable negociación y el impúdico sometimiento, y saca sus propias conclusiones de un debate ineludible. Nosotros tampoco podemos eludir el debate en lo que debería ser nuestro Primer emponderamiento político, y sacar las nuestras.
Desde aquí creemos en otro tipo de medidas, en unas que supongan la alteración de esas dos dinámicas (la económica y la social) y nos lleve Hacia un nuevo orden social, que supere los viejos conceptos de distribución capitalistas y socialistas (ahí está la clave), pero, entre tanto, entendemos necesario dirigirnos al verdadero poder político para exigir que adopte las medidas que ciertamente puede adoptar, y no adopta por especular y manejar otro tipo de intereses.
Parece, por tanto, que nos toca a la masa social romper con esa identidad perniciosa y obligar al poder político (el europeo) a cambiar la estrategia que nos está asfixiando, mostrando que no nos importan las consecuencias (aunque nos importe), y exigir con desparpajo —si no se toman las medidas— el fin de esta relación desigual: no cuando ya no quede más remedio sino ahora, por libre elección, por simple desencanto de lo que supone Europa, de cómo entiende el compromiso, las propuestas y la idea de un futuro común.
Proponemos, en consecuencia, y así hemos querido hacerlo saber a la II Asamblea Estatal Constituyente, rodear el Parlamento europeo o la Unión Europea, ya sea de forma real o virtual, alentando a que todo aquel parlamentario, todo aquel comisionado que entienda que se está ejerciendo un poder desleal y contrario a los intereses generales, lo ponga de manifiesto y lo haga público, dejando el cargo y/o poniendo su Acta de Diputado a disposición de su partido, o que incluso sea el partido, asumiendo el compromiso, el que abandone el parlamento (su función) en tanto no se promuevan y adopten de forma clara y urgente las medidas ya expresadas. Esto mismo ya se ha referido a nivel Estatal respecto al papel a-deontológico de la oposición y su forma de desenvolverse: la oposición puede negar el sistema o hacer una huelga o una sentada en representación de los millones de personas a las que representan, que  se ven castigadas y que no tienen otra voz: no debe secundar la protesta, debe liderarla (así es como históricamente ha prosperado toda Ilustración). Puede hacer esto o callarse.
Esta proposición es seria, es contundente.
¿Por qué deben los grupos y las personas adscribirse a esta forma? Hay que adscribirse a esta forma porque es la única manera de optar a un sistema social creíble y alcanzable sin romper éste, porque es la única manera de realizar transformaciones paso a paso en la dirección marcada. Esta adscripción se puede hacer de varias formas.
Las personas que compartan este pensamiento pueden distribuirlo a sus contactos y hacerlo saber a sus respectivas organizaciones para establecer un debate interno y crear un verdadero estado de opinión sobre este particular (#lasociedadinversa), que no es otro que la necesidad de establecer un cambio de orientación, concepción y percepción de lo que es la sociedad: tenemos que superar este sistema, superando ciertas ataduras, esto es, ciertos mecanismos socio-económicos que nos empobrecen, pero también superando cierto maniqueísmo y lenguaje manido. Sabemos que las ideas no florecen porque están sometidas a la disciplina de los viejos esquemas: eso hay que romperlo, hay que exigir respuestas del siglo XXI para los problemas del siglo XXI.
Las organizaciones pueden ser sensibles a ese estado de opinión o crearlo por iniciativa propia y utilizar sus infraestructuras, sus listas de distribución, y otros medios, para  hacer todo esto suyo, es decir, hacerse cargo del planteamiento y dar los pasos pertinentes que deriven en la posibilidad de diseñar, estructurar y priorizar las demandas de acuerdo a su importancia y de acuerdo a su correspondencia con un modelo teórico social nuevo que necesariamente debe ser incluido en su espectro de interés si quieren optar a la pervivencia y a una verdadera transformación social.
Desde aquí se lanza un guante a las organizaciones. Son las organizaciones las que deben entender la importancia del modelo y de la propuesta planteada, y activar una convocatoria en la que se le dé forma  y se promueva, se diseñe  y obligue el compromiso político.
Todos, grupos y personas,  pueden comentar y establecer un contacto para ese fin o para la comunicación de iniciativas. Desde esta página estaremos atentos a la repercusión y la posibilidad de ejercer alguna función en este contexto y la de introducir esta perspectiva en alguna de las convocatorias ordinarias.
En cualquier caso, y sujetos a la libertad del pensamiento y la libre elección, seguiremos exponiendo el cuerpo teórico de La Sociedad Inversa, señalando aquello que nos acerca y aquello otro que nos aleja del proyecto de sociedad presentado.

jueves, 11 de octubre de 2012

Segunda Asamblea Constituyente

(mail a la Asamblea)

Dada la imposibilidad de participar físicamente en la “II Asamblea Estatal Ciudadana Constituyente” prevista para el día 13 de Octubre, quiero expresar mi parecer sobre dos cuestiones esenciales, que ya se viene expresando en lasociedainversa.com, y trasladarlas por boca de la mesa a la Asamblea.

En primer lugar creo imprescindible priorizar las acciones y los esfuerzos en lo que parece crucial para el momento social. Entiendo que esa prioridad no está ahora en lo que da sentido a esta reunión sino en el estado de precaridad actual y el que se avecina. En consecuencia, la prioridad está en articular algún tipo de acción única y conjunta. La forma de esta acción está descrita en la propia página citada y parte de una premisa o de una realidad: el problema esencial es la Deuda y en segundo término la dejación del poder político europeo, plasmado en la no aplicación de las medidas que han demostrado ya ser efectivas para sujeción o control de la especulación.

Dicho más claramente, el problema es la Deuda y a quien tenemos que dirigirnos es al poder político europeo dado que el otro se muestra como mero títere; y como tal lo tratamos y lo obviamos.

Esto nos da que el Parlamento que tenemos que rodear, real o virtualmente, es el europeo, debiendo ser ésta la consigna, que muy bien podría instrumentalizarse desde aquí. ESA ES MI PROPUESTA A LA ASAMBLEA.

La propuesta, como se puede observar es menos agresiva a la puesta en marcha como “No debemos, no pagamos” y contrariamente a ésta no quiere romper las reglas de juego, sólo dominarlas: no se anula la función política, se obliga a ejercerla.

Hago hincapié aquí en la necesidad de no contaminar esta acción con otras que aunque legítimas deben quedar a un lado para que quede claro de una vez por todas qué es lo que no permitimos como sociedad, dado que eso que no permitimos debe ser, en primera instancia, una sola cosa.

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La segunda cuestión radica en algo que ya expresé en el encuentro de Cádiz, que se puso de relieve allí, y sobre lo que quiero ahondar por entenderlo esencial para el buen funcionamiento de las asambleas. Allí se puso de manifiesto que había un colectivo que venía con los papeles bien escritos y otro formado por personas que si bien pudieron expresar sus opiniones en tres minutos, dichas opiniones finalmente no tuvieron más objeto puesto que no hubo un debate mínimo de las cuestiones expuestas por el orador, algunas previas o esenciales a la razón de ser y el fundamento de la asamblea, esto es, al establecimiento de los principios de los que parte.

A mi modo de ver esos principios fueron establecidos por parte de la asamblea y esa parte ignoró a la otra, por lo que se precisaría reformular todo esto y establecer un libre acceso a la organización y a los medios, entre los que cito la propia Web Constituyente que de este modo se presenta como un coto reservado.

                                            Un cordial saludo


Primer emponderamiento político


Buscando un símil bastante doméstico, podemos decir que nuestro sistema social es un ordenador con el Hw estropeado (requisitos mínimos en la arquitectura económica que permitan un funcionamiento estable), el Sw deficiente (marcos jurídicos y políticos), manipulado por un operador torpe (clase política). Parece claro que primero hay que cambiar lo primero, luego mejorar lo segundo, para finalmente reemplazar si es posible lo tercero, y que el Sw solo no puede mejorar el rendimiento del Hw si éste está fatalmente deteriorado (cuestión que hay que determinar).

Empecemos pues con lo primero. La idea es simple. No nos gusta la realidad, pues cambiémosla, pero hagámoslo como únicamente se puede cambiar la realidad. No es una cuestión de ser duros o aguerridos, es cuestión de ser inteligentes, de desarrollar una inteligencia social o, lo que es igual, de establecer una pedagogía de la subversión o aprendizaje de la estrategia que la hace posible. Esa idea simple tiene que estar amparada por el sentido común y esto sólo se logra cuando lo que se persigue es necesario, posible, y no está contaminado de otras cuestiones (memeces) o cosas inservibles y contraproducentes.
Como se puede advertir, esto exige un estudio serio de nuestras posibilidades. En efecto, hay cuestiones que no podemos cambiar aunque queramos, ni nadie puede, porque su sustitución exige un cierto orden de intercambio una cierta metodología, y esto porque la propia arquitectura lo impide (la realidad). El devenir histórico es la historia de la concreción de las cosas posibles. Los sistemas físicos como los sistemas sociales, como un mecano, se montan en un orden o secuencia clara de hechos, eventos o movimientos, y se desmontan en otro (el inverso). Alterar ese orden es romper el mecanismo.
De otra parte, hay otras cuestiones sujetas a la decisión política o determinación entre derechos o males de diferente orden (males y males peores). Ser capaces de decir lo que queremos es ser capaces de decidir sobre estas cuestiones.
No ser consciente de estas dos cuestiones o no contemplarlas en el análisis es vivir en otro mundo. El sistema representativo puede ser erróneo porque puede ser interesado, pero la decisión directa puede ser igualmente interesada y, además, insensata, toda la insensatez que puede desprenderse del desconocimiento de las cosas (la ignorancia es atrevida).
Sustituir el poder político es quitar el vigente para poner otro que tome las decisiones del anterior con algún (otro) fundamento o con un mandato: tenemos que dar ese fundamento o ese mandato. Esa es la decisión que tenemos que tomar (si somos capaces) y es la que en cierto sentido tomamos aunque de forma indefinida cuando salimos a la calle. La cuestión es que tenemos que salir a la calle con la decisión tomada y no con un criterio dispar, ambiguo, indefinido, y para eso hay que tomarla. Vamos a tomarla.
¿Sobre qué cuestión? Como dijimos sobre lo primero expuesto, que se concreta en la Deuda, esto es, en el problema financiero que nos está arruinando.
El dilema es pagar o no pagar; y sus consecuencias. Nos estamos centrando en el problema, y la cuestión es resolverlo, establecer los imperativos sociales pertinentes, y acabar con esta angustia social estúpida. Vamos a ello.
Si el pago de la Deuda está ocasionando este destrozo sólo caben tres opciones: someternos y pagarla, intentando alcanzar mediante presiones políticas posiciones financieras más razonables y asequibles; no someternos y no pagarla en tanto no cambien dichas posiciones financieras, intentando establecer mediante presiones sociales un cambio real y una acción efectiva de las acciones y posibilidades políticas de la Unión Europea; no someternos y no pagarla, sin paliativos, esto es, negarnos a pagarla por entender que la sociedad no es responsable y no se puede hacer solidaria con ese cargo.
La primera (mismo Hw local-la placa base) deja el sistema a su suerte, a lo que quiera evolucionar y cómo (a un nuevo equilibrio o al desequilibrio final). La segunda equivale a un “Rodea el Parlamento europeo”, es decir, a dirigir la presión social hacia los que verdaderamente tienen la acción política (sobre el Hw europeo que no está irremisiblemente dañado). La tercera es cambiar un marco económico por otro, (un Hw local por otro) lo que supone quedar en suspenso durante el intercambio y esperar que los programas se adapten al él.
Es decir, que frente a la posibilidad de aventurarnos a poder pagar o no la deuda, con todos los sacrificios que supone, está la de deshacernos de los 30 mil millones de euros de gastos de financiación (3.5% del PIB) con dos diferente perspectivas, una la de forzar la transformación del marco político europeo (aplicación rápida de las medidas que sabemos que sirven) con la amenaza real de irnos del Euro, y otra con la ejecución real de esa amenaza o la salida forzada, con todas las repercusiones económicas asociadas, decremento de PIB (seguramente superior a ese 3.5%) y descrédito.
Ejercer una responsabilidad, ejercer una acción, tiene unas consecuencias que hay que estudiar y conocer. Y debatir.

martes, 9 de octubre de 2012

Deontología de la subversión


Se nos acumula el trabajo. No sé sí ir del 15-S al 7-O, pasando por el 25-S, o al revés. Se están iniciando diversos procesos que está poniendo en cuestionamiento la legitimidad del Estado constituyente actual y que da, por tanto, por descontada la legitimidad de un proceso constituyente o de cualquier proceso de subversión y rebelión. Incluso el Juez Pedraz lo dice:
…, exi­gir un pro­ceso de des­ti­tu­ción y rup­tura del rég­i­men vigente, medi­ante la dimisión del Gob­ierno en pleno, dis­olu­ción de las Cortes y de la Jefatura del Estado, abol­i­ción de la actual Con­sti­tu­ción e ini­ciar un pro­ceso de con­sti­tu­ción de un nuevo sis­tema de orga­ni­zación política, económica o social en modo alguno puede ser con­sti­tu­tivo de delito, ya no solo porque no existe tal delito en nues­tra leg­is­lación penal, sino porque de exi­s­tir aten­taría clara­mente al dere­cho fun­da­men­tal de lib­er­tad de expre­sión, pues hay que con­venir que no cabe pro­hibir el elo­gio o la defensa de ideas o doc­tri­nas, por más que éstas se ale­jen o incluso pon­gan en cuestión el marco con­sti­tu­cional, ni, menos aún, de pro­hibir la expre­sión de opin­iones sub­je­ti­vas sobre acon­tec­imien­tos históri­cos o de actu­al­i­dad
Al Auto del juez le falta algo más para no ser objetable, porque el fascismo también es una ideología o una idea de sociedad sobre la que no cabe el elogio, y el alzamiento militar también es una rebelión que puede nacer de la exigencia de la que habla.
Lo fundamental no es que haya que decir algo más porque lo dicho incluya estos casos particulares, la cuestión es que todos los casos ideologizados se convierten en casos particulares desde alguna perspectiva y que, por ende, pueda quedar en entredicho cualquier acción.
¿Esto quiere decir que no se pueda ejercer esa acción? Evidentemente, no. Quiere decir lo que ya se ha dicho, que la fuente, el motor no puede ser sólo la necesidad o el elogio de ideologías y doctrinas sino que tiene que residir en alguna cuestión más fundamental o primaria, y darle a la acción un canon de importancia.
Un proceso constituyente tiene que ser anterior a cualquier ley, a cualquier ideología porque tiene que ser la expresión social de un punto de partida, y los puntos de partida —en tanto que nos implica a todos y tienen casar a todas las ideologías— no pueden por menos que abandonar ideologías y partir de lo común, de lo que no es ideología (principios).
Supongamos que como minoría somos capaces de promover ese proceso constituyente y que tenemos que poner en común —puesto que el proceso es de todos— pareceres dispares, entre los que podemos citar la propia oposición a dicho proceso (la necesidad del mismo). En virtud de lo anterior, cabe preguntar si esa minoría está legitimada a presentar, por qué y hasta cuando, algo distinto a lo que de hecho respalda (aunque sea con su silencio) esa mayoría silenciosa.
La respuesta es que sí, y no porque sea una ideología o una idea distinta sino, simplemente porque ésta está desconsiderada por la mayoría, esto es, porque es la única forma que tienen dichas minorías de elevar propuestas. ¿Hasta cuando? Hasta que, después de un periodo razonable, entre en la consideración de esa mayoría y tenga la oportunidad de ser aceptado o descartado finalmente.
Esa es la esencia de la democracia, la que se persigue, no ya tanto que todos podamos ejercer un voto directo o no sobre cada una de las propuestas o éstas sean gestionadas de forma representativa (sobre lo que podemos discutir), como en la posibilidad de elevar propuestas de las minorías y, llevado a extremo, las individuales o particulares con la sola condición de estar bien formuladas o lo suficientemente formuladas como para que alguien más capaz establezca una formulación final, esto es, en la posibilidad de someter a juicio lo que el sistema como tal no contempla o desconsidera (el fascismo en este caso ya ha sido sometido a juicio, esa es la diferencia, lo que le falta a Pedraz)
El proceso debe estar totalmente desideologizado, y no sólo no lo está sino que está dirigido por individuos que en todo momento están alerta a cualquier indicio de convulsión social (los generales de la revolución) para poner su maquinaria a trabajar y revitalizar así sus oportunidades o proyectos sociales caducos (que ya han sido sometidos al juicio social y desechados).
Esto es lo que verdaderamente desvirtúa los movimientos sociales, la inclusión de propuestas abandonadas o imposibles, o abandonadas por imposibles.
Este movimiento social tiene que ser de izquierdas en el sentido de ser promotores de puntos de inflexión (casi rupturistas), pero nada más, esto es, no puede ser de izquierdas en el resto de los sentidos de entender la izquierda porque esos sentidos no hacen nada más que dividir y separar, crear susceptibilidades y objeciones, o incluso grandes reparos en virtud de la experiencia histórica y de lo fácilmente que la euforia se vuelve desenfreno y de cómo después de la revuelta sólo quedan erguidos los generales sobre el campo yermo; o simplemente del posicionamiento personal y legítimo.
La cuestión es determinar cuántos de los que están “en pie” son de un tipo o de otro, y si 40 o 50 mil son un número suficiente para formar una identidad genuina, dado que está nutrida del sector mencionado y de otro sector que juega con dos barajas, la de las urnas cuando ganan y la de la revuelta cuando no.
Esto nos lleva a que si el partido de la oposición y sindicatos son contrarios al estado actual tendrían que dejar sus actas de diputados y sus prerrogativas y ponerse al lado de la subversión a ras de suelo, y no desde una posición de ventaja, y dejar patente que lo que se hace obedece a una sola intención, o ponerse (y poner su aparato) claramente al servicio de esa proclama social, que en ningún momento fue la suya (tiempo tuvieron para hacerla).
Hay que dejar a un lado determinadas consignas y mostrar a propios y extraños que lo que se hace se hace por un único fin, que no puede ser otro que “ini­ciar un pro­ceso de con­sti­tu­ción de un nuevo sis­tema de orga­ni­zación política, económica o social” pero que si bien “no cabe pro­hibir el elo­gio o la defensa de ideas o doc­tri­nas” no es menos cierto que éstos deben ser separados de las demandas fundamentales y puestas en tercer plano.
Si con esa sola y única intención solo estamos cuatro, mala suerte, pero mejor esto que vernos empujados a una lucha que en el fondo no es nuestra lucha, o a una nueva batalla fraticida o sin solución.
Hay quien no mira esto y sólo mira dar por bueno cualquier espaldarazo, llenar las plazas y hacer ruido aunque el ruido lo hagan los fascistas, pero ya se ve que en realidad no trae cuenta y que no hay que dar oportunidad de desviar la atención y no perderla para dar un mensaje claro a la sociedad, cosa que no se ha hecho (a las preguntas de los reporteros se balbucea), porque no se tiene…, porque no se ha logrado consensuar…, porque no se sabe de las prioridades…, porque no se sabe de lo posible…, porque no se tiene una teoría social…, etc. etc. etc.
No hay auténtica repercusión social sin mensaje.